El verano es la estación que más nos recuerda la importancia
de la herencia recibida. En esta época, especialmente si uno visita los mismos
lugares año tras año, se percibe mejor la fuerza del destino.
Uno es más consciente de la continuidad generacional en los
rasgos físicos de las personas que le rodean, de como las aficiones y las
ambiciones heredadas así como el legado material o educativo condicionan la
escasez o prosperidad futura de la progenie. En verano se ve con más claridad
que los que tienen padres más guapos o más altos, son más guapos o más altos y
salen con chicos y chicas más atractivos, que los que tienen padres más ricos
tienen mejores coches, comen en mejores restaurantes o llevan mejores ropas o
equipamiento deportivo.
Es el momento del año en que uno tiene conciencia de que, a
pesar de lo que nos dice insistentemente la cultura liberal o los libros de
autoayuda, la importancia de la predestinación en las personas es mayor de lo
que parece. Que escapar al dictado del destino es más peliagudo de lo que se ha
dicho.
Siempre habrá quien nos diga que no es así, que las
dificultades son buenas, que el underdog
puede ganar, como hace Malcolm Gladwell en su libro David y Goliath cuya tesis principal es que las dificultades
y los handicap son, en muchos casos, una ventaja. Es un libro lleno de
historias de disléxicos que triunfan en los negocios, de profesores con clases
superpobladas que consiguen grandes resultados académicos, de chicos que
pierden a su padre en temprana edad y llegan a presidentes de Estados Unidos,
de hombres que crecen en las más extremas condiciones de pobreza y logran
convertirse en oncólogos de categoría mundial, de muchachos bajitos que se
convierten en campeones de baloncesto. Gladwell cuenta historias de personas
concretas que triunfan a pesar de los handicap, sabedor de que a los
norteamericanos les gusta la historia del muchacho enclenque y debilucho que se
convierte en estrella del fútbol americano como en Rudy. Por eso vende
cientos de miles de libros que son esperados por ansiedad. Consigue que nos
creamos que lo excepcional tiene algo de regla.
Si con algo hay que quedarse del libro es con la lección que
extrae de la victoria del frágil David sobre el fornido Goliath. David vence a
Goliath porque elude el contacto físico, la guerra de puños y en su lugar
utiliza una entonces innovadora tecnología que altera completamente las reglas
de la pelea entre individuos que existían hasta entonces.
Hoy los davides modernos son los jóvenes explotados o a los
que ni siquiera se les da la oportunidad de trabajar 10 horas por 800 euros.
Les invito a que no se resignen a jugar con las reglas que les han dado, a que
alteren la estrecha geografia del tablero español marchándose a cualquier lugar
del ancho mundo donde puedan reinventarse, donde el pasado no sea una losa
pesada, donde a sus titulaciones de universidad pública se les otorgue el
beneficio de la duda, donde como te apellidas no otorgue un valor añadido,
donde la edad sea hasta cierto punto una anécdota, donde la falta de
experiencia laboral no sea un estigma sino un acicate, donde el reciclar los
conocimientos no se perciba como un sufrimiento inútil sino como una
oportunidad.
Comportarse como David no les garantizará la victoria pero si
al menos la pequeña satisfacción de no
dejarse humillar por tanto Goliath de pacotilla.
Gracias César. Hoy especialmente lo necesitaba.
ResponderEliminarUn saludo.
Lo necesitabas? Suena enigmático, Antonio.
ResponderEliminarCésar
Me refiero a lo de seguir adelante. Hay días que todo parece volverse en contra.
EliminarNo sabes como te entiendo.
ResponderEliminarPrecioso articulo. Felicidades
ResponderEliminarGracias, Miguel.
ResponderEliminarUn saludo,
César
Me encanta tu blog y es fantástico. No dejes de escribir que me alegras las mañanas! Gracias
ResponderEliminarGracias, Pedro. Me alegra oirlo porque a veces pienso que es demasiado crítico y pesimista.
ResponderEliminarUn saludo.
En absoluto, es esperanzador y positivo. Es el blog que llevaba buscando mucho tiempo. Sigue así! Gracias!!
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