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lunes, 6 de febrero de 2012

El tenis y la psique americana

Después de leer Rafa, my story de John Carlin y seguir bastante de cerca el desarrollo del Open de Australia de tenis cada vez estoy más convencido de que el tenis está hecho a la medida de la psique norteamericana. Aunque el tenis americano ahora este en horas bajas, lo cierto es que ningún otro país ha cosechado en el pasado tantos éxitos en este deporte como los Estados Unidos. Y el hecho de que los españoles han dominado este deporte durante la última década me hace concebir esperanzas de que no hay nada escrito acerca del carácter inalterable de los pueblos.

Para empezar el tenis es probablemente el deporte más individualista que existe, en el que el que se experimenta una mayor soledad que pone a prueba al deportista durante un largo periodo de tiempo expuesto a una multitud. Por algo no resulta difícil ver a los jugadores hablar, hacer comentarios, enfadarse y reírse solos en medio de la pista en los transcursos de los partidos. El tenis provoca unas sensaciones muy distintas al deportista que, por ejemplo, el fútbol en el que el espíritu cooperativo que debe imperar hace que, en muchos casos, se diluyan las responsabilidades. Unas sensaciones no muy distintas a las que se han asociado históricamente con la figura del cowboy, único responsable de su destino, que discurre durante meses por las vastas extensiones del oeste americano o con el mas actual personaje del entrepreneur (empresario) que – a lo Bill Gates o Steve Jobs – da la impresión de ser capaz de poner en marcha el sólo proyectos megalómanos. No en vano, según el antropólogo holandés Geert Hofstede que en los años 90 entrevistó a mas de 100.000 empleados de IBM en todo el mundo con el objetivo de entender mejor como difieren las distintas culturas entre sí, Estados Unidos lidera la clasificación de los países mas individualistas del mundo. Y para botón de muestra, no por accidente el inglés es el idioma en el que la primera persona (I) se escribe con mayúscula (tampoco por accidente los siguientes países en esta clasificación de los más individualistas son anglosajones: Australia, Canada y Gran Bretaña).



Leyendo Rafa, libro sobre tenis pero, junto a Winning ugly de Brad Gilbert, sobre todo de mental warfare (dureza mental), uno se da cuenta rápidamente de que el tenis es sobre todo un deporte del olvido, donde el jugador para tener éxito debe aprender a dejar atrás en la memoria constantemente las pifias que acaba de hacer en el punto anterior y a concentrarse en el siguiente punto, es decir, en el futuro. Los mejores jugadores, como Nadal y ahora Djokovic, son los que consiguen puntos espectaculares después de fallar pelotas inverosímiles o que pueden costarles el partido. Esta mirada hacia el futuro también se refleja en que, cuando las cosas les van medio o incluso muy bien, son capaces de transformar y hacer evolucionar su juego a medida que sus rivales hacen lo mismo. Nadal ha tenido que aprender a hacer su juego mas ofensivo y acortar los puntos si desea tener una carrera mas larga y tener alguna posibilidad en los torneos largos contra jugadores como Djokovic que sabía (y sigue sabiendo) como neutralizar su juego defensivo de largos peloteos abriendo ángulos con su revés a dos manos. Djokovic ya trabajó, entre otros muchos aspectos, la dureza mental que hace que ya no se descomponga, blasfeme y rompa raquetas cuando comete fallos. Por eso ganó a Nadal en el Open de Australia. En suma, los jugadores de tenis se reinventan constantemente y tratan de superar el pasado, justo lo que muchos norteamericanos que cambian de ciudad, trabajo y mujer todos los años (hasta la crisis aproximadamente un 20 por ciento de ellos se mudaban de estado cada 12 meses) solían hacer.

Estudiando las taxonomías culturales de Hofstede uno aprende que los Estados Unidos son un país de valores profundamente masculinos en los que no ha lugar a las medias tintas con respecto al lugar que uno ocupa en el mundo. El sentimiento de autoafirmación, la comprensión de que uno tiene éxito o fracaso (aunque naturalmente la mayoría se muevan en amplias zonas grises) permean a toda la sociedad por igual a pesar del contrapeso que teóricamente debería ejercer el colectivismo del pensamiento cristiano. Un sentimiento que se da por igual en el deporte de la raqueta, pura suma cero, en el que el éxito del contrario es mi derrota y viceversa. Aunque a los americanos se les enseña a valorar y a trabajar en equipo en la escuela y la universidad, sus metas son siempre individuales y el reconocimiento, a través de multitud de premios, tiene siempre un rostro con nombre y apellidos. No por casualidad el uso de términos como winner y loser es habitual en este país mientras que sus equivalentes en español, ganador y perdedor, nos suenan algo artificiosos.

Por ultimo, siguiendo el guión marcado por Hofstede, el americano ha sido educado para copar con lo inesperado, lo no escrito en el guión, concepto que el antropólogo holandés identifica como la predisposición para exponerse a circunstancias inesperadas. Al igual que el jugador de tenis es consciente y debe estar preparado para sufrir bastantes lesiones durante su carrera, parar de jugar si se pone a llover durante el partido y tener que suspenderlo antes de que amaine, quedarse esperando en el caso de que el jugador contrario puede necesitar los cuidados del masajista o, como en el partido entre Nadal y Federer en Australia, aceptar que puede empezar una traca de fuegos artificiales de diez minutos con motivo de la fiesta nacional que haga detenerse el match, asimismo el americano no le teme a los riesgos derivados de los vaivenes de la vida. Por eso a muchos de ellos no les preocupa en absoluto que el sistema de salud sea el único privado de todos los países industrializados, una situación que pone en clara desventaja a aquellas personas nacidas con una salud regular, se meten en lo que a muchos españoles les parece el farragoso y estresante mundo de crear una empresa, o han invertido y siguen invirtiendo en bolsa como la mejor manera de cuidar de sus ahorros. Aunque a los españoles les gusta presumir de saber improvisar, lo cierto es que nos asusta lo inesperado y por eso nos gusta vivir en una sociedad en la que hay un exceso de reglas y códigos para todo, tanto en el mundo laboral como en las relaciones personales.

Y si ahora somos buenos en el tenis – se habla y con razón de una escuela española de jugar (Courier, el capitán norteamericano de Copa Davis tras la ultima derrota de su equipo frente al español la definió como de “un tenis cerebral”) no hay que perder la esperanza de que podamos transformar nuestra mentalidad en muchos otros aspectos.

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