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jueves, 28 de abril de 2016

Una generación de socialistas a los que no gustan los Kellogg's para desayunar

Se dicen muchas cosas sobre los millenials y la mayoría negativas. Que si son indolentes, que no tienen ética del trabajo, que no leen, que tienen la piel muy blanda o que se lo tienen demasiado creído. No son solo los baby-boomers o los de la generación X los que les critican, sino que con cierta frecuencias son ellos mismos los que lo tienen hasta cierto punto asumido.

Para más inri, en Estados Unidos corre la leyenda de que es la primera generación que no tiene miedo al socialismo como concepto, el fuerte apoyo que disfruta Bernie Sanders es una buena muestra de ello, e incluso de que son los primeros americanos de la historia que desprecian los cereales en el desayuno. Pecados mortales ambos.

Son, sin embargo, no tanto el futuro como el presente de América. Acaban de superar en número a los durante tiempo hegemónicos baby-boomers y están empezando a ocupar puestos de responsabilidad ya que se puede ser millennial y tener 38 años (esta generación engloba a todos aquellos nacidos entre el 81 y el 97).

El reciente estudio publicado por Pew Research Center revela una generación más diversa y progresista, rasgo que básicamente viene a confirmar que el mundo en su mayoría camina en una única dirección hacia sociedades desacralizadas, escépticas, ecológicas, individualistas e igualitarias.

Pero más allá de lo que revelan estos lugares comunes de los medios de comunicación, lo cierto es que la fuerza numérica de esta generación ya está empezando a cuestionar al menos dos axiomas que están hacienda la vida casi imposible a mucha gente.

Primero, aquello de “el que el que quiera ir a la universidad que se lo pague” que tanto gustaba al contribuyente norteamericano, ya no sirve y quebranta el principio de igualdad de oportunidades. La educación superior es el equivalente a la secundaria de hace cincuenta años y, por tanto, la idea de que recibir una educación es una opción más, es un viejo paradigma que ya no sirve. En pocos países la educación superior es más clasista y tiende más a perpetuar el status quo que en Estados Unidos.

Segundo, la idea incuestionada de que la eficiencia y la productividad están reñidas con la calidad de vida. En este sentido, estoy de acuerdo con el artículo de The Atlantic que vaticina un cambio de la cultura laboral gracias a los valores de los millennial. No nos engañemos, la sociedad se ha feminizado pero el mundo laboral se ha endurecido hasta extremos insospechados debido a la fuerza del dato y la cultura de la rendición de cuentas (accountability) por todo y ante todo . Llamémoslos los valores baby-boomers que los de la generación X no se sintieron con autoridad para cuestionar.

El artículo anticipa empresas eficientes pero más humanas en las que incluso las temidas revisiones anuales (annual reviews) sean sustituidas por otros métodos que no hagan sentir en los empleados el temido agujero en el estómago como por ejemplo recibir feedback con más frecuencia. ¿Valores millenials? Si queremos poner etiquetas puede valer esa denominación, pero lo importante es que estaríamos hablando de humanizar el trabajo.


Si los millenial consiguen estas dos cosas, les sobra el socialismo.

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