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lunes, 8 de octubre de 2012

Pensar mal

Todos los pueblos manipulan la interpretación de los hechos a su antojo. Sin embargo, resulta especialmente intrigante la capacidad de los americanos para alterar el marco interpretativo que da sentido a su realidad. Un caso palmario lo constituyen los incendios forestales que durante todo el verano y hasta la fecha vienen asolando el noroeste de los Estados Unidos. Solo en este mes de septiembre han calcinado alrededor de 100 kilómetros cuadrados en el centro del estado de Washington y se anticipa que no serán completamente extinguidos hasta que lleguen las primeras nieves.


La prensa local informa diariamente del estado de forma del fuego: el número de efectivos del cuerpo de bomberos, las condiciones climatológicas que afectan la expansión de las llamas, el número de viviendas que han sido evacuadas o que podrían serlo en el futuro o la calidad del estado del aire en las distintas poblaciones. No se dice ni una palabra de más acerca de las causa del incendio, que sin atisbo de duda se atribuye a una serie de tormentas eléctricas que tuvieron lugar a inicios de septiembre. Ni remotamente se menciona, por acción u omisión, el factor humano, la existencia de pirómanos, de intereses ocultos a los que podría beneficiar que la tierra se calcine para recalificar terrenos, no se pone en duda la acción de los bomberos, la ausencia de suficientes medidas preventivas, la ineficaz acción de los políticos, la insuficiencia de medios humanos y materiales. En una cultura que sobre todo valora hacer cosas y tener iniciativas del tipo que sea (aunque muchas de ellas a los europeos nos resulten estúpidas, fútiles o incluso carentes de gracia), en el caso de las catástrofes naturales los americanos se muestran estoicos (que no fatalistas). Ateos y creyentes aceptan pasivamente los designios de un Dios de naturaleza panteísta que en el fondo decide ocultamente el destino de las personas. Pensar mal (second guessing) no solo es visto negativamente sino que se considera estúpido, fuera de lugar, inapropiado. Las comparaciones entre lo que sucedió el 11-S y el 11-M son odiosas pero también las que acontecen cada verano con respecto a los incendios forestales.

Desde una perspectiva española, latina, mediterránea, en este tipo de situaciones el americano muestra su cara más ingenua, dócil, acomodaticia, se deja llevar, manipular. Se conforma con acercarse al puesto de acampada de los bomberos y llevarles pies, una sopa de chile o una lasaña. ¿Para que pensar en lo que pudo haber sido y nunca fue? ¿Que estaríamos haciendo nosotros? ¿Manifestándonos? Seguro.

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