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lunes, 28 de octubre de 2013

Diferentes reacciones sobre los resultados del PISA para adultos a ambos lados del Atlántico

España ha sido junto con Italia el país que peores resultados ha obtenido en el llamado informe PISA para adultos que compara las competencias de la población adulta en comprensión lectora y matemáticas. Si bien los medios de comunicación españoles han cumplido su función de denunciar la calamitosa situación de la educación en nuestro país, nuestros políticos y parte de las otrora llamadas élites no han estado a la altura, como siempre más preocupados por cuestiones partidistas que por resolver los problemas.

Los del PP culpan a la LOGSE de todos los males aunque hayan gobernado en muchas comunidades autónomas que son las que tienen las competencias en educación. Por otro lado, aquellos que estuvieron implicados en la aprobación de tal ley dicen que los resultados son muy positivos, que deberíamos estar satisfechos con ser los penúltimos de 23 países o que los universitarios españoles tengan las mismas destrezas que los bachilleres de Japón o los Países Bajos. La misma filosofía que reivindicaba "la dignidad del cinco" o los valores en la zona media de la tabla que en muchos países se identifican con la mediocridad.

Me ha llamado la atención la diferencia en las reacciones de los políticos norteamericanos donde nadie ha culpado a nadie de los malos resultados, aunque algo mejores que los españoles, o que, por ejemplo, el despacho de Associated Press utilizara el hecho de que los resultados sean casi tan malos como los de España e Italia para enfatizar el fracaso.

Pero es casi peor lo que no se lee en estos resultados. En particular, la estrecha correlación entre el nivel educativo y el trabajo de los padres y el nivel de destreza de los hijos. Es verdad que España no llega a los niveles de Estados Unidos en estos dos conceptos pero no sale bien parada y está por encima de la media del resto de países de la OCDE.

No es sólo que el factor educativo sea determinante para el progreso de clase, sino que el propio origen de clase de los padres es también determinante para la consecución de logros educativos por parte de los hijos. O como dice en la parte 4 titulada Educación e integración social del informe España 2012. Una interpretación de su realidad social de la Fundación Encuentro, que "el sistema educativo funciona en España como un filtro jerarquizador que predice con eficacia el posterior enclasamiento en función de los rendimientos y del apoyo familiar".

A este factor habría que añadirle la circunstancia de que, también según dicho informe, aquellos con un capital social superior, es decir, con más y mejores relaciones personales, sacan mayor provecho a las titulaciones y que la devaluación de las titulaciones superiores afecta más a aquellos procedentes de clases más bajas.

No sólo es que en España un hijo de un directivo o un profesional tiene muchas más posibilidades de lograr una titulación superior, sino que una vez alcanzada en igualdad de condiciones, le saca mucho mayor rendimiento profesional y monetario.

Y las consecuencias de ello no son sólo económicas. En poblaciones donde existe una amplia base de personas con una educación deficiente o que trabaja en sectores de baja productividad (como por ejemplo son la agricultura, la construcción o el turismo) la sociedad civil es también más débil. Los que se encuentran abajo carecen de vías para ascender y los ciudadanos se implican menos en el funcionamiento del sistema democrático (por ejemplo poca gente se asocia o realiza actividades de voluntariado).

No es sólo que el origen de clase tienda a reproducirse sino que la gente se desmoviliza para alcanzar otras metas colectivas que cada día son más necesarias y sólo busca la resolución individual de sus problemas.

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