Pero a otro nivel, cada individuo de este país no deja de pensar y trabajar en como serán los próximos meses y años de su vida. El americano, a diferencia de nosotros, renuncia al presente. Las agendas, incluso de las gentes más sencillas o más jóvenes, están repletas de citas inaplazables con un outcome (producto final) siempre en perspectiva. Varios trabajos, cursillos, clases particulares, proyectos domésticos de bricolaje o jardinería, clubs de lectura, actos benéficos para recaudar fondos copan las vidas diarias de millones de americanos para los cuales ponerse a cocinar, leer un libro o reunirse para tomar un café y hablar de los asuntos del día con amistades puede ser considerado un lujo innecesario cuando no una pérdida de tiempo. Las reuniones sociales suelen, a nosotros los meridionales, parecernos cronometradas ya que nunca se extienden mucho más de una hora u hora y media por regla general. Quedar no es nunca solo quedar, sino quedar para alguna actividad en la que la conversación se integra como se puede: un partido de baloncesto, una caminata por el campo o ir a ver una película tras la cual siempre habrá otro evento que apremie. El jubilado americano nunca se imagina pasando los últimos anos sentado en un banco de una plaza con otros de su edad, por el contrario fantasea con proyectos filantrópicos o familiares que le permitirán recobrar el tiempo perdido. El americano tiene, en consecuencia, serios problemas para vivir el presente que siempre entiende como una pasarela hacia el futuro pero no como un fin en si mismo. Para el americano el presente es innecesario, superfluo, despreciable si no está orientado hacia el porvenir. Más que en ningún otro lugar, en América ser contemporáneo, un hombre de su tiempo, es ser un hombre del futuro. En ningún otro país hay una mayor hambre por la novedad y amor por la tecnología. A los americanos les encanta hacer colas por la noche en los centros comerciales para comprarse el último modelo de zapatilla Nike o la ultima versión del iPad. Si intentas ganarte el afecto de un desconocido, no trates de fingir que sabes de futbol americano, sino transmítele tus impresiones sobre determinados gadgets electrónicos y habrá una buena conversación. Porque, a fin de cuentas, lo que interesa es el futuro aunque sea inalcanzable y la tecnología genera esa ilusión de aprehender lo que aun no existe.
¿Cómo son los americanos? ¿Son tan simples como dicen algunos? ¿Les conocemos tan bien como creemos gracias a las noticias y las películas? ¿En qué se diferencian de los españoles? En American Psique, César García responde a éstas y otras preguntas a través de un análisis pormenorizado de los elementos que conforman la psicología de los habitantes de los Estados Unidos en el siglo XXI.
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sábado, 26 de mayo de 2012
El futuro de América
Los Estados Unidos son una cultura del becoming mientras que la de los españoles y otros países latinos puede ser considerada como del being. Los americanos se pasan la vida pensando como será el mundo y sus vidas el día de mañana. Nosotros nos centramos más en vivir el presente y mañana Dios dirá. No por casualidad sino debido a esta obsesión por saber que les deparará el futuro (y aunque pueden citarse todos los precedentes que se quiera), la ciencia ficción es un género literario y cinematográfico genuinamente americano. Americanos son los escritores Isaac Asimov, Philip K. Dick y Ray Bradbury así como las películas Blade Runner, Cuando el destino nos alcance o El Planeta de los Simios y muchas otras. También hay una tradición de imaginar el futuro menos literaria y mas científica o pseudocientífica a la que los gurús de todo tipo, sociólogos, economistas y académicos no son ajenos. Alvin Toffler con sus sucesivas olas, Jeremy Rifkin y últimamente, más serio que los dos anteriores, Richard Florida elucubran sobre el futuro que nos aguarda.
Pero a otro nivel, cada individuo de este país no deja de pensar y trabajar en como serán los próximos meses y años de su vida. El americano, a diferencia de nosotros, renuncia al presente. Las agendas, incluso de las gentes más sencillas o más jóvenes, están repletas de citas inaplazables con un outcome (producto final) siempre en perspectiva. Varios trabajos, cursillos, clases particulares, proyectos domésticos de bricolaje o jardinería, clubs de lectura, actos benéficos para recaudar fondos copan las vidas diarias de millones de americanos para los cuales ponerse a cocinar, leer un libro o reunirse para tomar un café y hablar de los asuntos del día con amistades puede ser considerado un lujo innecesario cuando no una pérdida de tiempo. Las reuniones sociales suelen, a nosotros los meridionales, parecernos cronometradas ya que nunca se extienden mucho más de una hora u hora y media por regla general. Quedar no es nunca solo quedar, sino quedar para alguna actividad en la que la conversación se integra como se puede: un partido de baloncesto, una caminata por el campo o ir a ver una película tras la cual siempre habrá otro evento que apremie. El jubilado americano nunca se imagina pasando los últimos anos sentado en un banco de una plaza con otros de su edad, por el contrario fantasea con proyectos filantrópicos o familiares que le permitirán recobrar el tiempo perdido. El americano tiene, en consecuencia, serios problemas para vivir el presente que siempre entiende como una pasarela hacia el futuro pero no como un fin en si mismo. Para el americano el presente es innecesario, superfluo, despreciable si no está orientado hacia el porvenir. Más que en ningún otro lugar, en América ser contemporáneo, un hombre de su tiempo, es ser un hombre del futuro. En ningún otro país hay una mayor hambre por la novedad y amor por la tecnología. A los americanos les encanta hacer colas por la noche en los centros comerciales para comprarse el último modelo de zapatilla Nike o la ultima versión del iPad. Si intentas ganarte el afecto de un desconocido, no trates de fingir que sabes de futbol americano, sino transmítele tus impresiones sobre determinados gadgets electrónicos y habrá una buena conversación. Porque, a fin de cuentas, lo que interesa es el futuro aunque sea inalcanzable y la tecnología genera esa ilusión de aprehender lo que aun no existe.
En su ultimo libro, The great reset, el sociólogo Richard Florida imagina el futuro que le espera a los Estados Unidos tras la tercera gran crisis económica de la historia. Florida imagina un futuro donde todos deberán aprender a ser más creativos. La ética de la identificación por la adquisición de productos comenzara a desfallecer y los símbolos fetiche de la sociedad americana de la era industrial, el coche y la casa en propiedad, perderán parte del prestigio que tenían. Su lugar será ocupado por el consumo de experiencias que enriquezcan a la persona como la educación, los viajes o disponer de mayor tiempo libre con la familia o los amigos. La mayoría de las personas volverán a vivir en régimen de alquiler, mucho más acorde con esta nueva sociedad de la creatividad y el conocimiento en el que la flexibilidad temporal y geográfica será moneda común. Florida imagina un futuro en el que los americanos incorporaran a sus vidas lo mejor de Europa: una relativa frugalidad de un estilo de vida en el que las casas son menos espaciosas y costosas de mantener y el individuo se mueve en entornos de alta densidad de población que favorecen la formación de redes personales y profesionales. De la misma forma, en esta nueva época al americano le gustará hacer más vida de barrio, moverse en transporte público y adoptar el tren de alta velocidad para los trayectos de carácter regional en lugar del avión. Según Florida, el paradigma de la sostenibilidad se convertirá en el nuevo paradigma americano durante las próximas décadas. Ni que decir tiene que, echando la vista atrás, la mayoría de las predicciones que se ha hecho del futuro en el pasado apenas se han visto cumplidas y si no leed El fin del trabajo de Jeremy Rifkin, lo cual no le impide seguir percibiendo jugosos dividendos por sus conferencias. Al fin y al cabo en Norteamérica lo importante no es tanto si uno acierta con sus predicciones sino simplemente el mérito radica en ser capaz de imaginar el futuro.
Pero a otro nivel, cada individuo de este país no deja de pensar y trabajar en como serán los próximos meses y años de su vida. El americano, a diferencia de nosotros, renuncia al presente. Las agendas, incluso de las gentes más sencillas o más jóvenes, están repletas de citas inaplazables con un outcome (producto final) siempre en perspectiva. Varios trabajos, cursillos, clases particulares, proyectos domésticos de bricolaje o jardinería, clubs de lectura, actos benéficos para recaudar fondos copan las vidas diarias de millones de americanos para los cuales ponerse a cocinar, leer un libro o reunirse para tomar un café y hablar de los asuntos del día con amistades puede ser considerado un lujo innecesario cuando no una pérdida de tiempo. Las reuniones sociales suelen, a nosotros los meridionales, parecernos cronometradas ya que nunca se extienden mucho más de una hora u hora y media por regla general. Quedar no es nunca solo quedar, sino quedar para alguna actividad en la que la conversación se integra como se puede: un partido de baloncesto, una caminata por el campo o ir a ver una película tras la cual siempre habrá otro evento que apremie. El jubilado americano nunca se imagina pasando los últimos anos sentado en un banco de una plaza con otros de su edad, por el contrario fantasea con proyectos filantrópicos o familiares que le permitirán recobrar el tiempo perdido. El americano tiene, en consecuencia, serios problemas para vivir el presente que siempre entiende como una pasarela hacia el futuro pero no como un fin en si mismo. Para el americano el presente es innecesario, superfluo, despreciable si no está orientado hacia el porvenir. Más que en ningún otro lugar, en América ser contemporáneo, un hombre de su tiempo, es ser un hombre del futuro. En ningún otro país hay una mayor hambre por la novedad y amor por la tecnología. A los americanos les encanta hacer colas por la noche en los centros comerciales para comprarse el último modelo de zapatilla Nike o la ultima versión del iPad. Si intentas ganarte el afecto de un desconocido, no trates de fingir que sabes de futbol americano, sino transmítele tus impresiones sobre determinados gadgets electrónicos y habrá una buena conversación. Porque, a fin de cuentas, lo que interesa es el futuro aunque sea inalcanzable y la tecnología genera esa ilusión de aprehender lo que aun no existe.
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