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sábado, 21 de febrero de 2015

En defensa de las carreras más cortas


No, si ahora va a resultar que las carreras de cinco años estaban muy bien porque eran más baratas. Era lo que hace apenas 20 años duraban carreras como periodismo, comunicación audiovisual, publicidad y muchas otras.

Llegábamos a los años cuarto y quinto agotados, decepcionados, sin resuello, y no tanto por la cantidad de trabajo que nos exigían como por la sensación de que nos habían tomado el pelo, de que apenas había nada que aprender, de que ya estábamos hartos de empollarnos un par de veces al año los apuntes que otros habían tomado y de pasar tanto tiempo en la cafetería.

Ya entonces criticábamos a diario que el único motivo de que las carreras fueran tan largas era tener a la juventud más o menos distraída y al amplio cuerpo de profesores ocupado.

Recuerdo que no pocos de los universitarios matriculados en comunicación audiovisual pasan el tiempo matriculados en cursos del INEM que les capacitaban para ser cámaras o iluminadores y que, a la postre, fueron los que les sirvieron para encontrar un trabajo. En realidad, la licenciatura no les sirvió para mucho.

Es verdad que era prácticamente gratis, o semigratis, estudiar entonces, un aspecto que todavía hoy día se sigue arguyendo para mantener el status quo, pero aquello era un disparate. Todo el mundo sabía, los profesores los primeros, que no hacía falta estudiar durante cinco años para ser periodista o publicista.

En el país del cine, el periodismo y la comunicación, Estados Unidos, las carreras llevan bastantes años siendo de dos años, ya que aunque se pasan cuatro en la universidad los dos primeros están dedicados al estudio de los llamados “cursos de educación general” destinados a aportar una formación general al estudiante. Es en el tercer y cuarto año, cuando se elije el grado o área de especialización de estudio. Es verdad que algunos puede que hagan un máster después, pero la mayoría se ponen directamente a trabajar para pagar sus préstamos.

En realidad tiene poco de cierto eso de que sea casi obligatorio estudiar un máster tras licenciarse y de que la nueva estructura de estudios vaya a suponer un encarecimiento general de estudiar en la universidad. Para una gran cantidad de trabajos, seguirá dando lo mismo tener 2 0 3 másters que sólo una licenciatura. En realidad, las carreras más cortas, siempre que sean mejor aprovechadas, deberían redundar en un ahorro para las familias que deberán pagar un año menos de matrícula que, con suerte, el estudiante podrá utilizar en trabajar aun ganando un salario y ganar experiencia profesional.

La verdad es que sí, España es única, diferente. Sólo así se entiende el estado de opinión adversa que se ha creado con respecto a esta noticia teniendo en cuenta que en la mayoría de los países las carreras son más cortas y que esto facilitará la atracción de estudiantes extranjeros que quizás no vengan tanto atraídos por el prestigio de nuestras universidades (esos rankings tan denostados aquí que todo el mundo escudriña fuera) pero sí por aprender el idioma y una cultura diferente que a muchos resulta atractiva.

Es curioso, pero los colleges americanos de toda clase y condición están locos por captar estudiantes extranjeros mientras que aquí les seguimos poniendo barreras. Y eso que, a pesar de la burbuja universitaria, se encuentran en una situación bastante más boyante que los españoles. Pero bueno, tampoco es tan extraño teniendo en cuenta que nadie hace nada por cambiar cosas tan básicas como unos horarios tan enloquecidos que nadie comparte en el resto del mundo.

lunes, 16 de febrero de 2015

¿Es la universidad norteamericana una torre de marfil?


La universidad americana obedece a un modelo marchito y elitista, el inspirado por la universidad de Harvard. Este modelo estaría basado en la existencia de campus residenciales, clases reducidas y estudiantes que viven a cuerpo de rey durante 4 o 5 años de su vida. Un modelo agotado, pero imitado en mayor o menor medida por la mayoría de las universidades en este país, que demuestra que los administradores de las universidades seguirían viviendo en una torre de marfil y no se enteran de nada.

Un modelo que ha degenerado en instituciones más preocupadas de construir instalaciones deportivas y piscinas suntuosas que en la educación. Un modelo preocupado de que el campus sea un lugar donde pasarlo bien y la fiesta sea continua.  En definitiva, el mismo modelo que ha hecho que la prestigiosa agencia de calificación Moody’s haya rebajado sustancialmente las expectativas de las empresas que operan en el sector de las universidades.

Esa es la tesis de partida del documental de la CNN titulado La torre de marfil (The ivory tower) que cuestiona la viabilidad de este modelo que ha posicionado al modelo de universidad americana como el más exitoso de la historia.

Una de las mejores cosas de la sociedad americana es su habilidad para cuestionarlo todo y en tiempo real. La amplia difusión de que ha gozado un documental de este tipo, yo lo vi en un viaje de avión entre blockbusters, dice buenas cosas acerca de la vitalidad de su esfera pública.

En cualquier otro lugar, teniendo en cuenta la admiración que la universidad americana despierta en todo el mundo, se ahogarían en la complacencia. Sin embargo, en Norteamérica abundan los libros y documentales de este tipo que cuestionan la eficiencia y  critican la desigualdad que engendra el sistema.

La crítica se basa principalmente en que es un modelo excesivamente caro para los tiempos que corren, que genera deudas entre los estudiantes que tardarán décadas en pagar y que, en suma, no es un modelo que pueda producir un alto retorno de la inversión a mucha gente. No está claro que la mayoría de las universidades ofrezcan la triada clásica, conocimiento, contactos y un diploma, a un precio razonable y que garantice la igualdad de oportunidades.

¿Puede un estudiante medio pagar una deuda de 140.000 dólares al final de sus estudios teniendo en cuenta que , según el documental, aproximadamente un 40 por ciento de los mismos están subempleados o con trabajos de poca cualificación cuando finalizan sus estudios?

Aparentemente no, según el documental hay una burbuja universitaria que no tardará en explotar ya que no puede ser que el coste de ir a la universidad haya aumentado un 400 o 500 por ciento en cuestión de dos décadas mientras que al mismo tiempo los estados han reducido su contribución.

En el documental se omiten muchos aspectos positivos de la universidad norteamericana. La calidad de los programas de postgrado, la meritocracia, la internacionalidad de muchos de sus campus, la fortaleza de la investigación, el estímulo constante para una búsqueda incansable de métodos de enseñanza más innovadores, el afán por experimentar o por hacer que los estudiantes aprendan a través de la experiencia.

Eso no quiere decir que las críticas del documental no sean legítimas. Sin embargo, el excesivo énfasis que pone en la gratuidad o semigratuidad del sistema da la impresión de que hay una cierta élite universitaria que se encontraría cómoda con un sistema a la europea casi gratuito pero donde la excelencia a menudo no es el ideal

Igual, si conocieran el modelo europeo actual de universidad, se lo pensaban dos veces a la hora formular estas críticas.

lunes, 9 de febrero de 2015

Que sí, que muchas de las mejores universidades americanas son públicas


Al hilo del caso Monedero (véanse los comentarios a mi última entrada de blog), uno de los vicios más comunes en España es suponer que por desarrollar la función pública hay que renunciar a los sistemas de incentivos o someterse a reglas diferentes de las del resto de la sociedad. Según esta concepción estatalista, si uno trabaja para la universidad pública, uno no puede tener otros trabajos en la empresa privada aunque reporten un beneficio para la sociedad. O lo uno o lo otro, no sin pedir permiso, se dice.
Si se arguye que en las mejores universidades del mundo, muchas de las cuáles se encuentran en Estados Unidos, eso no sucede así sino más bien al contrario ya que se incentiva a los docentes a utilizar sus conocimientos en el llamado "mundo real", entonces muchos dicen que eso sucede porque las universidades americanas que lo hacen son privadas.
Nada más lejos de la realidad. Basta echar una ojeada al ranking mundial de universidades de la Universidad de Shanghai, que no es la biblia pero quizás sea la referencia más seria que tenemos hasta el momento y la que, nos guste o no, todo el mundo sigue. Siete universidades públicas de Estados Unidos con capacidades altamente investigadoras se encuentran entre las 25 más importantes del mundo. En concreto, son la Universidad de California en Berkeley (4), la Universidad de California en Los Angeles (12), la Universidad de California en San Diego (14), la Universidad de Washington (posición), la Universidad de California en San Francisco (18), la Universidad de Michigan en Ann Arbor (22) y la Universidad de Wisconsin en Madison (24).
Los mejores estudiantes se benefician de la existencia de estas universidades públicas de élite. Por poner un ejemplo, un estudiante residente en Seattle puede estudiar en una de las mejores universidades del mundo por aproximadamente 8.000 euros al año que podrá pagar en préstamos estatales a bajo interés en función de sus ingresos futuros. ¿Que todavía suena caro? Depende de lo que uno obtenga a cambio. No si es una educación de gran calidad.
¿Cómo se consigue una universidad pública tan potente (y asequible para el nivel de calidad que tiene)?
Entre otras cosas, atrayendo el mejor talento del mundo gracias a la inexistencia de barreras en la contratación y a que estas instituciones ofrecen altos salarios y excelentes condiciones laborales. Ese talento recala en ellas porque es capaz de traer fondos del sector privado gracias al talento mismo. Y no nos engañemos, el dinero sigue siendo y será un importante factor de motivación.
Gran parte del atractivo de la universidad pública norteamericana para los mejores investigadores es que los salarios se negocian individualmente, que si uno lidera una iniciativa exitosa y beneficiosa para la universidad logra aumentos salariales importantes, y que la universidad no pone cortapisas a realizar labores de consultoría en la empresa privada.
Por eso, gente de todo el mundo realiza estudios de posgrado en los Estados Unidos y luego quieren quedarse. Sigue chocándome que, en un entorno global, las facultades españolas reflejen tan poco los cambios demográficos y de movilidad que han tenido lugar en los últimos 20 años.
La homogeneidad del profesorado en los departamentos de la universidad española es brutal, habiendo una mayoría abrumadora nacido en el país, la región o la provincia de turno.
No puede tratarse a un profesor universitario como si fuera un funcionario público cualquiera y poner cortapisas para que desarrolle otras labores de corte profesional. En este sentido, la ley de incompatibilidades española es propia de una mentalidad estatalista que se opone frontalmente a los desafíos de la universidad actual.
Las leyes están para cumplirlas, pero también para cambiarlas cuando se han quedado obsoletas.

jueves, 5 de febrero de 2015

Entrevista en El Mundo sobre mi nueva novela


Nuestros problemas con EEUU (II)

  • César García, el profesor español en Washington que refutó los tópicos anti estadounidenses en el ensayo 'American psique', convierte el choque cultural en novela

Antonio Resines en Manhattan, en 'La línea del cielo'...
Antonio Resines en Manhattan, en 'La línea del cielo' (1983), de Fernando Colomo.
¿Alguien en la sala leyó 'American psique' (editado por Lo que No Existe)? Pues era un libro estupendo, el ensayo de un profesor español en una universidad estadounidense (una universidad normal, ningún nombre pijo de la Ivy League por aquí) que tomaba las ideas comunes que en España retratan a los gringos, güei, y las refutaba parcial o completamente: la insolidaridad, la pacatería, la zafiedad, la avaricia...
Pues ahora toca la refutación de la refutación: César García, el profesor de la Central Washington University que firmó 'American psique' ha publicado este invierno 'Lenguas extranjeras' (editado por C. de Langre), un nuevo acercamiento, esta vez en forma de novela, al mismo tema: el choque cultural del europeo que vive en Estados Unidos. La gracia consiste en que 'Lenguas extranjeras' es un texto mucho más puñetero, más desencantado pero también más dulce, que 'American psique'. A primera vista, la novela dice lo contrario que el ensayo: que los estadounidenses son tan majaderos como los europeos o quizá más, que sus universidades son igual de mediocres y que sus mecanismos de solidaridad social consisten, a menudo, en que un viejo que está como una cabra se dedique a entregar comida mala y broncas a un puñado de mexicanos enfadados. García, en cambio, no está tan de acuerdo en que 'Lenguas extranjeras' desmienta a 'American psique'.
"Una novela te proporciona una libertad para hablar del mundo de las relaciones personales que no te da, dicho en el mejor sentido de la palabra, un panfleto de carácter sociológico", explica García en un correo enviado desde un lugar llamado Ellensburg, Washington. "Mis opiniones acerca de la mayoría de los temas que abordé en 'American psique' no han cambiado. Por ejemplo, sigo pensando que el sistema universitario de los Estados Unidos es el mejor del mundo porque conjuga mérito, responsabilidad, riesgo y una igualdad de oportunidades mayor de lo que se dice. La universidad pública, contra lo que sucede en Europa, sigue funcionando bastante bien a pesar de los recortes porque todavía combina apoyo estatal, ciertamente cada vez menor, con incentivos para que administradores, profesores y estudiantes no se apoltronen. He escrito positivamente y sigo haciéndolo sobre ello a diario en miblog, en el Huffington Post o para otras organizaciones. Pero si es verdad que, en la distancia, parece que todas las universidades americanas fueran como las de las de la Ivy League o las de investigación. En un país en el que hay más de 3.000 universidades, hay primera, segunda y tercera división. Y es cierto, existen muchas pequeñas universidades generalmente privadas en las que la calidad es muy baja al igual que existen en España y en otros países. Una parte importante de la universidad americana en su conjunto no tiene el oropel que se percibe desde fuera".
"Quizás es en lo que se refiere a las relaciones personales en lo que puedo estar más de acuerdo con su afirmación ['Lenguas extranjeras' refuta a 'American psique'] y con otros escritores españoles, como Pérez de Ayala o Valera, cuyos escritos sobre Estados Unidos estudié durante mi tesis doctoral y a los que entonces consideré un tanto estereotipados y provincianos en sus apreciaciones. Aunque suene a generalización, hay algo de cierto en lo epidérmico de las relaciones sociales, la hipocresía (la cual puede considerarse un defecto pero a veces puede ser una virtud si de lo que se trata es de mantener la armonía y las formas) y en la soledad que experimenta a diario un número muy alto de personas en este país. Muchos no lo saben, pero en una parte muy amplia de la América del Norte dominan el silencio y la soledad física y espiritual".

Oye, me aburro

Muy en resumen: 'Lenguas extranjeras toma la vida de Javier Pindado, filólogo madrileño, chico bien con ganas de escapar cuanto más lejos mejor, de su familia, más bien disfuncional y pelmazo. Primero recala en Columbia y ahí hay un ratito para los sueños de grandeza. Pero Pindado no es tan bueno en su trabajo o no es tan competititvo como para quedarse en Nueva York, así que su vida se dirige a una universidad de pueblo en la que encallará sin remedio. De Nueva York se trae una mujer joven y probablemente guapa, pero aburrida y destinada a abandonarlo sin ni siquiera dar un portazo. Y, entonces, Pindado piensa ¿qué pinto yo aquí? y empieza a observar la vida que lo rodea con la lupa de un entomólogo.
En medio de esa observación, aparece una frase aparentemente irrelevante, una alusión a los perfiles de los estadounidenses en sus redes sociales, siempre con sus retratos frontales y sonrientes. Ahora, el lector español puede buscar entre los contactos de su móvil y verá que todos los retratos son fotos irónicas o desenfocadas o en escorzo. Y si pensamos que en esa diferencia está la la clave de la novela... ¿qué dice el autor? "Bueno, no se si me arriesgaría a hacer una afirmación tan tajante subrayando esa diferencia. Lo cierto es que para la psique americana es importante acostumbrarse a 'dar la cara' desde temprana edad. En las clases de las escuelas infantiles es habitual que aparezcan los nombres de los chicos junto a su retrato a la entrada de las clases, en los supermercados siempre figuran las fotos de quienes trabajan en las diferentes secciones, no hay un sólo anuncio de una agencia inmobiliaria en el que no aparezca la imagen del agente inmobiliario en cuestión con su nombre y apellidos, los chicos que van a hacer la primera comunión aparecen retratados en los tablones de las parroquias, los dentistas y los doctores se anuncian en la prensa con su familia, los estudiantes que optan a liderar las asociaciones universitarias ponen fotos suyas en los tablones, y, cómo no, los profesores de universidad suelen incluir retratos en las 'webs' de los departamentos e incluso en la puerta de su despacho en situaciones informales".
César García, en su retrato oficial de la Central Washington University.
"En América, mostrar el rostro está asociado a la idea de transparencia, de apertura a los demás, de ofrecer la mejor versión de uno mismo, con el menor número de imperfecciones, a través de una franca sonrisa para, en el fondo, hacer algún tipo de negocio. Mientras, en España, hasta que llegó la fiebre de las redes sociales, que otros tuvieran acceso a un retrato tuyo si no eras una persona pública se consideraba casi una intromisión en la intimidad. La diferencia está en que en Estados Unidos un dentista o cualquier profesional se considera una persona pública mientras que en España no. Dicho esto, la esfera pública en Norteamérica es vibrante, poderosa, en comparación con la española. Uno, si se lo proponía, podía acceder fácilmente (incluso antes de Internet) a mucha información de la gente, es un país en el que se discute de todo y en tiempo real (en la esfera pública, ojo, no en la privada donde domina la cautela y mantener una amistad es a menudo a costa de la discrepancia y el sacrificio de la autenticidad personal). Las películas sobre lo que pasa hoy, tardan sólo un año en hacerse, mientras que en España tardan 30 años. Contra lo que pueda parecer, la esfera pública y la privada se confunden más en Estados Unidos que en España aunque nosotros seamos maestros en mezclar la política o la cosa pública con los negocios o los intereses privados".
Entre tanta cara sonriente, Pindado habrá de enamorarse, cómo no. Enamorarse más o menos, porque la chica a la que conoce, Gabrielle, no es especialmente encantadora, ni inteligente, ni guapa, ni sexi... igual que Fairfield, el pueblo en el que da clase. Es, eso sí, franca y sin dobleces, formal y generosa. Y así, el protagonista se pasa la mitad de la novela dándole vueltas a por qué implicarse con una chica como Gabrielle. "¿Por qué? Porque no tiene un plan, ni un proyecto determinado, una nota bastante característica de esta generación en España, y eso es algo que cuando vives en América se nota más. El sistema educativo en este país es muy eficaz a la hora de hacer que la gente se plantee objetivos, metas tangibles en la vida. Pindado lleva una vida flotante y de repente se da cuenta de que necesita reglas, cauces claros, una estructura aunque sea de manera vicaria. Vivir sin estructura u objetivos vitales es posible pero está al alcance de muy pocos. Pindado no es uno de ellos. A Pindado le atrae estar con una persona de principios y religiosa como Gabrielle, aunque él no lo sea por ética o incluso por estética, porque no se castiga con preguntas. Por otro lado, si bien es verdad que las nuevas tecnologías han logrado con relativo éxito crear sucedáneos de las relaciones personales sacrificando la cercanía física, lo cierto es que no ha sido así en lo que se refiere a las relaciones sentimentales, románticas y, como no podía ser de otro modo, sexuales. La proximidad física sigue siendo un factor decisivo a la hora de elegir una determinada pareja en el tipo de ciudades pequeñas como las de la novela. Puede parecer extraño si uno viveen una gran ciudad como Madrid donde el 'mercado' de las relaciones es aparentemente ilimitado, pero en estos sitios pequeños a tres o cuatro horas de una gran ciudad (unas distancias que en España casi son impensables esté donde uno esté), la gente soltera o separada se pasa la vida preguntando si conoces a alguien que esté libre y viva en los alrededores. He conocido personas que han abandonado trabajos solo por esta razón o, simplemente, aceptan que cualquier alternativa es preferible a la soledad si uno está encadenado al trabajo como sucede en la academia donde la movilidad es más baja que en otros trabajos... Lo que Javier Pindado quiere en el fondo es acostumbrarse a amar a Gabrielle".

Sobre todo, no grites

La otra trama de la novela relata el fracaso de Pindado es su intento de relanzar su carrera como profesor. El protagonista de 'Lenguas extranjeras' no es más torpe que sus colegas de departamento, una pandilla en la que no faltan los vagos, los xenófobos y los corruptos. Precisamente por eso, porque son unos mediocres, le harán la vida imposible, hasta el punto de aprovecharse de un par de alumnos un poco tontorrones para dejarlo vendido. Y por ahí aparece el recuerdo de Antonio Calvo aquel profesor español en Princeton que un día dio dos gritos en clase, error inadmisible en Estados Unidos. Los alumnos, como pagan tanto dinero por sus matrículas, se convierten en clientes de la universidad, y los clientes son intocables, se explica en 'Lenguas extranjeras'.... Así que mucho cuidado con soltar un '¡coño!' en el aula. Calvo se convirtió por culpa de sus gritos en un apestado en Princeton. Terminó por suicidarse.
"El estudiante norteamericano es de una buena fibra moral", explica César García. "Por encima de la visceralidad, o el sentimiento a flor de piel, existe un consenso social bastante potente en la sociedad norteamericana de que hay que ser justos, valorar el mérito o un argumento bien plantado. En este sentido, aunque a veces puedan errar en sus juicios como todo el mundo o más ya que gozan de un plus de confianza en si mismos, los estudiantes norteamericanos son, en general, sanos. Dicho esto, la mentalidad de cliente que paga por recibir un servicio que impregna hoy día los campus universitarios sí puede llevar a situaciones de abuso en este sentido. Por eso, me sigue pareciendo importante que haya universidades públicas de calidad que se guíen por criterios meritocráticos y no en función de la cuenta de resultados. Cuanto más reduzcas la contribución estatal, mayor peso se dará a la contabilidad pura y dura a excepción de las universidades de prestigio. En este sentido, se pueden producir abusos".
Última pregunta: ¿Qué tal se lleva García con España a estas alturas? Porque las escenas españolas de su novela son bastante sombrías. "Mi visión global de la sociedad española es positiva. Hay un equilibrio entre forma de vida, trabajo y relaciones que me parece sofisticado. En muchos sentidos, lo mejor de dos mundos, el del mundo desarrollado y la cultura latina. Ese equilibrio se ha tambaleado algo últimamente debido a la crisis y es lo que hay que recuperar ya que si no se es eficiente es difícil disfrutar de una serie de derechos y modos de vida. Por cuestiones familiares, alguien como yo hecho por y para la urbe, ha pasado estos últimos años en lugares rurales. Cuando voy a España, paso la mayor parte del tiempo en pueblos del interior que, ciertamente, han cambiado poco desde los años 70, si acaso para peor ya que tienden a la extinción. Es una España que ocupa una porción gigantesca de su territorio y que, en general, todos ignoramos salvo cuando no nos queda más remedio. Lo mismo le pasa a Pindado, que está el tiempo imprescindible en Quintanilla y siempre preferirá pasar la tarde en Ikea, Macy's o El Corte Inglés".