Sin embargo, un asunto que se suele soslayar con frecuencia es la imbricación y admiración mutua que se profesan el mundo de la empresa y las organizaciones religiosas en este país. En su libro titulado en España “Sonríe o muere: Trampa del pensamiento positivo”, Barbara Ehrenreich habla de como numerosos pastores, sobre todo de las denominadas megaiglesias, han recurrido a la ayuda de consultores de management y gurús para potenciar sus iglesias con una perspectiva muy similar a la que tienen las corporaciones que piensan en términos de nicho de negocio y clientes. Incluso las confesiones más recatadas con este tipo de enfoques, como puede ser la iglesia católica, se permite, en el caso de las parroquias relativamente numerosas, disponer de personal dedicado a las relaciones públicas y al fundraising responsable de pensar y gestionar eventos de interés para los fieles que permitan incrementar la capacidad recaudatoria de la organización. Fruto de esta profesionalización es que existe un importante nicho de profesionales muy calificados dedicados a la comunicación de carácter religioso al igual que existe para la medioambiental, de temas de salud o a las relaciones con los inversores. En los procesos de selección de profesorado que he realizado, no es infrecuente que algunos de los postulantes hayan realizado este tipo de trabajo. Esta identificación también tiene una plasmación externa: los lideres de las megaiglesias disponen de un cuidado argumentario con mensajes motivadores que llegan a los fieles a través de ceremonias televisadas, bestsellers y entrevistas. Muchos de ellos cuidan la imagen, suelen llevar trajes de excelente corte, igual o más que un Consejero Delegado de una gran empresa.
Pero, como he dicho, este es un camino de dos direcciones porque las empresas americanas también han hallado en las iglesias una fuente de inspiración. Tal y como señalaba un artículo publicado en The Economist sobre este tema hace tiempo, los gurús del management reconocen que las iglesias son ejemplares en la manera que tienen de motivar a los empleados y al voluntariado como una manera de mantener los costes bajos y lograr la sostenibilidad mediante el sucesivo reclutamiento por parte de los propios fieles siempre dispuestos a realizar el apostolado. Algunos de sus líderes, como Rick Warren, son invitados a Davos o por el propio presidente Obama a participar en los actos el día de la toma de posesión como presidente.
Sin embargo, como se encarga de recordarnos Ehrenreich, hay una diferencia importante entre las megaiglesias y las corporaciones. Las megaiglesias no despiden a nadie ni echan broncas aunque uno no se presente a los servicios o falle a sus promesas. Siempre hay una segunda, tercera, cuarta, quinta, y así sucesivamente, oportunidad. Su fachada puede parecer la de una empresa – de modo ilustrativo muchas de ellas tienen las sedes en rascacielos – pero por dentro, con todas las matizaciones que uno quiera, reinan el amor y el perdón.
Quizás eso sea la verdadera Responsabilidad Social Corporativa y todo lo demás malos sucedáneos, algo que no está al alcance de Microsoft, de Apple, de Google, de Coca-Cola y de ningún otro employer of choice.
Quizás eso sea la verdadera Responsabilidad Social Corporativa y todo lo demás malos sucedáneos, algo que no está al alcance de Microsoft, de Apple, de Google, de Coca-Cola y de ningún otro employer of choice.
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