Parece que no ha sorprendido ni preocupado
demasiado la reciente información, proveniente de un estudio del BBVA,
de que los españoles son los europeos que mas esperan del estado. Yo me
atrevería a afirmar que incluso hay un cierto orgullo en ello, al fin y al cabo
el orgullo en un estado justiciero constituye un síntoma de europeidad, aunque
todos sepamos que nuestro estado del bienestar, que no el estado en su
totalidad, es relativamente raquítico en comparación con otros países de
nuestro entorno quedando únicamente la educación gratuita y la sanidad
universal como ultimas líneas rojas.
Curiosamente tienden a ser los países del sur
de Europa mas estatistas que los del norte, en los que el estado ofrece más
prestaciones sociales pero tiene un menor intervencionismo en la vida pública. No en vano los regímenes fascistas arraigaron
durante más tiempo en estos países con toda la carga simbólica de los estados
autárquicos. En realidad, hay algo de resquicio fascista y teocrático en esta
creencia casi ciega en las cosas que el estado es capaz de resolver.
Sin embargo, la relación de los españoles con
el estado es mucho mas compleja de lo que parece. En este sentido, siempre me
ha sorprendido la hipocresía de los españoles, a los que por un lado les gusta
que el estado mande (en el estudio del BBVA había mucha gente que decía que el
estado debía controlar los precios), pero por otro demuestran un considerable
afán por batir al sistema declarando
menos de lo que ganan u olvidándose de hacer facturas. Y eso no sólo ahora,
sino también en los años de las vacas gordas.
Este afán por no pagar impuestos no se debe
tanto, en contra de lo que se dice, a que la presión fiscal sea excesiva sino
sobre todo a la desconfianza antropológica del español con respecto al uso que
los gobernantes hacen del estado. No puede olvidarse que en España el estado
moderno, y no, no me refiero al estado-nación sino a la institución como
autoridad imparcial, surge desde sus comienzos desprovisto de legitimidad. La
concepción que los españoles tienen del estado es la de un ente irracional siempre
al servicio de intereses privados (ya sea partidos políticos, empresas,
sindicatos o cualquier tipo de oligarquía). Por lo cual se da la paradoja de
que por un lado el estado tendría una vertiente justiciera de apoyar al débil
pero por otro se percibe como un instrumento de abuso de poder por parte de
quienes lo detentan. El resultado es que como ciudadanos sentimos que el estado
nos protege pero como contribuyentes vemos al estado como poco menos que un
ladrón.
Y es que en el fondo los descreídos
americanos en el rol del estado creen más en su naturaleza justiciera que
nosotros. Un estado quizás más pequeño, menos entrometido en la vida privada de
los ciudadanos y, por ello mismo, dotado de una mayor legitimidad. Un ejemplo claro de esta actitud lo
encontramos a la hora de pagar impuestos. No descubro nada si digo que los
americanos sienten aversión por esta palabra. Pues bien, a pesar de ello, el
americano de a pie paga sus impuestos escrupulosamente. No recuerdo una única
vez que un vendedor o un proveedor no me haya dado una factura o me haya
preguntado si quiere que pague una parte en A y otra en B. Nadie lo hace porque
la duda ofende y dejaría a uno en evidencia.
Con el estado pasa un poco como con las
religiones, que crecen, se desarrollan y fortalecen cuando no se imponen y se
deja a la gente a su libre albedrio. Quizás por eso los países donde los
estados son mas pequeños, que no necesariamente menos fuertes ya que la sombra del gobierno federal norteamericano es alargada, también son más respetados.
De acuerdo con todo. Además de la desconfianza antropológica del español con respecto a sus gobernantes, habría que añadir el saqueo antropológico que sus gobernantes han hecho del estado español. Las clases extractivas y todo eso. Supongo que todos son síntomas de una misma enfermedad.
ResponderEliminarSi, es lógico que en sociedades donde imperan las relaciones clientelares y de patronazgo el estado siempre deception. Buscamos un imposible, un estado eficaz cuyo funcionamiento no se parezca al del estado,
ResponderEliminarEl "ciudadano" español es una persona profundamente ignorante de lo que significan términos como: Estado, Derecho, institución... La falta de una sana curiosidad, que al parecer debe fenecer antes de los 10 u 11 años, es uno de los síntomas de esta enfermedad de la casi totalidad de la ¿sociedad?, española. Reclaman los derechos contenidos en la Constitución sin saber que ésta no es directamente aplicable en su mayor parte y excepto ante un Tribunal específico. Con lo que hablarles de las leyes que la desarrollan es imposible si no han despertado su interés primero la organización y las leyes básicas (no en el sentido jurídico) que organizan el Estado: instituciones territoriales y jurídicas. Ya existe un diseño de la enseñanza, premeditado, para obviar estos conocimientos y su crítica o análisis.
ResponderEliminarLa enseñanza y la sanidad están siendo desorganizadas a buen ritmo y no cabe temor de que subsistan incólumes en cinco o diez años.
Al hablar del estado creo que existe una especie de esquizofrenia, un lugar donde conviven un ente semi-divino con otro integrado por seres humanos reales. En España se puede hablar del estado pero sin apelar a ninguna de sus instituciones, casi un monoteísmo perfecto en lo referente a esa fuerza que imana de algún lugar de la capital de España. Pero luego te encuentras de frente con todo ese repertorio de personajes intragables y deleznables que sientan sus posaderas en el Congreso y en el infame Senado. Ese estado, tangible, de años de podedumbre intelectual y criminalidad larvada, ese, es el auténtico Estado español.
No existe una profesionalizada e independiente casta de funcionarios que sólo velan por el interés común y son ajenos a intereses de de partidos políticos, sindicatos plebeyos o capital privado. Primero porqué tres de cada cuatro funcionarios, estatutarios o laborales de la Administración existen por la creación de las distintas comunidades autónomas. Mini-estados proto-feudales a los que se les hace la boca agua cada vez que atacan al hermano mayor y lo debilitan (o refuerzan según quién sea perjudicado). La AGE, que es esa parte del estado que deberíamos ver omnipresente apenas existe ya.
Pagar impuestos en España es sangrante y pocas veces ineludible. Los impuestos indirectos de los combustibles, las tasas por acceder a un lugar público u obtener un documento, el impuesto de la renta complejo y que no es difícil transgredir por sus constantes cambios y la imposibilidad de librarse de esa máxima: el desconocimiento de la ley... El dinero sin fiscalizar permite un mayor flujo de este codiciado elemento en vista de que las entidades financieras en España lo guardan bajo llave para (ingenuas ellas) de los impagos morosos. Aún así, la eficiente Hacienda pública, a través del Catastro está examinando cada parcela y construcción para aumentar la recaudación y evitar el colapso de las maltrechas arcas sangradas por la evasión de capitales demencial, apretando un poco más la clase baja española.
Un último apunte de muchos que se pueden hacer sobre el Estado. Modificar la LRJPAC de las A. P. para modificar el sentido del silencio administrativo en un procedimiento admvo. dándole un valor negativo, cuando en un principio era positivo, es admitir la incapacidad de la A.P. para responder eficiente y justamente a los ciudadanos. Haciendo recaer, una vez más, sobre los administrados, la obligada función de los adminstradores, o también generalizando, del Estado español.
Gracias y pido disculpas por la longitud y la caótica tormenta de críticas. También es cierto que en una escala del uno al diez opino que estamos en un cinco o seis. Lo terrible es que ya hemos bajado dos puestos y no parece que vaya a parar.
No, gracias a ti, Javier. Muy interesante la información técnica que aportas.
ResponderEliminarUn saludo
César