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martes, 23 de junio de 2015

Símbolos nacionales a la americana


A pesar del aluvión decríticas de otros partidos, uno tiene la impresión de que a la gente, a mí por lo menos, le ha gustado la imagen de Pedro sánchez con su mujer y la bandera española de fondo. Una imagen que no se corresponde en absoluto con la tradición política española. Americana cien por cien.

Y es que de un tiempo a esta parte los grandes símbolos de la sociedad española han pasado a la historia. La propia bandera fue sustituida por la camiseta de la selección; digan lo que digan de los crucifijos queda memoria en las fachadas de las Iglesias desiertas y los colegios religiosos y de la hoz y el martillo si te he visto no me acuerdo.

Pero el hombre necesita símbolos. Es, sobre todo, un animal simbólico que se comunica a través de signos convencionales, las palabras, acordados por miembros de la sociedad humana para referirse a algo.

La desaparición de los grandes símbolos nacionales o religiosos de la esfera pública dejó un gran vacío que fue llenado únicamente por las marcas. El logotipo de Nike o de Mercedes-Benz llevan camino de ser más reconocibles y respetados que las banderas de los países o las enseñas religiosas.

Son verdaderamente universales. No crean divisiones entre las personas, suscitan admiración y permiten calcular al prójimo: cuanto gana, a que se dedica, qué hace en su tiempo libre, en qué tipo de casa vive, etc. Permiten aspirar a algo, tener metas, soñar con ser alguien.

Los grandes símbolos de siempre perdieron la partida. Los valores constitucionales podrán ser muy respetables, pero no seducen o enganchan a nadie. A no ser que se simbolicen y ese símbolo emocione un poquito. Hay unos pocos que ostentan una cierta aureola como la tricolor francesa o las barras y las estrellas de la bandera americana.

Una sociedad sin símbolos no es una sociedad civilizada que se precie. Los símbolos nos hacen humanos cuando aparecen asociados a buenos valores, como una serie de derechos y valores representados por una constitución, la solidaridad de unos ciudadanos que defienden esos valores sin tener en cuenta raza, credo, la billetera o la belleza física. Está muy bien ese tipo de símbolos que no excluyen a nadie por su lugar de origen y la bandera constitucional es uno de ellos además de ser visualmente atractiva. Hay que sacarla más porque de su presencia reconocida y reconocible dependen más de lo que creemos los valores que van asociados a ella.

Por eso hay que felicitar a los asesores de campaña de Pedro Sánchez. Han dado en el clavo copiando a los de Barack Obama (de hecho he leído que uno de ellos trabajó para Obama). En España, fuera de esa bandera no hay más que vacío, si acaso la jungla.

Fuera de esa bandera está la obsesión por el terruño, el narcisismo de la diferencia, el enfado, la arrogancia del estatus, el exhibicionismo, el polo Lacoste, el Audi o el hotel con encanto de doscientos cincuenta euros la noche.

La vuelta a los símbolos de todos es lo propio de los países civilizados que no dejan que sean las marcas las que se apropien de los grandes valores y monopolicen la vista en las grandes vías públicas. A este paso, los únicos símbolos de una cierta igualdad e idea de la socialdemocracia iban a ser los de la cesta de compra del Mercadona, Ikea o el Lidl.

Un acierto, si señor, de los estrategas del PSOE sacar la bandera española del desván. 

martes, 16 de junio de 2015

La imagen de Madrid en los Estados Unidos

Compruebo con tristeza que no existe ninguna concejalía en el nuevo equipo municipal del ayuntamiento de Madrid que aluda a la gestión de la reputación internacional de la ciudad. Sorprende a estas alturas de siglo teniendo en cuenta que una buena reputación internacional sirve para atraer factores tan necesarios como inversiones productivas, turismo o grandes eventos internacionales.

Sin querer minimizar otros problemas muy serios como el de la vivienda y los desahucios, el desempleo y su sucedáneo como es la precariedad o la educación, se me antoja que Madrid tiene un problema de imagen serio.

A los ojos de muchos extranjeros con los que he hablado últimamente en Estados Unidos y fuera de este país, Madrid simplemente es la capital de España (ser capital para los ciudadanos de bastantes países está más ligado a un lugar de papeleo o administración que a otra cosa, vease Canadá) y el lugar donde juega el Real Madrid que, con toda su importancia, hoy es visto como el segundo equipo español por detrás del Barcelona.

Poco más. Un lugar sin mar y demasiado escorado al suroeste. Sin monumentos que hayan transcendido universalmente. Un lugar sin identidad, en suma.

Se que no tiene un gran valor estadístico pero, como dicen, marca tendencia. Nueve de cada diez norteamericanos que me he encontrado últimamente y han estado en España fueron a Barcelona. Fueron a un congreso académico, o se emocionaron con Gaudí, con la Sagrada Familia o te hablan del Museo Picasso. 

Barcelona se ha convertido en la ciudad española por antonomasia. Con gran diferencia sobre las demás. Raro es que alguien te diga que le gustaría ir a Madrid. A quien que venga de fuera le importa un comino que haya muchas empresas o que las sedes, el relativo dinamismo empresarial de la capital o que la inmensa mayoría de las grandes compañías españolas y extranjeras estén en Madrid. Uno encuentra pijamas o camisetas del Barcelona en las tiendas de descuento y en los supermercados. La prueba del algodón de que algo es popular.

Una imagen de ciudad fuerte no solo crea riqueza sino que aumenta la autoestima de los ciudadanos, lo cual en estos tiempos que corren tampoco está mal.

Y en realidad, si se mira friamente si hay una ciudad que se parece a Madrid es Barcelona. Con todas las diferencias, son ciudades de aluvión en las que la gente es parecida y la vida también.

Yo le diría a la nueva alcaldesa que se tome en serio la reputación de Madrid, que vale la pena. Seguro que ella sabe, como yo, las cosas que hay que poner en valor de la villa y corte. Sus museos, el Retiro, el Palacio Real, su vida nocturna que por mucho que haya decaído sigue siendo mejor que la del 95 por ciento de las ciudades del mundo, sus barrios de vieja y nueva identidad, el legado histórico de las provincias circundantes todas ellas a tiro de piedra y una vida cultural bastante más potente de lo que se dice.

Puestos a hacer cosas nuevas y a darle un nuevo aire a Madrid, no estaría mal crear una Concejalía que pudiera llamarse de reputación de Madrid.


Y que nadie se equivoque, no hace falta tener unos juegos olímpicos para que la imagen de una ciudad sea potente.

martes, 9 de junio de 2015

La comida rápida en Estados Unidos sigue gozando de excelente salud

Un error muy común es pensar que la información guía el comportamiento de las personas. Yace en esa afirmación la creencia de que los seres humanos somos lógicos.

Nada más lejos de la realidad. Nunca se ha tenido tanta información, por ejemplo, acerca de las comidas beneficiosas o perjudiciales para la salud, y, sin embargo, en muchos sentidos los hábitos culinarios nunca han sido peores, por ejemplo, incluso en España donde los niveles de obesidad son históricamente altos.

Un caso mucho más extremo es el de los Estados Unidos en el que los programas y las revistas de cocina  y salud son infinitas pero donde la gente todavía se alimenta, en sus tres cuartas partes, de forma muy triste.

Hay que matizar mucho lo que está sucediendo a McDonald’s en Estados Unidos. Es verdad que su dominio ya no es tan abrumador como hace décadas pero sigue siendo un sitio popular en gran parte del país.

Al contrario de lo que decía la información de El País, McDonald’s sigue siendo un establecimiento muy frecuentado en gran parte de los Estados Unidos al igual que otras cadenas competidoras de comida rápida. Aunque nos parezca mentira, es un sitio donde los jubilados se reunen, donde los estudiantes comen y en el que muchas madres llevan a desayunar a sus hijos. Es también punto de reunión de madres que llevan a jugar a sus hijos a los playgrounds.

Al contrario que sucede en Europa, poca gente se averguenza de comer en McDonald’s o en lugares de comida rápida. Tanto es así, que la periferia de cualquier ciudad de tamaño medio o pequeño en Estados Unidos es siempre parecida: McDonald’s. Wendy’s, DQ’s y un sinfin de cadenas similares. La comida de las escuelas norteamericanas no deja de ser comida rápida doblemente industrializada por el proceso de las empresas de catering.

De hecho los patrones alimenticios son los mismos en los restaurantes de gama media que, de alguna forma, ofrecen versiones de luxe de la comida de los McDonald’s: hamburguesas de  buey kobe (pero al fin y al cabo hamburguesas); fish and chips en lugar de un sandwich de filete de pescado frito; tacos de carne de vaca picada; un steak; unas quesadillas, unos espaguettis a la boloñesa, etc… Nada que uno no pueda encontrar en versiones baratas si uno va a Taco Bell, Pizza Hut o a Wendy’s.

Si, ya se que hay gran variedad de restaurantes étnicos o vegetarianos en las ciudades y gente que detesta la comida rápida, pero el estándar de la comida en Estados Unidos es el de la comida rápida.

Incluso los admirados Chipotles or Shake Shack, sitios mucho más minoritarios de lo que se pretende ya que uno no los encuentra en muchas ciudades de tamaño mediano o pequeño, lo que ofrecen son hamburguesas, perritos, patatas fritas y tacos. Mucha carne (siempre la misma, pollo y vaca sobre todo) y mucho carbohidrato aunque sea de más calidad pero la misma monotonía de siempre.
  
No, el paradigma de McDonald’s no ha decaído en absoluto. Quizás se lo parezca a los corresponsales de los medios españoles que están en ciudades como los Angeles o Nueva York y que magnifican la caída de las ventas dentro y fuera de Estados Unidos que ha sido de poco más de un 2 por ciento.


Pero por el momento la decadencia de la comida rápida es un mero deseo sin correlato en la realidad.

miércoles, 3 de junio de 2015

Soplan vientos de cambio en la universidad norteamericana

Para un ciudadano europeo, el americano vive en una situación de riesgo permanente. Estados Unidos es un buen país si uno ha tenido una buena educación y ha tenido suerte con sus genes para gozar de buena salud.

En caso contrario se enfrentará a una vida complicada de trabajo en trabajo y lugar en lugar, pluriempleado y siempre con la espada de Damocles respecto al seguro médico (un tema que la reforma de Obama no acaba de resolver).

Los norteamericanos están más acostumbrados al riesgo que nosotros, a fracasar y a renacer de las cenizas si hace falta. Viendo las cosas con algo de perspectiva no les ha ido nada mal después de todo.

Uno de los pocos reductos que quedan a salvo en esta cultura del riesgo es la universidad. Sigue siendo uno de los pocos ámbitos en los que hay bastante gente que tiene trabajos para toda o casi toda la vida. Es el caso de los profesores que han obtenido su tenure, es decir, la titularidad de su plaza. Una vez obtenido este estatus, no es que puedan echarse a dormir pero su trabajo es bastante seguro. También es seguro el empleo de muchos de los trabajadores de las universidades públicas cuyos puestos de trabajo están protegidos por los sindicatos.

No es en realidad, pese a la sorpresa que pueda suponer para muchos, una situación demasiado diferente a la española.

Por eso llama la atención lapropuesta aprobada a discusión en Wisconsin para poder eliminar la titularidad de los profesores de la universidad pública en los casos en los que la búsqueda del equilibrio presupuestario lo haga necesario. Y eso que estamos hablando, entre otros centros estatales, de la Universidad de Wisconsin, considerada una de las universidades públicas mejores del mundo y que ciertamente pone a este estado en el mapa.

Próximamente, se decidirá si se lleva a efecto pero hay visos de que sea posible. De hecho, los profesores titulares de otros estados en los que el equilibrio presupuestario está permanentemente puesto en entredicho han puesto las barbas a remojar.

Una decisión de tal calado sentaría un precedente importante en otros estados en los que no resulta impopular reducir los presupuestos en educación ya que se perciba que los profesores universitarios titulares viven demasiado bien para lo que hacen.

La verdad es que hace tiempo que se vive un ambiente diferente en el sistema universitario norteamericano. Cada vez salen menos plazas tenure y se tiende a contratar a profesores visitantes, no titulares, lecturers, clinical (es decir, venidos del mundo professional) y una multitud de categorías para evitar la dichosa palabra.

Tanto es así, que no pocos académicos de este país buscan horizontes en otras zonas del mundo como las universidades que proliferan en los emiratos, Singapur, Corea del Norte o países de enriquecimiento reciente como Kazajistán.

Pese a todo sigue existiendo una masa crítica suficiente de universidades en Estados Unidos que pagan salarios altos a los mejores académicos del mundo y es lo que mantiene alto el pabellón norteamericano.

Pero la tendencia puede haber empezado a cambiar sobre todo porque es el estatus tenure y de gobierno compartido de las universidades el que garantiza la libertad académica y que las opiniones de los profesores sean producto del libre pensamiento y no de los caprichos de la administración. Si este empieza a peligrar, atraer talento será más difícil.


Si ese es el modelo al que se encamina la universidad norteamericana, a uno se le hará cada vez más difícil elegir entre la flexibilidad precaria de un sistema que sigue siendo el más dinámico del mundo y el inmovilismo profundo a la española.