Páginas

domingo, 13 de mayo de 2012

Miedo

El otro día me fijé, tres años después de que mi hijo empezara a ir a esa escuela, en que a la salida del centro hay un cartel que reza “No se permiten pistolas, ni drogas, ni alcohol” (No guns, no drugs, no alcohol). Personalmente, me hizo sentir mucho más intranquilo saber que mi hijo va a una escuela donde hace falta recordar a la gente ese tipo de prohibiciones que si no hubiera visto ningún cartel en absoluto. Sinceramente, hasta ahora lo que más me preocupaba de la escuela de mi hijo era la baja calidad de la comida y quizás de los estándares académicos, pero la visión de aquel cartel me ha persuadido de que debo tener otros motivos de preocupación. Tiendo a pensar que un lugar en el que no se permiten pistolas es precisamente un espacio en el que hay gente que lleva armas de fuego y así sucesivamente con el alcohol y las drogas. ¿Es necesario un cartel como ese a la entrada de un colegio de primaria en el que los niños más mayores tienen 10 años? ¿No genera más alarma que tranquilidad? Los americanos piensan que no, es más, se sienten relativamente cómodos con un cierto nivel de tensión, viviendo en estado de alarma, de que algún peligro inminente puede acaecerles. En la psique americana, la hiperbolización, dramatización o recordatorio de lo obvio forma parte de una estrategia concertada para conjurar el peligro. Una estrategia vieja como la naturaleza, potenciar el miedo para activar los mecanismos de autodefensa, es decir, a más miedo menos peligro, más tranquilidad y más aprecio por lo que uno tiene.

El miedo forma parte del ethos norteamericano como las tartas y los pies de su gastronomía. Vivir en Norteamérica supone acostumbrarte a que mucha gente a tu alrededor asuma como perfectamente posibles que acaezcan en un plazo de tiempo breve hechos y sucesos que tu siempre habías pensado que no pasaban nunca o les sucedían a otros. Te mentalizas de que pueden afectarte terremotos, inundaciones, ciclones, tornados, ataques terroristas, acosadores sexuales de niños, psicópatas y un sin fin de peligros latentes. Y no parece del todo irracional que así sea debido tanto a las catástrofes naturales como a la relativa facilidad para hacerse con un arma de fuego pero sobre todo a los europeos les parece que esa no es forma de vivir, que es antiestético, de mal gusto, inmaduro, una impostura.

Y, aunque sea fastidioso reconocerlo, da resultados. A pesar de los infumables controles de seguridad en los aeropuertos y las aduanas, no puede decirse que la estrategia les haya salido mal del todo en el caso del terrorismo, ya que desde el 11-S no se ha producido un sólo ataque en suelo norteamericano, lo cual no es decir poco en un país tan grande y con tantos intereses en juego. Todos los días se entera uno de sospechosos que han sido detenidos y que estaban preparando una matanza, de individuos de oscuras intenciones merodeando a la salida de los colegios, de que tal o cual edificio desalojado no habría soportado el último huracán. También es cierto que sigue y seguirá habiendo matanzas en las universidades, drogas y alcohol en las escuelas.

Uno de los aspectos más curiosos de la pasión americana por el miedo es que aparece entremezclada por un enorme sentimiento de autoconfianza de los individuos que no ven obstáculos para lograr sus metas personales. El mismo sistema educativo que inculca a niños de 7 años que hay desconocidos que se querrán aprovechar de ellos sexualmente también concede una enorme importancia al refuerzo positivo, al positive thinking, a formular críticas ensalzando lo bueno, de un modo constructivo y optimista que no erosione el ego del individuo. No en vano, en los últimos resultados del informe PISA los estudiantes americanos aparecían como los que más confianza tenían en si mismos aunque sus resultados eran peores que mediocres (lo que significa similares a los de los estudiantes españoles). Aunque los ojos foráneos consideramos con cierta razón esta tendencia como un rasgo autodestructivo y que únicamente acabara trayendo decepción al individuo, lo cierto es que algo tendrá que ver esta obsesión por la autoestima con el alto porcentaje de universitarios, más del 60 por ciento, que piensa en crear sus empresas cuando se gradúe.

Esta combinación de miedo con respecto a los elementos exteriores y confianza en uno mismo es una de las características que mejor define a la psique americana. Un cóctel explosivo que únicamente la presencia de Dios en sus vidas es capaz de reconciliar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario