Páginas

sábado, 10 de noviembre de 2012

El amor a la mentira


Los americanos aman las mentiras. Bueno, las buenas mentiras. De hecho, la cultura norteamericana, a diferencia de la nuestra, tolera mal la mentira en el puesto de trabajo, en la política o incluso en las relaciones personales. Mientras que nosotros nos mostramos indulgentes, olvidadizos, piadosos con la mentira, ellos están al acecho de la falsedad en las conversaciones telefónicas, los e-mails y todo aquel soporte perdurable. Mentir se castiga casi siempre con la máxima pena.

Sin embargo, son curiosamente los americanos los campeones de la mentira. No he visto ningún otro pueblo al que le encante sumergirse más en una buena mentira urdida por un departamento de publicidad, marketing o relaciones públicas. Hasta el americano más ingenuo se siente sabedor de que una mentira bien contada y vivida con autenticidad se transforma en una verdad irrefutable. Es el caso, como cita Seth Godin en su magnífico y entretenido libro All marketers are liars de la fiebre por la comida orgánica que en general ningún estudio concluyente avala que sea mejor para la salud ni más sabrosa. En numerosas ocasiones no sólo el producto no es más saludable sino que el fabricante se permite incluir una lista de ingredientes  que no por   orgánicos dejan de ser más calóricos y en muchos casos más perniciosos para la salud. Es más, si la materia prima orgánica no se consume localmente ni tan siquiera ahorra energía o contribuye a respetar el medio ambiente.






Algo muy similar a lo que sucede a la fiebre por los outlets o las tiendas de descuento, que en una buena mayoría de casos reciben mercancía que grandes firmas, como el caso de Ralph Lauren, fabrican especialmente para este tipo de establecimientos prendas que uno nunca podrá encontrar en Macy’s o Nordstrom.

¿Son más estúpidos los norteamericanos? Yo más bien diría que en la era de la crisis de los relatos, la función que en el pasado, como decía Vargas Llosa en su ensayo La verdad de las mentiras, se encargaba de realizar la literatura para suplementar lo anodino de nuestras vidas, ahora la realizan los nuevos storytellers, es decir, los expertos en marketing y comunicación. A los estudiantes universitarios de hoy en día apenas hay relatos escritos capaz de atraparlos, pero son multitud los anuncios, los videos o las historias de cazagangas cuyas historias son capaces de fascinarles.

El americano sabe que la fantasía, la mentira es imprescindible para la supervivencia y no se avergüenza de reconocerlo. Venga de donde venga, incluidas las firmas comerciales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario