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domingo, 22 de abril de 2012

El resto del mundo

La palabra overseas suele aparecer mucho en las conversaciones cuando los americanos se refieren a experiencias o viajes que han realizado por otras partes del mundo. Literalmente, viene a significar ultramar, al otro lado de los mares. Sin embargo, yo he escuchado a gente utilizar este palabra incluso para aludir a países vecinos como México o Canadá. De alguna manera, emplear la palabra overseas pone al mismo nivel al resto del mundo. Da igual que se esté hablando de España, Irlanda, Indonesia o Mozambique, overseas es lo que no es Estados Unidos. Un mundo, en el imaginario norteamericano, menos desarrollado, más colectivista, en el que el individuo suele disponer de menores oportunidades y cualquier problema es más complicado de resolver.

Y es que, aunque han cambiado bastante las cosas en estos últimos años debido al 11-S y a la globalización, la relación mental que el estadounidense tiene con el resto del mundo no ha cambiado tanto y es, quizás, uno de los aspectos menos admirables de la psique americana. A pesar de que la actual crisis económica ha puesto de manifiesto la interdependencia inevitable entre las economías de todos los países, el norteamericano actual sigue habitando en un universo autorreferencial, los Estados Unidos de América, que a lo sumo puede constituir un vago sumario o síntesis de las gentes y las costumbres del resto del mundo. Esta percepción, no sin razón, irrita a muchos extranjeros dentro y fuera del país que perciben que el flujo de ideas y discusiones es siempre unidireccional. Mientras que a la gente que procede de overseas nos debe llamar la atención, por nuestro propio interés, la política o la cultura popular de los norteamericanos, éstos tienden a soslayar sin ambages todo lo que acontece en el resto del mundo que, desde aquí, siempre tiene un aura algo folklórico, de referencia breve, de curiosidad para dar en a la conversación una impresión de universalidad.




Las razones de esta asimetría son históricas, ya que efectivamente Estados Unidos ha sido hasta hace poco, y en muchos sentidos todavía lo es, autosuficiente en muchos aspectos empezando porque cuenta con un autentico mercado interior (no como el europeo que suele ser un simulacro), de 300 millones de personas, y culturales, ya que la mayoría de los inmigrantes que han llegado a este país han tendido a olvidarse rápidamente de sus países de origen. No es escaso en absoluto, el número de americanos de primera generación o incluso nacidos en otro país que no vuelven a sus lugares de origen en toda su vida. La situación no tiene visos de cambiar y, al contrario de lo que se dice, no se resuelve porque los norteamericanos viajen más. El nacionalismo, si es que se le puede llamar así, no se cura viajando. El contacto directo con otra cultura durante un periodo limitado de tiempo lo único que hace es poner más de manifiesto las diferencias entre la cultura de uno y el resto. He conocido numerosos norteamericanos que han viajado pero eso no significa que su interés por el resto del mundo haya aumentado sustancialmente. La inmensa mayoría siguen siendo monolingües y, en su mayor parte, ignoran aspectos muy básicos de otros países. Este es el quid de la cuestión en mi opinión. El día que el norteamericano aprenda segundos idiomas de verdad, cambiará su percepción del resto del mundo. Tener unas nociones de una segunda lengua no es suficiente como sucede hasta ahora. De hecho numerosos americanos que he conocido (en lo cual se diferencian de los españoles menos de lo que creemos) son muy poco rigurosos cuando declaran saber un segundo idioma, lo que suele querer significar que tienen nociones sólidas pero nada más. Aunque claro, si el resto de sus compatriotas no habla idiomas, eso, en comparación, parece mucho.

El otro cambio que tendría que suceder, y no bromeo en absoluto, seria que el soccer (futbol) triunfara algún día en los Estados Unidos como espectáculo de masas. El día que los principales deportes americanos, el béisbol y el futbol americano, dejen de ser autóctonos habrán cambiado muchas cosas. He observado en numerosos ocasiones como los estudiantes extranjeros, da lo mismo si son japoneses o de Arabia Saudí, construyen buena parte de su identidad en los campus americanos alrededor del fútbol. El futbol es, para ellos, lo que no es América y tienen en común sus países. En un ámbito europeo, es innegable que en muchos sentidos el fútbol ha reforzado más la identidad del viejo continente que las instituciones de Bruselas. Hablar con un británico, por muy antieuropeo que sea, de fútbol es sentir cercanía y familiaridad. Por eso, todos aquellos que deseamos que los americanos cambien uno de los aspectos de su psique menos atractivos, queremos que su selección de soccer haga algo importante en la próxima copa del mundo.

1 comentario:

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