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viernes, 7 de junio de 2013

La supervivencia de los símbolos

Tengo para mí que debido a su afición por vestir ropa casual en la mayoría de las situaciones, los americanos tienen una mal merecida fama de gustar de las situaciones informales. Nada más lejos de la realidad. En realidad, el amor por los símbolos y el respeto a las formas de los americanos encarna un sentimiento opuesto.

La presencia de la bandera americana que tanto parece irritar a muchos españoles en numerosos edificios así como en algunas casas particulares es el ejemplo más conocido del amor americano por la simbología pero hay muchos más. Los bailes de graduación como rito de paso a la vida adulta, las ceremonias de graduación como ritos de paso a la vida profesional, las baby showers como ritual de paso a la maternidad o el pledge of allegiance antes de los eventos deportivos como expresión de lealtad a los valores de los Estados Unidos son otros ejemplos conocidos de presencia de ceremonias simbólicas en la vida americana.




Si tuviera que citar una diferencia entre Estados Unidos y Europa hoy, la presencia de símbolos en la vida pública sería una de ellas. Los símbolos suelen abundar en sociedades en las que se considera que la vida tiene una cierta transcendencia, que no es sólo cuestión de administrar los recursos disponibles eficientemente para lograr una determinada calidad de vida. En este sentido, Europa es un continente mucho más posmoderno que la América del Norte donde la gente todavía se hace preguntas acerca del sentido de la existencia y la considera un hecho transcendente, a diferencia de la sociedades, como las europeas, en las que ese tipo de preguntas o presuposiciones se consideran propias de otra época o de sociedades atrasadas.

En las sociedades, como la americana, en las que los símbolos cuentan, hay todavía muchas personas dispuestas a jugarse la vida por su país a pesar de las tentaciones que ofrece una sociedad con estupendos centros comerciales y vacaciones pagadas por la empresa. Hay gente dispuesta a dar una parte importante de su riqueza por propia voluntad, y no porque lo diga el ministro de hacienda de turno, para sufragar su iglesia o para atender a gente que lo necesita.


Una cosa es ir en pantalones cortos o zapatillas de deporte a todas partes. Otra cosa muy diferente es pensar que los símbolos, rituales y las ceremonias son siempre plasmaciones de estructuras de poder que, al modo foucaultiano, siempre favorecen a la ideología de las clases dominantes o a los poderes fácticos de turno.

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