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lunes, 24 de diciembre de 2012

Padres cool

El otro día me encontré a uno de mis estudiantes acompañado de su padre en un barrio de San Francisco, ciudad donde paso las navidades. Fue un encuentro sin nada reseñable salvo por un hecho: el padre resultaba mucho más cool que su hijo. Para que no se me malinterprete, el chaval no pudo ser más educado y cordial de lo que fue, con esa franqueza y efusividad que caracteriza a los chicos americanos. Lo primero que me preguntó y creo que lo único que le importaba, algo sintomático en una generación a la que se supone ensimismada y entontecida por los videojuegos, fue si tenía en mis clases a algunos de sus amigos y si eran buenos estudiantes. Recuerdo que iba vestido con una sudadera de nuestra universidad estatal situada en el centro del estado de Washington y que desde luego nadie conoce por estos lares plagados de chicos que acuden a las universidades de élite.

Recuerdo que su padre contemplaba la escena con cierta distancia pero al mismo tiempo interesado en ver interactuar a su hijo con un profesor. Era un hombre todavía bastante joven, supuse que bien parecido y que exhibía un bien trabajado desaliño que abunda en los reportajes de moda de los suplementos dominicales. Era un hombre cool que en cierto modo no trataba de parecerlo y al que probablemente no se le ha pasado por la cabeza el concepto durante meses. Un hombre que vive en una de las ciudades mejores del mundo en cuyas cercanías se cuecen muchas de las ideas y conceptos que después se convierten en universales y donde hace un tiempo permanentemente primaveral acompañado por su hijo que vive y estudia en un pueblo de la América rural a una distancia mental muy superior a la ya física que les separa y que es únicamente de dos horas en avión.


No es la primera vez que observo este tipo de contraste entre padres e hijos en Estados Unidos en la que teóricamente los hijos llevan las de perder. Una escena que ni se les hubiera pasado por la cabeza a los jóvenes españoles de mi generación para las que los padres llegados de los pueblos en aluvión eran siempre la antítesis de lo cool y a aquello que trataban de evitar parecerse.

Lo más curioso es que para este joven estudiante su padre no tenga nada de cool precisamente porque lo sea demasiado.

Algo ha cambiado.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Pequeña antología de las navidades americanas

Como todo el mundo sabe, las navidades empezaron oficialmente en los Estados Unidos con la iluminación del árbol de navidad que la cadena de grandes almacenes Macy’s realizó en todos sus centros el uno de Noviembre.

Aunque parezca mentira, ya nos encontramos en la recta final. Con mucho, la parte más importante de la navidad es la pre navidad y para cuando llega la navidad de verdad, los americanos empiezan a mostrar síntomas de agotamiento.

Muchas de las experiencias y rituales navideños genuinamente americanos ya tuvieron lugar (os dejo que descubráis vosotros solos sus contradicciones):

La sobredosis de Santa Claus; ir a ver el ballet del Cascanueces de Chaikowsky; escuchar la expresión happy holidays; las guerras culturales por televisión acerca de si debe o no celebrarse la navidad en un país multicultural; asistir a la fiesta de navidad en los colegios rurales en los que siempre se canta alguna canción judía para festejar Januca y el Feliz Navidad de Boney M. en español para hacerlas más inclusivas; las madres que regalan a sus hijas muñecas que se parecen físicamente a ellas compradas en unas tiendas llamadas American Girl donde pueden encontrarse ejemplares de todas las razas y colores y en la que la ropa para vestir a las muñecas cuesta lo mismo que la de vestir a una niña de verdad con ropa de marca (o sea 30 dólares por una camisita); hacer un regalo a algún niño sin recursos al que no se conozca; donar latas de comida para alguna causa benéfica a cambio de participar en algún sorteo; el reparto del periódico en el jardín incluso el día de navidad o de año nuevo; el número especial de la revista Times con los 100 personajes más influyentes del mundo; los partidos de la NBA la tarde del día de Nochevieja; gente haciendo jogging a cualquier hora del día o de la noche; Macy’s, siempre Macy’s; la música de piano de Nordstrom; el amigo ciego de los regalos; esperar colas para devolver regalos al día siguiente de la mañana de navidad; no saber qué hacer con el tiempo los días que nadie trabaja y surfear en el iPad; planear las comidas y las listas de la compra con una anticipación de 7 días; ir al cine del barrio en una sesión matinal; buscar la forma más eficiente de reciclar el empaquetado de los regalos en un trabajo que puede llevar horas; Walt Disney en sus múltiples e infinitas encarnaciones;



Lego, naturalmente; no comerse al día siguiente las sobras de la cena que acabarán finalmente en la basura; ir a un acuario o a un Children Museum cuando uno está desesperado y no sabe qué hacer con los niños; lavar montañas de platos; las cenas que las iglesias o las ONG’s organizan para los desamparados el día de nochebuena y de las que los periódicos se hacen eco al día siguiente; los bancos de comida que trabajan a tope; los días clave en los que el tráfico de e-mails para de repente excepto en el caso de las tiendas que te recuerdan que no has usado sus cupones; las iglesias en las que una vez al año aparecen sopranos maravillosas que cantan Hark! The Herald Angels Sing aunque el papa haya reconocido que no había ángeles cantando en el establo; el olor a nuevo de las cosas…

Y, por último, aunque se que me dejo muchas cosas, a primeros de enero los centros comerciales y los encartes dominicales de los periódicos recordándonos que San Valentín ya está a la vuelta de la esquina.

Feliz navidad a todos

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Religiones paródicas


Como no podía ser de otra manera, el país más religioso de occidente es el país en el que la religión y el estado aparecen más separados y el que da lugar con frecuencia a las reacciones más paródicas hacia la religión.

Una de las más novedosas en los últimos años es el fenómeno de las religiones paródicas que suelen tener bastante éxito armando ruido sobre todo en navidad. Uno de los casos más conocido es el de la religión de El monstruo de los espaghettis voladores (Flying Spaghetti Monster) cuyos adeptos son conocidos como pastafarianistas. Su fe se basa en que el creador guardaba un parecido físico con los espaghettis y las albóndigas (una combinación gastronómica típica en los Estados Unidos). Sus líderes, enemigos de la enseñanza del diseño inteligente y el creacionismo en las escuelas, se dedican a poner en aprietos a los legisladores locales que consienten en exhibir públicamente durante la navidad símbolos cristianos (nacimiento), judíos (menorah de Januca) o anclados en la tradición (árbol de navidad o Santa Claus).



El último incidente ha sucedido en Chester County en el estado de Pensylvannia. Tracy McPherson, líder de los pastafarianistas, arguyó que “nuestra parroquia tiene más de 10.000 miembros, muchos de ellos locales; nuestra iglesia en su totalidad tiene millones. Significaría mucho para nuestra congregación ver nuestra fe reconocida en el espacio público de los juzgados de Chester County de la misma forma que son reconocidas la fe Cristiana y judía.”

Ni que decir tiene que la propuesta (ver foto de los símbolos pastafarianistas) tiene todos los visos de no prosperar, pero la tendencia es a un incremento de las relaciones paródicas cuya lista empieza a ser numerosa: la iglesia de las 24 horas de Elvis, el culto del Mac, el eventualismo, el unicornia rosa invisible, el último juevesismo y un sinfín de organizaciones de parecidas características.

Sospecho que, en un entorno americano posmoderno, la parodia puede ser un instrumento más efectivo para erosionar el pensamiento religioso que el pensamiento ateos que se toman las religiones más en serio que muchos de los devotos.

domingo, 2 de diciembre de 2012

El nuevo sueño americano

En su libro Linchpin, el gurú del marketing Seth Godin se dedica a destrozar el mito de que trabajando duro y respetando la ley puede prosperarse en Estados Unidos o en cualquier país del mundo. Las cosas han cambiado. Para progresar hay que ser artistas, crear productos, ideas o experiencias nuevas. Lo importante es que sean diferentes, impredecibles y que, en mayor o menor medida, cambien a los individuos.

Lo expresa así de crudamente (traducción mía):

“¿Recordáis el viejo sueño americano?

Sus resonancias alcanzaron a millones de personas (en los Estados Unidos y en el resto del mundo). Podría definirse de la manera siguiente:

Mantén tu cabeza agachada

Sigue las instrucciones

Aparece en el trabajo a la hora

Trabaja duro

Cómete marrones

… si lo haces serás recompensado. Tal y como lo hemos conocido, el sueño ha terminado.


El nuevo sueño americano, aquel que los mercados de todo el mundo asumen como cierto, es el siguiente:

Sé relevante

Sé generoso

Crea arte

Sé juicioso

Conecta personas e ideas

… y no habrá más remedio que recompensarte.”
Nota final: Muchos americanos no se han enterado de que lo importante no es trabajar mucho sino bien. Me pregunto porque en una cultura como la nuestra, en la que la etimología del vocablo trabajo deriva de la palabra latina trepalium (un instrumento de tortura), no tenemos este tipo de gurús.

Se ve que estamos demasiado ocupados trabajando o queriendo hacerlo.