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domingo, 19 de agosto de 2012

El tupper y la libertad


Con el argumento de que las familias puedan disponer de más opciones de ahorro en tiempos de crisis severa, varias comunidades autónomas españolas permiten, o están estudiando de hacerlo, a los estudiantes de la enseñanza pública la posibilidad de llevarse su propia comida a la escuela en lugar de pagar por la comida del comedor como hasta ahora. Para algunos españoles, como el Secretario General de los socialistas madrileños, Tomás Gómez, una medida semejante supone una regresión a tiempos predemocráticos.

Lo cierto es que esta es una práctica habitual en las escuelas norteamericanas. En la inmensa mayoría de ellas, los centros educativos no disponen de cocina propia y la comida es suministrada por empresas de catering. Suele ser una comida de ínfima calidad por distintas razones. En primer lugar por su bajo coste, suele oscilar entre los 3 y los 3,5 dólares por menú, que es en muchos casos inferior al de los reclusos. En segundo lugar, porque al ser preparada por empresas que se encuentran a bastantes kilómetros, la comida llega en malas condiciones de frescura y los menús son muy limitados. Por último, la cultura culinaria imperante, basada en una elevada ingestión de grasas y carbohidratos y cuya pretensión principal es únicamente que los chicos coman y se diviertan, suele priorizar las preparaciones que se comen con las manos, como la pizza, los nuggets de pollo, hamburguesas y otras lindezas por el estilo. Se da, por tanto, la circunstancia de que el menú diario servido en las escuelas públicas norteamericanas es como el de las líneas aéreas pero mucho peor, si cabe.









En este sistema, optar a becas de comedor se antoja difícil a no ser que la familia pueda justificar una situación de pobreza bastante severa, por lo que se da la curiosa circunstancia de que los que comen en el comedor todos los días suelen ser los más pobres, los más necesitados y arrastran una cierto estigma social. El resto de los chicos, amparados en la extrema flexibilidad que ofrecen las escuelas de elegir que días quiere uno comer en función del menú que ha sido anunciado a principios de mes, eligen comer de menú en días aislados y prefieren, en muchos casos, un sandwich traído de casa o comidas frías ya que las escuelas no disponen de microondas para utilización del alumnado. La razón principal es la baja calidad de la comida ofrecida por las escuelas y también el derecho a que cada uno haga con su dinero lo que le da la gana.

En un país de la tradición democrática de los Estados Unidos, eso es la democracia y, por tanto, la libertad de la que Gómez parece saber tan poco. El derecho a comer mal, a comer frío, a ahorrarse unos dólares al mes, a equivocarse.

domingo, 5 de agosto de 2012

Kevin Costner también reza


Hace poco leí en Parade, un suplemento periodístico que se adjunta todos los fines de semana con la prensa local y regional norteamericana, una entrevista con Kevin Costner que me resultó curiosa. La razón principal era que en esta entrevista el actor mencionaba como si cualquier cosa sus firmes creencias religiosas y que necesitaba rezar todos los días para vivir. No en vano hace unos meses Costner había rendido un sentido homenaje a su amiga Whitney Houston en el funeral celebrado en una iglesia baptista, que era la fe que ambos se profesaban.

Poco tiempo después, ya en España, me doy de sopetón con una entrevista de Julia Otero a Alejandro Sanz. La locutora menciona que el cantante se casará proximamente por la iglesia, a lo cual Sanz responde, casi avergonzado, escudándose en la belleza de las bodas católicas para justificar su decisión pero distanciándose prudentemente del actual papa y de una concepción tradicional de la iglesia. Sin embargo, se contradice al mostrar su admiración por Juan Pablo II, uno de los papa más tradicionalistas de los últimos tiempos, del que dice admirar su bonhomía, observación que la locutora, probablemente por desconocimiento, es incapaz de poner en duda.






Pocos días después hablo con dos mujeres españolas con vínculos con los Estados Unidos. Una de ellas, que vive allí, cuando se refiere a un conocido común, un profesor universitario norteamericano, menciona para justificar su supuesta rareza que "es muy religioso". La otra mujer, que tiene un familiar directo viviendo en este país con ganas de volver, trata de ofrecerme datos que justifiquen su postura citándome que donde vive hay gente que le pregunta a que religión pertenece y si va a alguna iglesia.

El español contemporáneo ha encontrado la manera de no tener que interrogarse acerca del sentido de la vida que es fundamentalmente no hacerse preguntas. Dar la cuestión por zanjada con la falsa seguridad de un adolescente. Porque tras esta ocultación del rol de la religión en la vida de las personas no hay nada, no hay razones, no hay argumentos, hay una mera omisión sustentada, si acaso, en razones estéticas (sentirse más europeos), de presión social o de adoctrinamiento. Que no se me entienda mal, hay grandes pensadores que son materialistas, nihilistas o ateos. No tiene nada de malo. Si lo tiene la irracionalidad cuando se hace gala de lo contrario y cuando se dice valorar la libertad. Mientras tanto, la Fundación BBVA ha sacado a la luz un estudio en el que pone de manifiesto la deficiente formación de los españoles en cuestiones científicas (junto a polacos e italianos, los peores de Europa). Una ignorancia que se compagina perfectamente con ser los europeos que mayor fe tienen en la ciencia para la resolución de distintos problemas, según el mismo estudio. La fe del converso, diría yo.

El americano es humilde porque reconoce que hay muchos fenómenos que el hombre no puede explicar o controlar. Ama la ciencia como nadie (el dato, la encuesta, los estudios científicos, los rankings basados en datos empíricos) pero cree en Dios porque sabe que hay últimas preguntas que no tienen respuesta. También ama la libertad de decirlo en público, sin tener que avergonzarse o someterse a la censura social. Kevin Costner es sólo uno más de ellos.