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viernes, 12 de julio de 2013

El riesgo necesario

En Ellensburg los aficionados al tenis no suelen quedar para jugar con una persona determinada. No hace falta conocer a nadie, basta con presentarse a las doce en las canchas de tenis de la universidad que se encuentran a disposición todo el día. Si aparecen ocho personas, se montan dos partidos de dobles. Si aparecen siete, en la otra cancha dos juegan contra uno. Si aparecen cinco, la figura del que sobra se va rotando en el dobles a cada juego. Al principio era frustrante, yo quería saber con quién iba a jugar a tal hora al día siguiente, pero nadie se comprometía. Todo el mundo me decía que hiciera acto de aparición y no me dejarían tirado. De hecho, así es.  Perder el respeto a la incertidumbre, al riesgo aunque sea mínimo y medido es más fácil cuando uno sabe que se da la cooperación entre las personas como entre este grupo de jubilados, profesores de universidad y profesionales que se reúnen a jugar al tenis todos los días sin un plan concreto. Fuera del “negocio del tenis” la relación personal entre nosotros es casi inexistente.

La capacidad de los americanos para copar con el riesgo es, por otro lado, conocida e incluso medida. A finales de los 90, el antropólogo holandés Geert Hofstede entrevistó a los 100.000 empleados de IBM en más de 90 países y llego a la conclusión de que uno de los aspectos que más diferencia a las sociedades es su capacidad para tolerar las situaciones ambiguas. En general, los Estados Unidos y otras sociedades de países fríos salían ganando en este aspecto debido, según otros antropólogos, a que en estas latitudes las dificultades promueven mayormente el espíritu cooperativo entre las personas. Es verdad que hay otros países con alta tolerancia al riesgo, pero son en su mayoría países en vías de desarrollo cuyos ciudadanos viven en situaciones de penuria.

Las sociedades del sur de Europa, entre ellas la española, se caracterizaban por lo contrario, por un afán inveterado por establecer reglamentaciones y códigos que eliminen la ambigüedad. Y ello incluye las relaciones profesionales y personales. De hecho en el mundo empresarial español he escuchado a los managers a veces referirse a tal o cual persona no conocida del todo y preguntar: “¿y ese de dónde sale?” cuando lo que estaban tratando de saber es el nivel social o la ideología política del candidato a un puesto de trabajo para, en caso de que no fuera la previsible, limitar su acceso a la empresa o al grupo.

Es curioso que esta tolerancia a la incertidumbre y al riesgo se combine con aspectos que parecen opuestos como es la tendencia de los americanos a planificarlo todo incluso en su vida familiar y  personal. He conocido gente que planifica las vacaciones con casi un año de antelación, tiene fondos disponibles para aprovecharse de las rebajas de la ropa de invierno en mitad de la canícula y en cuanto te descuidas hay siempre alguien que cuando hay una reunión familiar dibuja un chart con las actividades previstas casi al minuto para el día o la semana. La palabra comité para casi cualquier cosa es el pan de cada día cuando se reúne un grupo de personas.

Los americanos creen en el riesgo, palabra que en esta sociedad tiene una connotación menos negativa que en la nuestra y sin la que les parece que a la vida le falta algo de sal y pimienta. Esta querencia por el riesgo se manifiesta en muchas facetas: la querencia a empezar un negocio aunque se haya fracasado antes, a deshacer y rehacer relaciones, a invertir en el mercado de valores, a ponerse a estudiar una carrera con 45 años y dar un giro completo a la vida o a cambiar de ciudad y amigos.

Supongo que la permeabilidad de los grupos y la idea de que siempre uno puede encontrarse gente lista para ayudar o cooperar en el proyecto que corresponda tiene algo que ver con ello.

2 comentarios:

  1. Seguimos siendo una civilización mediterránea muy apegada al terruño, y así nos va.

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  2. Si, tiene sus cosas buenas indudablemente pero otras cosas que no estaria mal cambiar.

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