Existen, por ejemplo, muchos más book groups, grupos de discusión acerca de libros que por regla general suelen reunirse una vez al mes, compuestos exclusivamente de mujeres que de hombres; en ciudades como la mía los comercios se ponen de acuerdo para abrir más tarde y ofrecer descuentos periódicamente a grupos de mujeres sin existir actividades equivalentes para hombres; en la universidad hay grupos de mujeres que se reúnen para tomar una copa sin otro vínculo aparente que el de su sexo. Nada parecido sucede en lo que se refiere al asociacionismo masculino, mucho más funcionalista y que suele estar vinculado a organizaciones de servicio social como los rotarios u otras semejantes.
Una interpretación obvia, y con un sesgo feminista, tendería a considerar esta superioridad de las mujeres en términos asociativos como gestos de reafirmación de la condición femenina en una sociedad en las que las relaciones entre sexos no se desarrollan con total igualdad. Sin embargo, cualquiera que conozca mínimamente este país sabe que no es así. No sólo por el rigor que las organizaciones muestran a la hora de aplicar cuotas de sexos u observar conductas que puedan, si quiera mínimamente, sugerir acoso sexual o discriminación, sino por la propia realidad de la vida cotidiana. A diferencia por ejemplo de España, se ha hablado mucho últimamente de cómo las mujeres tienen un índice de ocupación laboral mayor que los hombres que pone a éstos, también en las relaciones de pareja, en una situación de indefensión particularmente en circunstancias como la actual. En contraste con la mujer, el hombre americano, aunque sigue habiendo un importante nicho de mercado para el macho clásico asociado al mundo del futbol americano o a la figura del cowboy, aparece como un ser inseguro, desagregado, solitario, pasivo y con problemas para relacionarse socialmente con otros de su especie. A mi me parece que el americano, en contraste al hombre de estética metrosexual cuando no abiertamente gay en muchos aspectos que abunda tanto en Europa, no ha sabido reinventarse.
Sin embargo, y paradójicamente, esta situación de hegemonía de la mujer americana en la superficie aparece entremezclada con otros rasgos de sumisión casi ancestrales. Leyendo Generation me, bestseller sociológico acerca de los hábitos de vida y la forma de pensar de la gente que tiene entre 15 y 30 años que ha tenido un enorme éxito en este país, uno se entera de una de las prácticas sexuales más frecuentes en los colleges americanos es la felación como el mejor recurso para tener sexo seguro. Una evidencia que uno confirma viendo la película The social network en la que, a juzgar por lo que se ve, gran parte del éxito social de las universitarias de Harvard que aparecen parece basarse en la rapidez y pericia con la que realizan dicha felación al partner de su elección. No son pocas las mujeres que he encontrado que han puesto el grito en el cielo porque piensan que podría estar produciéndose una situación de regresión social en la que el hombre recupera un rol que parecía perdido.
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