Leo hoy en el periódico que Carlos Moyá ha escrito en su cuenta de Twitter sobre la admiración que le provoca que Rafael Nadal tenga las ganas de dar las gracias al público francés tras conseguir su sexto triunfo en Roland Garros. Efectivamente, si ese agradecimiento hubiera procedido de un deportista con un mínimo componente de mala leche, se hubiera interpretado como una provocación o, cuando menos, como una ironía. Desde hace varios años el distinguido público parisino que asiste a este torneo de tenis se dedica a celebrar cada fallo de Nadal y a vitorear al contrario (si, incluso aunque se trate de un jugadores tan desagradables como Soderling).
Las hipótesis que explican este comportamiento se antojan numerosas: puede tratarse simplemente de la particular idiosincracia francesa siempre difícil de descifrar, el aburrimiento de la grada de ver ganar al mismo jugador año tras año, o incluso un cierto sentimiento atávico de superioridad frente a su vecino del sur. Yo más bien me inclino a pensar que se trata de una afirmación de la iconografía que los parisinos han propagado por el mundo de sí mismos. Una percepción emparentada con aspectos como la pulcritud, la elegancia y la sofisticación. Eso es, sin ir más lejos, lo que ayer representaba Federer frente a Nadal. El buen gusto de no tener que correr para ser el mejor jugador de la historia, el saber estar en los anuncios comerciales para firmas como Rolex y Mercedes. Para muchos de ellos la personalidad de Nadal se antoja demasiado agreste en la arcilla, demasiado coraje, demasiada fuerza física, demasiadas carreras y golpes efectivos pero no tan bien perfilados como los de Federer. Encima, Nadal es humilde, a veces demasiado.
En cambio, la recepción que se dispensa a Nadal en Estados Unidos es diametralmente la opuesta. Las características de su tenis cautivan al público norteamericano. Su despliegue físico portentoso, su dureza mental, su afán de mejora constante aunque sea el número uno. También su personalidad. El chico que ha tenido la misma novia desde la adolescencia, que todavía vive con su madre, que sigue diciendo que Federer es el mejor tenista de la historia aunque le gane a menudo. Los americanos aman a Nadal. Todavía me acuerdo de ver como hace poco Larry Ellison, el Presidente de Oracle, vivía, acompañado de su hija, como si le fuera la vida en ello, los partidos de Nadal en el torneo de Indian Wells. Igual que el resto del público. Nadal es el ideal normativo de la psique americana.
Pues es justo lo contrario que han venido pensado los gurús de la publicidad en US. De hecho a Nadal le costó no sólo ganar allí, también entrar en el mercado americano. Que si hablaba mal inglés, que si no era ambicioso... aún hoy el de US sigue siendo un mercado más de Federer que de Nadal. Nike le ha venido cambiando la imagen a Nadal cada año (la global, la de marca, no me refiero sólo a los colores), algo que no les ha pasado ni a Federer ni a los otros, que parecen entrar en US con mayor facilidad.
ResponderEliminarAprovecho para agradecer la temática de tus aportaciones. Me encanta esto y te agradezco que lo compartas dando la oportunidad de hablar sobre ello.
Hola Alberte,
ResponderEliminarGracias por tus reflexiones.
La imagen de Federer con su aroma de clasicismo es, por decirlo de alguna forma, la de una leyenda, un icono para la historia. MIentras que la de Nadal, por su imagen todavía juvenil, es la de lo virtual, la de algo que tiene que llegar a ser con el tiempo. Eso aunque haya ganado 10 Grand Slams. No dispongo de datos empíricos al respecto, pero cuando hablo con los aficionados al tenis de por aquí, voy a las tiendas de Nike o veo las retransmisiones de Indian Wells o Miami, mi impresión es que hay un componente de autenticidad y lucha en Nadal con el que los americanos se identifican mucho, sobre todo los más jóvenes.
No conozco la admiración que puede suscitar Nadal en EEUU, pero el esnobismo francés lo conozco bien. Tienen esa "snottiness" de levantar la nariz ante todo lo que se les antoja poco cultivado y lejano a su grandeza. La altivez del que se sabe perdedor. Como los obispos bizantinos que disertaban sobre el sexo de los ángeles, mientras las catapultas de los turcos rompían la muralla de Constantinopla. Ellos a lo suyo.
ResponderEliminarUn saludo.
Soy estadounidense, residente en Zaragoza desde hace 14 años. Sólo puedo comentar que mis amigos y sobre todo mi padre son grandes admiradores de Rafa y su estilo de tenis y, sobre todo, su humildad. Desde mi punto de vista César le da en el clavo con este post.
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