Tengo un amigo que decía que lo que hace falta a la
Universidad española es refundarla desde los cimientos, que no quede un
ladrillo. Es una solución un poco radical, o quizás no, pero denota un estado
de ánimo.
Las grandes reformas necesarias, aunque no haya voluntad de
llevarlas a cabo, son bastante conocidas por todos y se habla de ellas
continuamente. Sin embargo, hay una serie de detalles menores de los que no se
habla y resultan importantes.
Por ejemplo, la importancia de cultivar las relaciones con
los antiguos alumnos, algo absoutamente inexistente en la universidad pública
española actual y de lo que podemos aprender mucho de las norteamericanas.
En España, cuando una finaliza sus estudios, se diría que
sus relaciones con la institución han finalizado para el resto de los días a no
ser por las tasas, largos plazos de espera y trámites engorrosos que requieren
la obtención de diplomas, títulos y certificaciones en el caso de que uno los
necesite.
El capital, mayormente social que económico ya que es dudoso
que los antiguos alumnos puedan convertirse en donantes con el concepto de
universidad español, que podría tener para la Universidad española mantener las
relaciones con sus ex-alumnos es sistemáticamente ignorado. Me lo ha recordado
algo que me ha sucedido esta semana. Una estudiante mía fue contratada por una
firma importante, aparentemente muy bien remunerado, después de realizar un
periodo de prácticas durante el verano.
Uno de sus supervisores era un ex alumno que forma parte de
un consejo asesor del college
encargado de aportar consejo acerca de la dirección que deben tomar los
distintos programas y de asegurarse que su contenido está actualizado y
responde a las necesidades empresariales. Es un puesto honorífico y no
remunerado pero que es bastante apreciado por las empresas y otorga prestigio a
su portador aparte de satisfacción personal.
Gracias a la relación que une a los miembros de este consejo
(integrado mayormente por profesionales de alto nivel o empresarios) con la
institución, resulta relativamente frecuente que sean invitados a distintas
clases para que aporten a los alumnos motivación y experiencia professional de
primera mano (por cierto, en los cinco años de licenciatura en la facultad de
ciencias de la información no recuerdo un solo guest speaker en ninguna de las clases que, por entonces eran en su
inmensa mayoría magistrales). Algunos, como del cual estoy hablando, se ofrecen
a proporcionar en sus empresas oportunidades a los mejores estudiantes en las
sus propias empresas o en aquellas que trabajan.
Es algo más que una bolsa de trabajo, hay un componente
afectivo con la institución y sus estudiantes de alguien que ha tenido éxito y
quiere ayudar a otras personas que fueron a su misma universidad a que también
les vaya bien. Comparten su tiempo, experiencia y, como en este caso, recursos.
Es una cadena que, gracias al trabajo que hace la universidad por informar,
premiar el mérito e involucrar a sus antiguos alumnos en sus proyectos, se va reproduciendo.
Lo primero que esta estudiante me ha pedido es ver si puede
disponer de un tiempo en una de mis clases, acompañada de su manager y antiguo alumno de la
institución, para compartir sus experiencias con otros estudiantes. Quiere
mantener la cadena viva.
Moraleja: La gente es generosa pero hay que darla un poco de
cariño. No es todo cuestión de dinero.
Algo que los rectores y decanos españoles no han comprendido
del todo.
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