Con el argumento de que las familias puedan disponer de más opciones de ahorro en tiempos de crisis severa, varias comunidades autónomas españolas permiten, o están estudiando de hacerlo, a los estudiantes de la enseñanza pública la posibilidad de llevarse su propia comida a la escuela en lugar de pagar por la comida del comedor como hasta ahora. Para algunos españoles, como el Secretario General de los socialistas madrileños, Tomás Gómez, una medida semejante supone una regresión a tiempos predemocráticos.
Lo cierto es que esta es una práctica habitual en las escuelas norteamericanas. En la inmensa mayoría de ellas, los centros educativos no disponen de cocina propia y la comida es suministrada por empresas de catering. Suele ser una comida de ínfima calidad por distintas razones. En primer lugar por su bajo coste, suele oscilar entre los 3 y los 3,5 dólares por menú, que es en muchos casos inferior al de los reclusos. En segundo lugar, porque al ser preparada por empresas que se encuentran a bastantes kilómetros, la comida llega en malas condiciones de frescura y los menús son muy limitados. Por último, la cultura culinaria imperante, basada en una elevada ingestión de grasas y carbohidratos y cuya pretensión principal es únicamente que los chicos coman y se diviertan, suele priorizar las preparaciones que se comen con las manos, como la pizza, los nuggets de pollo, hamburguesas y otras lindezas por el estilo. Se da, por tanto, la circunstancia de que el menú diario servido en las escuelas públicas norteamericanas es como el de las líneas aéreas pero mucho peor, si cabe.
En este sistema, optar a becas de comedor se antoja difícil a no ser que la familia pueda justificar una situación de pobreza bastante severa, por lo que se da la curiosa circunstancia de que los que comen en el comedor todos los días suelen ser los más pobres, los más necesitados y arrastran una cierto estigma social. El resto de los chicos, amparados en la extrema flexibilidad que ofrecen las escuelas de elegir que días quiere uno comer en función del menú que ha sido anunciado a principios de mes, eligen comer de menú en días aislados y prefieren, en muchos casos, un sandwich traído de casa o comidas frías ya que las escuelas no disponen de microondas para utilización del alumnado. La razón principal es la baja calidad de la comida ofrecida por las escuelas y también el derecho a que cada uno haga con su dinero lo que le da la gana.
En un país de la tradición democrática de los Estados Unidos, eso es la democracia y, por tanto, la libertad de la que Gómez parece saber tan poco. El derecho a comer mal, a comer frío, a ahorrarse unos dólares al mes, a equivocarse.