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sábado, 18 de mayo de 2013

La obsesión por la maleza


Una de las consecuencias inmediatas de la llegada de la primavera en los Estados Unidos es que los jardines y parques de todo el país, especialmente en zonas semidesérticas o en las que sopla mucho el viento, se llenan de maleza y muy concretamente de la que se conoce como diente de león.

Hay siempre un fin de semana de mayo caluroso en el que el periodo de hibernación invernal se da por terminado definitivamente y uno empieza a ver a la gente en sus jardines con sprays y cavando agujeros para eliminar las malas hierbas de raíz. Los supermercados de repente se llenan de sacos polvorientos y arenosos de fertilizante y herbicidas y el aire se torna amenazantemente alérgico.

La maleza es una de las plagas a las que más temen los americanos y que más ponen en cuestión sus principios de libertad e individualismo. Los vecinos que invierten tiempo y dinero en controlarla miran con sospecha y desdén a aquellos que no lo hacen. Les mandan cartas y correos electrónicos con recomendaciones de productos y proveedores. Nada como el interés individual para promover el espíritu comunitario.




La maleza es el equivalente floral en América a la grasa corporal, a los actos inmorales, a la pereza, a la desidia, a la mentira e incluso a la pobreza, que todavía arrastra algún estigma en estos lares como plasmación material de las carencias espirituales. Algo que hay que erradicar de raíz en el sentido más literal del término y para lo que no hay excusas físicas, económicas o geográficas en el caso de que tu jardín se halle en una intersección o en primera línea.

Si tienes maleza, los vecinos por primera vez se involucrarán en tu vida y cuestionarán tus hábitos, tu personalidad y moralidad.

He conocido personas que por sus creencias o desconfianza en el sistema, no vacunan a sus hijos y no sufren el mismo rechazo que aquellos que dejan la maleza crecer en su propiedad. En el siglo XXI, contagiar la maleza se considera un mal peor que la tuberculosis, la difteria o incluso la obesidad por las que nadie te critica.

De todas las guerras que libran los norteamericanos en el mundo, la peor y la que afecta más la vida de las gentes pasa dentro de casa. Es la guerra contra la mala hierba, más en el sentido literal que figurado.

5 comentarios:

  1. Amén. Lo he visto y padecido desde hace años. La excusa que te dan tus vecinos es que tener un jardin descuidado baja los precios de las casas, de la tuya y de las de tus vecinos, con lo cual tú irresponsabilidad les afecta directamente. Pero es una lucha que cambiará de signo algún día. Hay un movimiento aún minoritario pero creciente de gente que ve el eje del mal en el césped impoluto que huele a herbicida y fertilizante, huele a cáncer, y que requiere gran cantidad de agua para mantenerlo en "perfectas condiciones". La irresponsabilidad y la ignorancia de los dueños de ese césped perfecto clama al cielo. Ese olor a cáncer también lo padecemos los vecinos.

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  2. Un vecino que vive cerca de mi calle personifica la lucha entre la actitud tradicional contra las malas hierbas y el creciente movimiento a favor de "prácticas de jardinería sostenibles". La parte de su cesped que da a la calle parece un jardín botánico de especies autóctonas de malas hierbas. Todos sus vecinos sin excepción mantienen a rajatabla la idea de que todo lo que no sea cesped es un enemigo. La presión que debe soportar este tipo debe ser tan insoportable que a menudo lo veo afanándose en su jardín podando las malas hierbas mas feas y poniendo cierto orden en el resto. Trabajando mas que los demás salta a la vista que lo que intenta hacer en realidad es mostrarle a sus vecinos que si no tiene un cesped impoluto no es por pereza sino por sus creencias. Por supuesto el tipo conduce un Subaru y esta a la izquierda de Obama. El corolario que yo extraigo es que el estado del cesped, que tendía a demostrar los valores morales de sus dueños en la escala tradicional americana, cada vez es mas un reflejo de sus ideas políticas. La prueba es que se ven cada vez mas jardines descuidados en zonas urbanas de aquí en Kentucky, mientras en pueblos pequeños hasta las zonas pobres mantienen un mar de cesped en las mejores condiciones posibles por el "qué dirán".

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  3. Das en el clavo, Antonio. Yo tambien he visto en Portland, Oregon, ese movimiento a contracorriente del que hablas. Veo casas en barrios relativamente lujosos de abogados, pilotos, etc.., con el cesped reseco y plagado de malas hierbas durante el estio. No tienen poblema de presion social, porque la mayoria de la gente en esos barrios se consideran progresistas, ecologistas, medioambientalistas y todos los "sitas" a los que estamos acostumbrados a incluir en el mismo paquete. Las cosas no han cambiado mucho desde que a Tocqueville se le ocurriera criticar en La democracia en America a esa combinacion de libertad, individualismo y plegarse a la fuerza de lo que piensa la mayoria que caracteriza a tantos americanos.

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  4. La presión en Portland habrá cambiado de signo. A ver quién es el guapo que tiene un cespéd impoluto en ese barrio progresista.

    Este post me ha tocado en el fondo. Yo siempre he presumido de hacer lo que creo conveniente sin plagarme a modas y modos de ningún signo. Pero de todas las presiones que recibo para plegarme en todos los ámbitos de la vida ninguna es mayor que el juicio que hacían mis vecinos sobre el estado tirando a "natural" de mi cesped. Las malas caras que me ponía gente que ni conocía eran de foto. Será porque el estado del yard es uno de los pocos elementos de juicio visibles en una sociedad de individuos que tienden a ser muy reservados en cuanto a sus vidas privadas. Por fortuna la gente que se ha ido moviendo a mi zona, mas joven, tienden a hacer lo que yo y ya no recibo esas miradas casi de odio.

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  5. Si, la presión en Portland puede ser muy fuerte acerca de aquella manera en que es conveniente pensar. De todas formas, la presión del pensamiento único en general es, en mi opinión, menos fuerte en América que en España donde abundan los grupos de amigos y profesionales en los que todos tienen la misma ideología y una forma semejante de ver la vida. En ese sentido, nuestro país me sigue pareciendo bastante más gregario.

    Yo también he sentido la censura por no dedicar más de mi tiempo a tener el césped impoluto en una zona del país que tira a desértica. Algunas de mis relaciones con ciertos vecinos, en concreto uno, no se han recuperado y creo que se debe a eso aunque probablemente no sea más que un reflejo de diferencias fundamentales en la forma de pensar.

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