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domingo, 12 de febrero de 2012

El mundo será de los nerds o no será

La semana pasada el diario El Mundo quiso recabar mi opinión acerca de la existencia o no de un paralelismo en la cultura norteamericana de la figura del empollón celtibérico. Lo primero que me vino a la cabeza fue la imagen del nerd, es decir, del chico adolescente con problemas de acné que obtiene buenos resultados académicos pero que es un inadaptado social. Todo un clásico de la mitología popular norteamericana y del cine teenager. Sin embargo, a decir verdad, equiparar empollón a nerd hace un flaco favor a este último concepto que se antoja bastante más complejo y definitorio del concepto de excelencia que tienen los americanos.




No sería tan tonto como para afirmar que ser un nerd a secas sea el modelo a seguir por los universitarios americanos. La cultura hedonista del capitalismo de consumo es la misma en todo el mundo y, por tanto, en América, como en el resto del mundo, el valor mas preciado es con mucho el de convertirse en objeto de deseo sexual a través del atractivo físico o del éxito profesional que suele ir ligado a un alto poder de compra (un psicólogo de Northwestern University estima que, en una ciudad como Nueva York, compensar un centímetro de estatura en términos de atractivo físico requiere 40.000 dólares mas renta)

Mas allá de lo anecdótico, lo cierto es que la existencia de películas como The revenge of the nerds (1984) demostró la existencia de un orgullo nerd y de que, de alguna manera, ser nerd podía ser algo cool como de alguna forma lo habían demostrado los gays (otro colectivo marginado en el pasado) anteriormente. De hecho, una diferencia importante de la cultura norteamericana con respecto a la española es que ser nerd forma parte de lo que se entiende como buena vida mientras que en España ser nerd es poco menos que un pringado sin mucho talento que se ha pasado demasiadas horas metiendo codos a cambio de vagas promesas.

En América el nerd puede ser parodiado en ocasiones pero es sobre todo reconocido. Los sistemas de premios abundan en las escuelas y las universidades. No me refiero solamente a becas monetarias, en España el criterio principal para acceder a ellas ha sido la renta, sino sobre todo al premio del reconocimiento, al cual en España parecemos no darle ningún o poco valor. Mi hijo va a segundo curso, no son esas edades para grandes hazañas académicas, sin embargo en su escuela pública todos los meses se concede un premio al mejor estudiante del mes a partir de primer curso. La mención y el galardón se realiza en una convocatoria matinal que tiene lugar a las 8 y media de la mañana y a la que todos los niños acuden. No hay regalo en especie, la mera mención pública es suficiente para estimular al niño y enorgullecer a los padres.

Tal y como decía en la entrevista, a mi me parece que la denigración del nerd en la cultura española tiene que ver con factores culturales antropológicos y también, digamos, de la cultura política. Respecto a los primeros, yo diría que es propia de una cultura que no valora el riesgo y no confiamos los unos en los otros. Tratar de ser excelente, ser un nerd, supone la incertidumbre de que el esfuerzo que estamos poniendo en ser excelentes se vea recompensado algún día. Un americano no tiene dudas de que será así pero los españoles somos mucho más fatalistas al respecto. De la misma forma, es difícil que valoremos el reconocimiento por los méritos cuando el nivel de confianza de las personas en las organizaciones es bajo, siempre pensamos que los premios se otorgan por razones ajenas al mérito o por intereses personales aunque no sea así siempre.

Un factor añadido es el del igualitarismo propio del pensamiento socialista español que ha terminado por impregnar a todas las ideologías, incluido al PP aunque diga lo contrario. Ha hecho creer a la gente que la igualdad es un fin en si mismo y no un punto de partida para que las personas, las cuales no son iguales ni mucho menos, cultiven y desarrollen sus capacidades y, si es preciso, marquen diferencias. La reverencia del norteamericano al poder del individuo siempre les ha protegido de ello.

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