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martes, 27 de septiembre de 2011

El español (I)

Existe un gran optimismo en España en lo que se refiere a la pujanza del español en Estados Unidos, país que parecería destinado a convertirse en el centro de gravedad de la cultura en español en el próximo siglo. Aunque algunas razones de peso permiten sostener esa argumentación, lo cierto es que hay numerosos factores que apuntan en la dirección contraria, es decir, hacia una paulatina decadencia de la importancia de la lengua española en este país. Me permito apuntar tres de ellos: los patrones de integración de los hispanos en la sociedad norteamericana, la disminución del flujo migratorio y, sobre todo, la falta de prestigio del español.
Ciertamente los datos demográficos parecen dar la razón a aquellas visiones mas optimistas acerca del futuro de nuestra lengua. Los últimos datos del censo de Estados Unidos indican que la cifra de hispanos es de 42,7 millones, un 14 por ciento de la población total, y que éstos constituyen la minoría de mas rápido crecimiento. Las predicciones apuntan a que si el ritmo de crecimiento de este segmento de la población se mantiene, los hispanos serán un 24 por ciento de la población en 2050.
Sin embargo, sería un error quedarse en las cifras ya que están basadas en tendencias que se mantendrían constantes a lo largo del tiempo, algo que parece que no va a producirse en el futuro por distintos motivos. Si bien es cierto que el número de hispanohablantes ha crecido en las últimas décadas a un ritmo exponencial –el numero de hispanos en 1990 era la mitad que en la actualidad– no es menos cierto que ello se ha debido a la relativamente reciente emigración masiva de latinoamericanos y, muy especialmente, mexicanos (un 40 por ciento de la población hispana de los Estados Unidos ha nacido en Latinoamérica).
Un dato a tener en cuenta es que el número de hispanos no se corresponde con el de hablantes del español que es de 31 millones de habitantes, un 25 por ciento menos que el total de la población de origen latino. Es relativamente sencillo comprobar la incomodidad y dificultad que sienten las segundas generaciones de hispanos al hablar un español que en la mayoría de las ocasiones han aprendido casi exclusivamente en casa y distan mucho de escribir correctamente. En el caso de la tercera generación, siguiendo la tradición integradora de otros grupos étnicos en Estados Unidos, el español se ha convertido en una reliquia del pasado. La excepción a esta tendencia podemos encontrarlas en aquellas zonas donde los hispanos forman una mayoría relativa como California o Texas, cuya población hispana supone aproximadamente la mitad de todo el país, convertidas en autenticas comunidades bilingües aunque bien es cierto que los segmentos más dinámicos de la misma tienden rápidamente a adoptar el inglés como primera lengua tanto en estas zonas como en el resto del país.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

'Stories'

Paseando por el campus de la universidad, observo que durante el verano se ha puesto en marcha una nueva campaña para reforzar el orgullo de pertenecer a Central Washington University entre los estudiantes. La campaña consiste en un conjunto de banderines distribuidos a lo largo del campus en el que una serie de antiguos alumnos de Central aparecen retratados en ropa de faena en el desempeño de su profesión. La campaña incluye entre otros a un entrenador de la NFL (Liga de Fútbol Americano), un astronauta, una investigadora o un piloto militar. Los banderines contienen la pregunta, What did you do today?, invitando a los universitarios a que se esfuercen en la persecución de sus metas (por supuesto con la ayuda de Central). Es, sin más, una forma de inspirarles para que cada uno de ellos construya la historia de sus vidas alrededor de una ocupación relevante.

Leo en el libro Storytelling de Christian Salmon que un estudio de Peter Brooks, un profesor universitario británico que ha enseñado en Estados Unidos bastantes años, había contabilizado hasta diez veces el uso de la palabra story por George W. Bush en uno de sus discursos durante su periodo de presidencia. Asimismo, George W. Bush no era recatado a la hora de presentar a los miembros de su equipo como gente cada uno de los cuáles “tiene su propia historia que es única, historias que cuentan realmente lo que América puede y debe ser”. Al mismo secretario de Estado, Colin Powell le presentó como “una gran historia americana”.

Y es que el americano “mata” por tener una historia que contar. Esta obsesión tiene a veces la ventaja de que les hace plantearse retos y desafíos de los que con frecuencia también se beneficia el resto de la humanidad. Creo que a todos nos vienen algunos ejemplos a la cabeza. Pero por supuesto, esto no siempre es así y los desafíos son meramente personales como el del antiguo compañero de clase de mi amiga Pamela que decidió recorrer a nado el Estrecho del Bósforo en Turquía sin ser un nadador especialmente dotado ni tener una conexión especial con este país. Posiblemente para este amigo, al que Pamela había reencontrado después de 25 años en una reunión de antiguos alumnos de high school, lo importante de este relato no era tanto el hecho en sí, después de todo poco más que una curiosidad, sino que constituía una relato capaz de dar sentido a su mundo durante algún tiempo en un contexto social que exige tener una historia vital que contar para tener éxito profesional o reconocimiento social.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Public diplomacy

Hace algunos meses asistí a la presentación que la responsable del Centro para Estudios en Español, un organismo dependiente de la embajada de España en Estados Unidos, realizó a un grupo de estudiantes universitarios norteamericanos de mi universidad para explicarles las actividades del centro en la promoción del español. Cuando, en un momento determinado de la charla, la presentadora -sin duda una persona eficiente, simpática y preparada- se vió en la tesitura de explicar como era la vida en España con el fin de motivar a los estudiantes para alistarse como profesores de inglés en escuelas españolas, no dudó en recurrir a una retórica que cuando menos resulta discutible en boca de un diplomático. Por ejemplo, para ilustrar la buena calidad de la vida diaria en España se refirió a la todavía extendida costumbre de la siesta a mediodía después del trabajo, a la existencia de múltiples puentes en el calendario o a la costumbre del aperitivo (alcohol incluido) antes de comer. Sin ánimo de sermonear, falta de ética del trabajo e indolencia no parecen necesariamente las mejores cualidades que proyectar para un país que se pretende moderno en un entorno universitario. Esta experiencia me recordó lo mal que los españoles explicamos España a las audiencias extranjeras y que particularmente en Estados Unidos tenemos un problema serio de imagen.

Quizás valga la pena fijarse en lo que están haciendo los propios norteamericanos para mejorar su imagen en el exterior, un asunto particularmente importante en este país particularmente después del 11-S. Por razones obvias, en Estados Unidos no existe la necesidad de campañas para potenciar la imagen de sus empresas en el exterior como si existe en España. Sin embargo, si existe el concepto de public diplomacy en lo que se refiere a la proyección exterior de la imagen de los Estados Unidos. Este se basa en la creencia de que los norteamericanos de cualquier tipo y condición necesitan explicar al resto de los países cual es su visión del mundo y sus valores, acerca de los cuáles existe una clara unanimidad de que son la democracia, el individualismo y la libertad.

Puede discutirse si la diplomacia pública norteamericana, principalmente centrada en la acción del Departamento de Estado, ha fracasado durante los últimos años en explicar la realidad norteamericana al resto del mundo. Existen indicios de que ha sido así. Lo que no todo el mundo sabe es que se llevan años tomando las medidas correctoras para que ello no sea así en un futuro. La idea de que las empresas y los individuos norteamericanos tienen el deber y el privilegio de ser embajadores de su país lleva tiempo cobrando fuerza no sólo en círculos universitarios sino en la sociedad en su conjunto. El hecho de que la percepción que el resto del mundo tiene de Estados Unidos no debe forjarse únicamente desde las altas esferas de la diplomacia sino como un lobby ciudadano en el que todo individuo es un potencial portavoz de los valores que representa su país. A ello se refirió también el presidente Obama en su último viaje a Europa cuando dijo que America estaba cambiando.

Pero, en lo que se refiere a España, ¿tenemos los españoles un mensaje que transmitir? ¿Sabemos cuáles son nuestros valores?

viernes, 9 de septiembre de 2011

Confianza

Realizar un seguimiento de las ruedas de prensa de los jugadores durante el Open de Tenis de los Estados Unidos constituye una buena manera de apreciar las diferente manera de construir la confianza en uno mismo de los jugadores norteamericanos y los europeos o los latinoamericanos. Mientras que Nadal no ha tenido reparos en afirmar que de un tiempo a esta parte le falta confianza en sus golpes o Del Potro se ha permitido mencionar sus problemas físicos, nunca escucharemos a un solo tenista estadounidense mostrar signos verbales de flaqueza. Andy Roddick, el tenista bandera estadounidense hasta hace poco y en lento pero firme declive, ha insistido desde el principio en el buen momento de forma en que se encontraba y la confianza que siente en el torneo. Este es el caso de otros tenistas estadounidenses menores.

Para un americano mostrar confianza aunque no la sienta es un modo de adquirirla y proyectarla hacia los demás. Esta es una noción que se aprende desde edades tempranas hasta por los alumnos menos aventajados y que el resto del mundo ha imitado en buena parte mediante los libros de autoayuda. Fuera del mundo corporativo la vemos con peores ojos. Para terminar de decirlo todo, un factor que redime a los americanos en este aspecto es que no sólo se ensalzan a si mismos sino que son extraordinariamente generosos con los demás por lo que la excesiva confianza no se percibe como síntoma de arrogancia. Esta es probablemente la causa por la que el propio Nadal o David Ferrer, elogiados numerosas veces por el jugador americano, se deshacen en elogios hacia Roddick y destacan su nobleza.



martes, 6 de septiembre de 2011

Aeropuertos

Aunque es lugar común decir que todos los aeropuertos son iguales como ejemplo de la uniformización creada por la globalización, habría mucho que discutir acerca de ello. Uno sabe que está en América desde que pisa sus aeropuertos y accede al control de pasaportes. El olor a la moqueta, la humedad que se respira en muchos de ellos durante la temporada estival atravesando el finger y las sensaciones olfativas de los puestos de comida rápida son típicamente americanos. También lo son la enorme cantidad de personas con Smart Phones, portátiles y Kindles que utilizan los aeropuertos como oficinas móviles mientras ingieren un café o refresco en vaso de plástico. El trato carcelario que se dispensa a los recién llegados por parte de los vigilantes de seguridad y funcionarios de aduanas constituye también otro rasgo de identidad que al visitante provoca cierta irritación pero también, una vez pasado, otorga un mayor valor relativo a pisar suelo americano.

Mirando a las pantallas de cualquier aeropuerto medio americano uno se explica la insularidad que muchos norteamericanos sienten respecto al mundo. Uno ve los cientos de destinos en el mismo país conectados a sólo unas horas a pesar de la distancia donde la gente hace turismo, negocios y visita a la familia. También entiende que a pesar de ser el país más rico del mundo nadie eche de menos la existencia de trenes de alta velocidad, un asunto (el de recorrer grandes distancias entre ciudades en un corto espacio de tiempo) que ya resolvieron hace mucho gracias a una tupida red de aeropuertos que abarca hasta pueblos bastante remotos como el mío, Ellensburg.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Juan Cabrera, autor del blog 'Desde la perplejidad', da su opinión sobre American Psique

El periodista Juan Cabrera, autor del blog sobre libros Desde la Perplejidad, ha realizado una extensa crítica del libro American Psique (ed. LoQueNoExiste), publicada en su bitácora el pasado 29 de agosto.

Cabrera destaca que César García, autor de American Psique, evita los prejuicios habituales que los españoles tenemos acerca de los estados Unidos e "intenta ir más allá para darnos una visión diferente y más enriquecedora".

"César García captura la atmósfera (de origen religioso y de fuerte componente moral) que los americanos respiran, ese clima, invisible para mucha gente e incluso para los propios americanos, que facilita la confianza en el prójimo, la amabilidad y el buen trato en las relaciones, el asociacionismo, el respeto a la ley, a las reglas del juego y a las opiniones de los demás, y un civismo que se manifiesta en un cuidado exquisito de lo compartido. Ese clima, en fin, difícil de percibir por lo omnipresente que está, que engrasa las relaciones sociales y mantiene el extraordinario dinamismo de los americanos y su incombustible optimismo antropológico. Y lo hace mientras nos habla del universo micro de la universidad en que trabaja, de los ambientes de trabajo en que se desenvuelven sus conocidos o de las actividades que se organizan en su vecindario", destaca el periodista.

Podéis leer la crítica completa en el link que aparece debajo.
American Psique en Desde la Perplejidad.

¿Qué opináis vosotros sobre las diferencias entre estadounidenses y españoles? ¿Podemos aprender unos de otros?