Contra lo que pueda parecer, el caso Errejón no
sugiere necesariamente que los españoles estén hechos de una fibra moral peor
que otros o que éste sea un país de corruptos por naturaleza.
Más bien lleva a la reflexión acerca de las expectativas
de una cultura organizativa determinada y de la falta de contrapesos en las
instituciones a la hora de tomar decisiones que suelen estar excesivamente
concentradas en pocas personas. Es un problema de procesos, especialmente en la
universidad donde la opacidad es notable.
Pero antes de llegar a ese tema, me ha llamado mucho
la atención el énfasis que se ha puesto en el incumplimiento por parte deErrejón de los aspectos presenciales que incluye el contrato, básicamente
desarrollar la actividad de 8 a 4 de la tarde en Málaga.
Digo yo que lo importante que debería figurar en un
contrato es que el becado cumpla los objetivos investigadores ateniéndose a
unos parámetros determinados y, en ningún caso, si la actividad la desarrolla
en un lugar u otro. ¿Y si el candidato decidiera
trabajar de 12 a 8 de la tarde porque debido a ser un profesional solicitado
debido a su prestigio el investigador ejecuta trabajos para otras
organizaciones? Fuera de España es habitual conceder a los investigadores un
alto nivel de flexibilidad en parte porque su figura se equipara a la de un
consultor que maneja distintos proyectos al mismo tiempo. Es curioso que en el
mundo anglosajón la expresión showing up,
hacer acto de presencia, haya adquirido un matiz derogatorio, de anticualla, en
el mundo laboral mientras que en España siga estando cotizada.
Pero la parte más relevante del caso Errejón es de
que forma pone de manifiesto la existencia de una cultura dominante en la que los
procesos de toma de decisiones se llevan a cabo por pocas personas y tienden al
ocultismo.
Casos similares abundan por lo visto. Un buen amigo,
que trabaja en la universidad española, me decía que es imposible que el caso
Errejón afecte a la reputación de Podemos por una razón fundamental, y es que este
tipo de estratagemas para colocar a amigos en los departamentos u otorgarles
becas esta a la orden del día.
¿Cómo es
posible que una sola persona sea responsable de adjudicar una beca concedida
por una institución pública por muy público que sea el concurso? Lo mínimo
sería que hubiera un comité adjudicatario compuesto por investigadores de distintas
instituciones e incluso procedencia geográfica.
La archiconocida endogamia universitaria española,
materializada en el hecho de que más del 90 por ciento de los candidatos
contratados por oposición formaban parte de los respectivos departamentos, se
debe a que los tribunales son confeccionados por un miembro del departamento,
es decir, de casa que suele incluir en la comisión “a gente de los suyos” en
lugar de a otros miembros que garanticen la igualdad de oportunidades de los
candidatos como establece la ley.
El resultado es que las decisiones de contratación, a
pesar de todos los esfuerzos realizados para implantar procesos de acreditación
pública y sexenios de investigación, acaban siendo tomadas por 4 o 5 personas
sin apenas exposición al público. La ley dice una cosa, pero en la práctica los
decanos y rectores no se atreven a hacer cumplirla por miedo a los grupos de
interés.
En contraste, me pongo a contar la cantidad de
personas que tienen acceso a un candidato en las, si otra vez las dichosas
universidades anglosajonas dando lecciones, y me salen más de treinta personas
que han entrevistado al candidato directamente (los miembros del comité de
búsqueda), asistido a una presentación de su agenda investigadora o han
asistido a una de sus clases. Esta lista de personas incluye profesores de
todos los niveles y otros departamentos, secretarias o decanos. No todas ellas
tienen voto, pero si la capacidad de influenciar a los miembros del comite de
búsqueda.
No es una idea nueva ni mucho menos, la superioridad
de la masa/grupo (the wisdom of thecrowds) en lo que se refiere a la toma de decisiones. No sólo
produce decisiones de mejor calidad sino que, sobre todo, son más limpias.
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