España ha sido junto con Italia el país que peores resultados ha obtenido en el llamado informe PISA para adultos
que compara las competencias de la población adulta en comprensión
lectora y matemáticas. Si bien los medios de comunicación españoles han
cumplido su función de denunciar la calamitosa situación de la educación
en nuestro país, nuestros políticos y parte de las otrora llamadas
élites no han estado a la altura, como siempre más preocupados por
cuestiones partidistas que por resolver los problemas.
Los del PP culpan a la LOGSE de todos los males
aunque hayan gobernado en muchas comunidades autónomas que son las que
tienen las competencias en educación. Por otro lado, aquellos que
estuvieron implicados en la aprobación de tal ley dicen que los
resultados son muy positivos, que deberíamos estar satisfechos con ser los penúltimos de 23 países
o que los universitarios españoles tengan las mismas destrezas que los
bachilleres de Japón o los Países Bajos. La misma filosofía que
reivindicaba "la dignidad del cinco" o los valores en la zona media de la tabla que en muchos países se identifican con la mediocridad.
Me ha llamado la atención la diferencia en las reacciones de los políticos norteamericanos
donde nadie ha culpado a nadie de los malos resultados, aunque algo
mejores que los españoles, o que, por ejemplo, el despacho de Associated
Press utilizara el hecho de que los resultados sean casi tan malos como
los de España e Italia para enfatizar el fracaso.
Pero es casi peor lo que no se lee en estos resultados. En
particular, la estrecha correlación entre el nivel educativo y el
trabajo de los padres y el nivel de destreza de los hijos. Es verdad que
España no llega a los niveles de Estados Unidos en estos dos conceptos pero no sale bien parada y está por encima de la media del resto de países de la OCDE.
No es sólo que el factor educativo sea determinante para el progreso
de clase, sino que el propio origen de clase de los padres es también
determinante para la consecución de logros educativos por parte de los
hijos. O como dice en la parte 4 titulada Educación e integración social
del informe España 2012. Una interpretación de su realidad social de la Fundación Encuentro,
que "el sistema educativo funciona en España como un filtro
jerarquizador que predice con eficacia el posterior enclasamiento en
función de los rendimientos y del apoyo familiar".
A este factor habría que añadirle la circunstancia de que, también
según dicho informe, aquellos con un capital social superior, es decir,
con más y mejores relaciones personales, sacan mayor provecho a las
titulaciones y que la devaluación de las titulaciones superiores afecta
más a aquellos procedentes de clases más bajas.
No sólo es que en España un hijo de un directivo o un profesional
tiene muchas más posibilidades de lograr una titulación superior, sino
que una vez alcanzada en igualdad de condiciones, le saca mucho mayor
rendimiento profesional y monetario.
Y las consecuencias de ello no son sólo económicas. En poblaciones
donde existe una amplia base de personas con una educación deficiente o
que trabaja en sectores de baja productividad (como por ejemplo son la
agricultura, la construcción o el turismo) la sociedad civil es también
más débil. Los que se encuentran abajo carecen de vías para ascender y
los ciudadanos se implican menos en el funcionamiento del sistema
democrático (por ejemplo poca gente se asocia o realiza actividades de
voluntariado).
No es sólo que el origen de clase tienda a reproducirse sino que la
gente se desmoviliza para alcanzar otras metas colectivas que cada día
son más necesarias y sólo busca la resolución individual de sus
problemas.
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