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domingo, 26 de febrero de 2012

Dientes, sonrisas, comunicación

Los americanos tienen, por término medio, dentaduras maravillosas. Mi favorita es la de la cantante Sheryl Crow, que tiene unos dientes que enamoran, aunque hay otras muy buenas como la jefa de prensa de Mitt Romney, Andrea Saul, a la cual he visto bastante últimamente en distintos medios de comunicación. No en vano, existen estudios que demuestran que el estado de la dentadura de sus gentes es uno de los criterios con los que se puede medir el nivel de bienestar de un país. Incluso algunos americanos bromean acerca de que la mejor manera de distinguir un europeo de un americano a simple vista es el estado de los dientes. Y tiene una cierta lógica ya que durante bastante tiempo los americanos estuvieron mucho mejor alimentados que los europeos aunque ahora sea más bien al contrario. Lo cierto es que, aunque el país no disponga de un sistema socializado de salud, numerosas empresas ofrecen un seguro dental a sus empleados y que las revisiones que se consideran adecuadas para tener una dentadura sana son dos veces al año.






Tener una dentadura en mal estado es casi un delito en este país. No es ni mucho menos infrecuente que adultos de cincuenta años exhiban alambres en los dientes con esa convicción tan americana de que todo es posible en cualquier momento y lugar. Y no es para menos ya que la capacidad de hablar y comunicar en público es considerada uno de los rasgos esenciales para triunfar en prácticamente cualquier profesión y no solamente entre los directivos. Argüir que tal bonus está justificado por la capacidad de comunicación de fulano o mengano no resulta sospechoso en una cultura empresarial en la que la capacidad de comunicación a veces es tan relevante como la propia gestión.

Y, no nos engañemos, comunicar es en una mayoría de ocasiones saber sonreír. Y saber sonreír no es sólo enarcar los labios y abrir la boca sino que todo ello parezca genuino, auténtico, reflejo de una convicción interna que genere en los demás la convicción de que uno se encuentra a gusto, conforme, feliz de estar en la propia piel y en el mundo. Y todo ello sin que parezca que está actuando. Os invito a que echéis un vistazo a las fotos que los americanos despliegan de ellos mismos en Facebook, a las caras de los políticos o deportistas que son entrevistados en CNN, Fox o ESPN. Antes de hablar ya han hablado con una sonrisa sincera, de verdad, aunque a nosotros pueda parecernos impostada porque sabemos que la vida no es, después de todo, tan perfecta. Incluso, en muchos casos en la vida cotidiana la sonrisa sustituye al saludo que puede parecer demasiado económico, austero si no va acompañado de una sonrisa. Pero para que la sonrisa surta el efecto debido se espera que la dentadura sea perfecta, sin mácula, el producto quizás de una mentalidad eugenésica que aún pervive en la psique americana.

Al contrario de lo que algunos piensan, Estados Unidos es un país en el que la seriedad, y no digamos la timidez, son percibidos como defectos. A nadie le gusta que le definan con uno de esos atributos como si fuera un insulto. Uno de los escasos defectos que incluso sus adeptos sacan a Obama es que proyecta una imagen demasiado seria, cerebral que no llega con la eficacia debida al público estadounidense que lo encuentra demasiado distante, algo pretencioso. Tiene mucho mérito que hay llegado a presidente de los Estados Unidos sin sonreír mas.



Me consta que en las sesiones de formación de portavoces y en las clases de coaching a los directivos españoles se les lleva décadas enseñando telegenia y a sonreír. Muchos políticos y hombres de negocios españoles han aprendido a hacerlo pero a menudo se les critica, ¿de qué se ríen? se les pregunta de forma burlona. Quizás se debe a que no han aprendido a sonreír lo suficientemente bien, a que no somos americanos o a que su dentadura no es lo suficientemente perfecta.

lunes, 20 de febrero de 2012

Capitalismo y valores

Hace dos semanas Microsoft, Starbucks, Nike, Goldman Sachs, Apple, Google, Amazon y un buen número de empresas relevantes ubicadas en el noroeste de los Estados Unidos se manifestaron públicamente a favor del matrimonio homosexual en el estado de Washington, el séptimo estado del país que reconoce este tipo de uniones. Kalen Holmes, Vicepresidente de Starbucks, declaró que la equiparación del matrimonio tradicional con el de personas de distinto sexo “se alinea con las prácticas de negocio de Starbucks” y es “consustancial con lo que somos y nuestros valores como corporación”. A su vez Microsoft, en una declaración pública, afirmó que “esta posición es consecuente con nuestra historia de apoyo a políticas públicas y corporativas que promueven la inclusión y la igualdad”. Microsoft trató de dotar a su argumentación de una cierta funcionalidad refiriéndose a la desventaja competitiva que en términos de atraer talento podría encontrarse el estado de Washington frente a otros estados que ya adoptaron esta legislación. La nueva ley fue finalmente aprobada y se espera que en unos meses se celebre un referéndum para ratificarla o rechazarla en un estado claramente dividido entre la parte oeste, con Seattle a la cabeza, mayoritariamente progresista y secularizada (que no laica), y la parte este, mucho mas rural, cristiana y tradicional.

Independientemente de que se esté o no de acuerdo con el espíritu de la ley o sobre la conveniencia de que una corporación se manifieste públicamente sobre ello, en un contexto español lo sorprendente es lo en serio que los americanos se toman todo relacionado con los valores. En España el cinismo abunda en todo lo que no aluda directamente a la economía y aquello que decía Groucho Marx de “estos son mis principios, si no le gustan tengo otros” es moneda común. Siguiendo la campaña de las primarias republicanas uno se da cuenta de que para una buena parte de los potenciales votantes lo importante no es tanto la economía como contar con un candidato auténticamente conservador a quien realmente le preocupen cuestiones como oponerse al aborto, el matrimonio homosexual o el tipo de educación moral que los chicos reciben en las escuelas.








El hecho de que las empresas top de la nueva economía – ya no tan nueva, la verdad –se tomen tan en serio estas cuestiones como para manifestarse públicamente no obedece, como algunos críticos han dicho, necesariamente a razones de conveniencia de mercado. No pienso que Microsoft o Starbucks vayan a aumentar sus ventas o contratos por decir este tipo de cosas. Más bien al contrario, les podría costar algunos clientes ya que no pocos grupos cristianos han incitado al boicot de sus productos, lo cual en Estados Unidos no es una broma. Lógicamente, tratándose de dos compañías con una reputación y unos productos tan asentados, tampoco da la impresión de que puedan verse demasiado afectadas ya que si algo caracteriza al consumidor norteamericano es su lealtad a las marcas (no en vano en las conversaciones cotidianas muchas veces se sustituye el término que se refiere al producto genérico por el de una marca determinada, por ejemplo Xerox de utiliza como verbo en lugar de fotocopiar).

La simple verdad es que la importancia de los valores es tan importante en la psique americana que impregna a muchas de sus corporaciones. Hace ya algunos años que las empresas españolas empezaron a incorporar a sus idearios conceptos como la misión, la visión y los valores. Aquello, sin embargo, nunca ha dejado de ser mas que un brindis al sol ya que apenas conozco una sola empresa española que haga gala de sus valores mas allá de apoyar al gobierno de turno (nacional o regional) como práctica normal de clientelismo ya que para muchas de ellas las buenas relaciones con la administración son capitales para sostener el negocio. ¿Os acordáis del apoyo de las empresas radicadas en Cataluña al estatut? Un ejemplo de como se puede anteponer el interés de agradar a los políticos locales por encima de ser consecuente con unas ideas o con la mayoría de sus públicos que estaban, y siguen estando, en el resto de España. ¿Habéis escuchado a Botín alguna vez criticar la política económica de algún gobierno? En la última reunión que tuvo Rodríguez Zapatero con los dirigentes de las principales empresas españolas solamente uno, por lo visto Francisco González de BBVA, se atrevió a llevarle algo la contraria. Unos ejemplos que contrastan con, por ejemplo, las críticas que Obama recibió de Steve Jobs, quien por cierto apoyó la elección de Obama, acerca de su política económica cuando el presidente se reunió con los lideres de las grandes empresas de tecnología. Después de tantos años de misión, visión y valores, yo sigo sin conocer las ideas que las grandes empresas españolas tienen de asuntos como la inmigración, el matrimonio homosexual, el modelo de estado o la diversidad más allá de vagas declaraciones genéricas que de vez en cuando aparecen en los informes anuales.

El capitalismo americano, con los bobos (bourgois and bohemian) a la cabeza pero también con muchas otras empresas que se sitúan en la parte opuesta del espectro ideológico como por ejemplo Domino’s Pizza cuyo apoyo a la iglesia evangélica es conocido o la marca de ropa Land's End que se niega a utilizar la expresión happy holidays en navidades, lo tiene clarísimo y esta dispuesto a dar la batalla también en lo que se refiere a valores.

domingo, 12 de febrero de 2012

El mundo será de los nerds o no será

La semana pasada el diario El Mundo quiso recabar mi opinión acerca de la existencia o no de un paralelismo en la cultura norteamericana de la figura del empollón celtibérico. Lo primero que me vino a la cabeza fue la imagen del nerd, es decir, del chico adolescente con problemas de acné que obtiene buenos resultados académicos pero que es un inadaptado social. Todo un clásico de la mitología popular norteamericana y del cine teenager. Sin embargo, a decir verdad, equiparar empollón a nerd hace un flaco favor a este último concepto que se antoja bastante más complejo y definitorio del concepto de excelencia que tienen los americanos.




No sería tan tonto como para afirmar que ser un nerd a secas sea el modelo a seguir por los universitarios americanos. La cultura hedonista del capitalismo de consumo es la misma en todo el mundo y, por tanto, en América, como en el resto del mundo, el valor mas preciado es con mucho el de convertirse en objeto de deseo sexual a través del atractivo físico o del éxito profesional que suele ir ligado a un alto poder de compra (un psicólogo de Northwestern University estima que, en una ciudad como Nueva York, compensar un centímetro de estatura en términos de atractivo físico requiere 40.000 dólares mas renta)

Mas allá de lo anecdótico, lo cierto es que la existencia de películas como The revenge of the nerds (1984) demostró la existencia de un orgullo nerd y de que, de alguna manera, ser nerd podía ser algo cool como de alguna forma lo habían demostrado los gays (otro colectivo marginado en el pasado) anteriormente. De hecho, una diferencia importante de la cultura norteamericana con respecto a la española es que ser nerd forma parte de lo que se entiende como buena vida mientras que en España ser nerd es poco menos que un pringado sin mucho talento que se ha pasado demasiadas horas metiendo codos a cambio de vagas promesas.

En América el nerd puede ser parodiado en ocasiones pero es sobre todo reconocido. Los sistemas de premios abundan en las escuelas y las universidades. No me refiero solamente a becas monetarias, en España el criterio principal para acceder a ellas ha sido la renta, sino sobre todo al premio del reconocimiento, al cual en España parecemos no darle ningún o poco valor. Mi hijo va a segundo curso, no son esas edades para grandes hazañas académicas, sin embargo en su escuela pública todos los meses se concede un premio al mejor estudiante del mes a partir de primer curso. La mención y el galardón se realiza en una convocatoria matinal que tiene lugar a las 8 y media de la mañana y a la que todos los niños acuden. No hay regalo en especie, la mera mención pública es suficiente para estimular al niño y enorgullecer a los padres.

Tal y como decía en la entrevista, a mi me parece que la denigración del nerd en la cultura española tiene que ver con factores culturales antropológicos y también, digamos, de la cultura política. Respecto a los primeros, yo diría que es propia de una cultura que no valora el riesgo y no confiamos los unos en los otros. Tratar de ser excelente, ser un nerd, supone la incertidumbre de que el esfuerzo que estamos poniendo en ser excelentes se vea recompensado algún día. Un americano no tiene dudas de que será así pero los españoles somos mucho más fatalistas al respecto. De la misma forma, es difícil que valoremos el reconocimiento por los méritos cuando el nivel de confianza de las personas en las organizaciones es bajo, siempre pensamos que los premios se otorgan por razones ajenas al mérito o por intereses personales aunque no sea así siempre.

Un factor añadido es el del igualitarismo propio del pensamiento socialista español que ha terminado por impregnar a todas las ideologías, incluido al PP aunque diga lo contrario. Ha hecho creer a la gente que la igualdad es un fin en si mismo y no un punto de partida para que las personas, las cuales no son iguales ni mucho menos, cultiven y desarrollen sus capacidades y, si es preciso, marquen diferencias. La reverencia del norteamericano al poder del individuo siempre les ha protegido de ello.

lunes, 6 de febrero de 2012

El tenis y la psique americana

Después de leer Rafa, my story de John Carlin y seguir bastante de cerca el desarrollo del Open de Australia de tenis cada vez estoy más convencido de que el tenis está hecho a la medida de la psique norteamericana. Aunque el tenis americano ahora este en horas bajas, lo cierto es que ningún otro país ha cosechado en el pasado tantos éxitos en este deporte como los Estados Unidos. Y el hecho de que los españoles han dominado este deporte durante la última década me hace concebir esperanzas de que no hay nada escrito acerca del carácter inalterable de los pueblos.

Para empezar el tenis es probablemente el deporte más individualista que existe, en el que el que se experimenta una mayor soledad que pone a prueba al deportista durante un largo periodo de tiempo expuesto a una multitud. Por algo no resulta difícil ver a los jugadores hablar, hacer comentarios, enfadarse y reírse solos en medio de la pista en los transcursos de los partidos. El tenis provoca unas sensaciones muy distintas al deportista que, por ejemplo, el fútbol en el que el espíritu cooperativo que debe imperar hace que, en muchos casos, se diluyan las responsabilidades. Unas sensaciones no muy distintas a las que se han asociado históricamente con la figura del cowboy, único responsable de su destino, que discurre durante meses por las vastas extensiones del oeste americano o con el mas actual personaje del entrepreneur (empresario) que – a lo Bill Gates o Steve Jobs – da la impresión de ser capaz de poner en marcha el sólo proyectos megalómanos. No en vano, según el antropólogo holandés Geert Hofstede que en los años 90 entrevistó a mas de 100.000 empleados de IBM en todo el mundo con el objetivo de entender mejor como difieren las distintas culturas entre sí, Estados Unidos lidera la clasificación de los países mas individualistas del mundo. Y para botón de muestra, no por accidente el inglés es el idioma en el que la primera persona (I) se escribe con mayúscula (tampoco por accidente los siguientes países en esta clasificación de los más individualistas son anglosajones: Australia, Canada y Gran Bretaña).



Leyendo Rafa, libro sobre tenis pero, junto a Winning ugly de Brad Gilbert, sobre todo de mental warfare (dureza mental), uno se da cuenta rápidamente de que el tenis es sobre todo un deporte del olvido, donde el jugador para tener éxito debe aprender a dejar atrás en la memoria constantemente las pifias que acaba de hacer en el punto anterior y a concentrarse en el siguiente punto, es decir, en el futuro. Los mejores jugadores, como Nadal y ahora Djokovic, son los que consiguen puntos espectaculares después de fallar pelotas inverosímiles o que pueden costarles el partido. Esta mirada hacia el futuro también se refleja en que, cuando las cosas les van medio o incluso muy bien, son capaces de transformar y hacer evolucionar su juego a medida que sus rivales hacen lo mismo. Nadal ha tenido que aprender a hacer su juego mas ofensivo y acortar los puntos si desea tener una carrera mas larga y tener alguna posibilidad en los torneos largos contra jugadores como Djokovic que sabía (y sigue sabiendo) como neutralizar su juego defensivo de largos peloteos abriendo ángulos con su revés a dos manos. Djokovic ya trabajó, entre otros muchos aspectos, la dureza mental que hace que ya no se descomponga, blasfeme y rompa raquetas cuando comete fallos. Por eso ganó a Nadal en el Open de Australia. En suma, los jugadores de tenis se reinventan constantemente y tratan de superar el pasado, justo lo que muchos norteamericanos que cambian de ciudad, trabajo y mujer todos los años (hasta la crisis aproximadamente un 20 por ciento de ellos se mudaban de estado cada 12 meses) solían hacer.

Estudiando las taxonomías culturales de Hofstede uno aprende que los Estados Unidos son un país de valores profundamente masculinos en los que no ha lugar a las medias tintas con respecto al lugar que uno ocupa en el mundo. El sentimiento de autoafirmación, la comprensión de que uno tiene éxito o fracaso (aunque naturalmente la mayoría se muevan en amplias zonas grises) permean a toda la sociedad por igual a pesar del contrapeso que teóricamente debería ejercer el colectivismo del pensamiento cristiano. Un sentimiento que se da por igual en el deporte de la raqueta, pura suma cero, en el que el éxito del contrario es mi derrota y viceversa. Aunque a los americanos se les enseña a valorar y a trabajar en equipo en la escuela y la universidad, sus metas son siempre individuales y el reconocimiento, a través de multitud de premios, tiene siempre un rostro con nombre y apellidos. No por casualidad el uso de términos como winner y loser es habitual en este país mientras que sus equivalentes en español, ganador y perdedor, nos suenan algo artificiosos.

Por ultimo, siguiendo el guión marcado por Hofstede, el americano ha sido educado para copar con lo inesperado, lo no escrito en el guión, concepto que el antropólogo holandés identifica como la predisposición para exponerse a circunstancias inesperadas. Al igual que el jugador de tenis es consciente y debe estar preparado para sufrir bastantes lesiones durante su carrera, parar de jugar si se pone a llover durante el partido y tener que suspenderlo antes de que amaine, quedarse esperando en el caso de que el jugador contrario puede necesitar los cuidados del masajista o, como en el partido entre Nadal y Federer en Australia, aceptar que puede empezar una traca de fuegos artificiales de diez minutos con motivo de la fiesta nacional que haga detenerse el match, asimismo el americano no le teme a los riesgos derivados de los vaivenes de la vida. Por eso a muchos de ellos no les preocupa en absoluto que el sistema de salud sea el único privado de todos los países industrializados, una situación que pone en clara desventaja a aquellas personas nacidas con una salud regular, se meten en lo que a muchos españoles les parece el farragoso y estresante mundo de crear una empresa, o han invertido y siguen invirtiendo en bolsa como la mejor manera de cuidar de sus ahorros. Aunque a los españoles les gusta presumir de saber improvisar, lo cierto es que nos asusta lo inesperado y por eso nos gusta vivir en una sociedad en la que hay un exceso de reglas y códigos para todo, tanto en el mundo laboral como en las relaciones personales.

Y si ahora somos buenos en el tenis – se habla y con razón de una escuela española de jugar (Courier, el capitán norteamericano de Copa Davis tras la ultima derrota de su equipo frente al español la definió como de “un tenis cerebral”) no hay que perder la esperanza de que podamos transformar nuestra mentalidad en muchos otros aspectos.