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domingo, 21 de abril de 2013

La magia de los community gardens


Aunque el concepto no es ni mucho menos nuevo, los community gardens se han puesto de moda en los Estados Unidos. No son otra cosa sino huertos emplazados en muchos casos en los cascos urbanos de las ciudades pertenecientes al ayuntamiento correspondiente que alquila su utilización como campo de cultivo a un grupo de ciudadanos por un módico precio. Según Wikipedia también se dan en España pero hasta llegar aquí nunca los había visto ni oído hablar de ellos donde se están poniendo cada vez más de moda.

El concepto se adapta a la perfección a la mentalidad del americano  por varias razones. La primera es que el americano se siente inherentemente cómodo desempeñando trabajos manuales que tengan que ver con la jardinería o la mecánica y que quizás no han sufrido el desprestigio que tienen en las sociedades latinas. Por otro lado, el país por antonomasia de la comida rápida ha fetichizado hasta lo inimaginable cualquier alimento que lleve el marchamo de orgánico o producido de acuerdo a las normas de la naturaleza aunque unos principios dietéticos razonables sólo hayan sido adoptados por relativas minorías. El concepto se adapta también al colectivismo entendido a la americana, es decir, a la idea de forjar una comunidad de personas que comparten emplazamiento y un fin determinado ya sea cultivar alimentos, ayudar a los pobres o educar al que lo necesita.




No hay que llevarse a engaño. El concepto de comunidad norteamericano, pese a lo que su propio nombre indica, difiere considerablemente del español. No exige amistad, una afinidad de intereses personales o compartir tu tiempo en la esfera privada. Se ciñe a organizar actividades juntos que aumenten el capital social de una población o conjunto de personas, es decir, que contribuyan a la igualdad de oportunidades. Vivir en comunidad no equivale a ser “amigos” o tener conversaciones profundas acerca de los libros que uno lee, las películas que ve o simplemente sobre la vida. Eso uno lo reserva, si acaso, para su familia o uno de los dos amigos íntimos que por término tiene el americano para el que la soledad destila un aroma de masculinidad.

Me sorprendió leer en un artículo de la prensa local que una de las buenas cosas que tienen los community gardens es que estimulan la conversación, un bien intangible valorado pero no necesariamente practicado en esta cultura. La conversación, como todos sabemos, no exige de grandes infraestructuras para su desarrollo. Si acaso, de la voluntad de llevarla a cabo. Me pareció un ejemplo de cómo para la mentalidad americana el órgano y la función van de la mano. Igual que para jugar una pachanga al fútbol se hace imprescindible poner espinilleras a un niño de 4 años, para incitar a la charla o a la conversación no es suficiente la voluntad de hacerlo sino que es necesario disponer al menos de un acre de terreno y utillaje variado.


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