La
respuesta es, por supuesto, no. En Estados Unidos una mayoría de los
trabajadores dispone únicamente de dos semanas al año de vacaciones que, en
muchos casos, se les descuentan en caso de enfermedad. La indemnización por
despido es, la mayor parte de las veces, inexistente ya que depende de la
buena voluntad de la empresa.
Sin
embargo, la cosa va por barrios, o mejor dicho por ciudades. Últimamente tres
de ellas (San Francisco, Nueva York y Seattle) han implementado normativas para
la mejora de determinados aspectos que ya me gustaría ver en España.
La
primera de ellas ha sido el aumento del salario mínimo a 15 dólares la hora por
decreto y con algunas grandes compañías en contra. Se ha demostrado que la
pérdida de puestos de trabajo ha sido nula. El ayuntamiento de Seattle,
siguiendo la estela de las otras dos ciudades, acaba de decretar que las
empresas de hostelería de más de 500 empleados deban garantizar un mínimo de
horas a los empleados y que deban
anunciar con una antelación mínima cualquier alteración en los horarios. En
España el salario mínimo es de 5 euros la hora.
En concreto, las empresas deberán comprometerse a ofrecer un cierto número
mínimo de horas a los empleados en el momento de la contratación, a anunciar
cualquier cambio en los horarios con dos semanas de anticipación, a garantizar
10 horas de descanso a los empleados entre turno y turno, ofrecer más horas a
los empleados a tiempo parcial antes de contratar otros trabajadores y a pagar suplementos cuando los horarios establecidos sufran
alteraciones.
Cualquier economista sensato sabe que un salario mínimo muy bajo únicamente
ofrece incentivos para la creación de puestos de trabajo de muy poca calidad y
baja productividad. Justo el tipo de los que se crean en España, sobre todo en
el sector del turismo y la hostelería.
De los horarios mejor no hablar. Se ha hablado, y mucho, de lo ignominioso
de los horarios laborales de los
españoles, de la baja productividad de los españoles, de la imposibilidad de
conciliar la vida familiar o de la dificultad de tener una vida fuera del
trabajo. Pero también se ha hecho poco o nada al respecto durante estos últimos
años.
Se ha hablado menos, mucho menos, de la situación de muchos empleados cuyos
salarios no llegan al nivel de subsistencia y que no tienen un mínimo poder de
decision con respect a su tiempo privado al depender de un supervisor que les
cambia los horarios a su antojo. Todos conocemos a alguien en esas
circunstancias.
Las jornadas de 12 o 14 horas en algunos hoteles y restaurantes no son tan
raras, o la práctica de obligar a los trabajadores a trabajar en días festivos,
anunciadas sin antelación y dando los días libres teniendo como único criterio
las necesidades de la empresa.
Por mucho que a algunos les fastidie, Estados Unidos, o al menos sus
ciudades más avanzadas, pueden darnos alguna lección que otra en materia
laboral.