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miércoles, 26 de agosto de 2015

Opinar o no opinar, esa es la cuestión


Es  curioso, pero en el país de la libertad, que enseñó al resto del mundo que la opinión pública era el rey, es complicado opinar en la vida cotidiana.

Ser una persona que opina mucho tiene un matiz peyorativo en la vida americana. Ser considerado opinionated implica que uno es denominado cascarrabias, polémico, controvertido, poco de fiar, en suma.

El mundo pertenece a los easygoing, los que siempre se muestran de acuerdo con uno independientemente del tema que se trate, a los que más o menos les gusta todo, los que sacrifican una verdad a mantener el buen rollo o simplemente los que no tienen demasiadas inquietudes intelectuales.

El producto de todo ello es que en las reuniones sociales predomina el small talk, una tendencia a la nadería, a la gracia fácil e inocua que no solivianta a nadie. Las discusiones prácticamente están prescritas y por ello raramente se habla de temas relacionados con la política o los valores a no ser que el nivel de confianza entre las personas sea altísimo. Cuando se monta alguna trifulca no resulta inusual que alguno de los intervinientes hable inglés con acento extranjero.

 El resultado suelen ser conversaciones que con frecuencia resultan sosas al europeo, más acostumbrado al cuerpo a cuerpo.

En España existe la sana opinión de que la gente opine de cualquier cosa, a menudo con desconocimiento. Pueden producirse situaciones acaloradas con alguna frecuencia que normalmente se disuelven con rapidez y sin dejar apenas rastro como un azucarillo en el café.

Sin embargo, lo que de un tiempo a esta parte viene sucediendo a los líderes de opinión españoles con respecto al tema catalán me recuerda bastante a lo que pasa en Estados Unidos entre las personas comunes. Mikel López Iturriaga es un buen blogger gastronómico que vive en Barcelona pero un líder de opinión le pese o no lo pese. Por eso no se entiende que confiese haberse jurado a mí mismo no escribir jamás sobre la situación en Cataluña, salvo que viniera una horda de falangistas australopitecus blanquernis a mi casa y me obligara a ello bate de béisbol en mano.


¿Por qué? ¿Qué tiene de malo opinar sobre ese tema? Es un tema tan importante, tan totalizador que, por supuesto, al final afecta cualquier aspecto de la vida. No en vano, la identidad es uno de los cuatro o cinco temas más importantes en la vida de toda persona, sino a ver como se explica la pasión que tiene la gente por los deportes, la comida o por las fiestas o tradiciones de sus tierras.

También he escuchado a bastantes actores de teatro o cine evitar manifestar una postura simplemente diciendo que se encuentran en casa en cualquier punto de España pero que piensan que los ciudadanos deben opinar y que acatarían la decisión que tomaran en un hipotético referéndum.

Piensan que son los catalanes deben opinar pero ellos no opinan sobre el meollo del asunto. Según esta nueva visión parece ser que son los políticos o los tertulianos los únicos que deben perder el tiempo opinando ya que no tienen cosas mejores y más divertidas que hacer, como comer o actuar. Según esta filosofía tan de moda en España uno puede ser un personaje público sin pronunciarse acerca de las grandes cuestiones, “eso es cosa de políticos”, o directamente minimizándolas como si no fuera importante.

Uno pensaría que el buenrollismo consiste en que cuanta más gente permanezca unida mejor, en que el que viene de fuera pueda ser bien acogido pero manteniendo su identidad, en que las lenguas y la cultura evolucione libremente y no por imposición, en que el dinero se redistribuya de unos lugares a otros igual que se hace entre individuos.

Parecen principios a defender desde una perspectiva progresista, de izquierdas, que suele ser la habitual, ojo no digo que la única, en el mundo de los actores o los periodistas que escriben en PRISA o se dedican al cine y al teatro.

Por eso el debate público sigue siendo superior en Estados Unidos y su democracia es una de las mejores del mundo. Los actores, los escritores o los periodistas no tienen miedo a pronunciarse sobre las grandes cuestiones, y el desgajamiento de un estado lo es, y existe una mayor pluralidad. Hay actores de izquierdas, de derechas, jugadores de baloncesto que critican a Obama y algunos que apoyan a candidatos políticos con su propio dinero.

Lo veremos, una vez más, en la próxima campaña presidencial que está a la vuelta de la esquina.

2 comentarios:

  1. Buena entrada, no era tan consciente de este buenrrollismo americano, ojalá no terminemos imitándolos en esto y sí les imitemos en lo mucho de bueno que tienen. No es fácil que ocurra en breve esa independecia de la prensa y de los personajes conocidos porque aquí el entramado de subvenciones, enchufismo y omnipotencia de los partidos en la sociedad lo pone muy cuesta arriba.
    Ya te lo comenté una vez, sin separación de poderes, independencia de la justicia y representación genuina en el legislativo, la sociedad civil será siempre rehén de la clase política.

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  2. Gracias por tu comentario, Juan Luis. No pides nada, separación de poderes y una justicia que funcione. La cosa no tiene visos de cambiar ya que los que están en disposición de cambiarlo son rehenes de este estado de cosas. Pero en fin, por lo menos podemos hablarlo.

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