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martes, 10 de mayo de 2011

Eventos

El otro día vino a mi oficina un colega para pedirme que firmara una tarjeta de felicitación y aportara la voluntad para regalar algo a Crystal, la secretaria del departamento. Al preguntar si se trataba de su cumpleaños, este colega me dijo que no, que el motivo era que era el día de las secretarias. A mi eso del día de las secretarias me sonó a cachondeo pero él, muy serio, me dijo que si, que era verdad. Así que firmé, ya que después de todo Crystal es una chica estupenda, y continué con mi trabajo. Yo seguía con la duda de si habría sucedido algún incidente y la acción era una forma de levantarle la moral. Al poco vi desde la ventana de mi oficina al jefe de departamento con un ramo de flores salir de su coche. La anécdota me hizo pensar acerca del por qué de mi sorpresa y poco después empecé a encajar las piezas.

Pensé en el significado de la palabra evento, que en inglés tiene unas cuantas acepciones más que en español pero en cuyo uso habitual domina aquella que lo define como un acontecimiento especial o señalado. Esta definición también se ha impuesto en el uso común del español que originalmente entendía evento como un algo que acontece más o menos imprevisto. Pues bien, me recordó la importancia que los eventos tienen en la psique de los americanos. Los americanos construyen grandes eventos de sucesos que para nosotros evocan burocracia, rutina, un incordio, cuando no un hecho predecible, y a veces desagradable, que hay que pasar.

Algunos ejemplos que se me ocurren son las ceremonias de graduación (no solo comunes en las universidades sino también en la enseñanza primaria y secundaria); los cumpleaños, cuya organización no solo implica unos cuantos correos electrónicos o llamadas telefónicas sino toda una parafernalia de invitaciones por correo y tarjetas de agradecimiento posteriores a cada uno de los asistentes por venir y por los regalos; las baby showers o reuniones que las amigas de aquellas que van a dar a luz organizan previamente al parto también con un enorme despliegue logístico de regalos, fotos y atracciones; o los entierros o celebraciones en los que los familiares mas allegados dedican un homenaje público al protagonista que, con frecuencia, es un discurso muy bien preparado. Los americanos nunca pierden la oportunidad de enaltecer un acontecimiento o tomar una buena instantánea. El día de la policía, el día de la tierra o el día del agua se toman muy en serio y no solo por gente que trabaja en oficinas de relaciones públicas. Al americano más que a nadie le gusta sentir que le esta tocando vivir algo especial. Y no veo que puede tener de malo.

1 comentario:

  1. César, enhorabuena! Me parecen interesantísimas todas las anécdotas y experiencias que compartes con nosotros y que nos permiten acercarnos -en mi caso desde este lado del océano, España- a la realidad y el día a día de los norteamericanos.

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