Consejos American Psique: marzo 2015

martes, 24 de marzo de 2015

Autenticidad, arrogancia, ciudades de plástico


Australia se ha convertido en una especie de nueva California. Un lugar para elegidos en el que hay trabajo bien pagado para todos, playa, sol, windsurf, cuerpos esbeltos y hedonismo a tutiplén. En todo el mundo, incluidos los españoles en el mundo, la gente alucina con Sidney, Melbourne o Brisbane. Pero también con sitios como Toronto, Seattle o Vancouver, en general las ciudades anglosajonas del nuevo mundo.

Sus ciudades se han convertido en arquetípicas del ideal vital en esta época que nos ha tocado vivir, sitios donde se trabaja duro de 9 a 5 pero luego la gente se va a la playa, a hacer trekking o a tomarse un cocktail en un bar guai. Sitios con rascacielos, avenidas anchas, zonas verdes, pocas plazas donde reunirse, multiculturales, cosmopolitas, donde uno ve más gente guapa que de costumbre y además un buen número de ellos gana salarios de seis digitos. Sitios generalmente con mercadillos de comida orgánica, pocos viejos, viejos de verdad, happy hours por todos los lados y clubs fashion y con marcha.

Sitios sin grandes problemas sociales. Lugares en los que te tomas algo en un bar y conoces a un emprendedor o a un ingeniero de sistemas como quien no quiere la cosa. Casuales. Andan por los treinta, desenfadados, llevan ropa de American Appareil, North Face y se sienten protagonistas de esta nueva era. Rehuyen los compromisos, son promiscuos pero sanos, van al gimnasio o a piscinas cuya agua está purificada con ozono en lugar de cloro, comen ingredientes vegetarianos orgánicos y, si acaso, muy de vez en cuando carne de buey kobe criado en libertad.

Con este panorama, es lógico que una de las cualidades que más valores la gente, ellos incluidos, sea la autenticidad. Es normal que sea así porque escasea por doquier. Sin embargo, la misma gente que dice adorar la autenticidad en la vida corriente o virtual, los mismos que caen rendidos a un buen blogger que se abre en canal y demuestra ser uno de nosotros contándonos sus miserias diarias gratis y sin esperar nada a cambio, no pueden resistirse a adorar a estos apóstoles del cambio.

Hace poco escuchaba a una conocida dar consejos a otro conocido que anda por los treinta y no se come un colín. Sucedió en Seattle, relativamente tarde y tras haber bebido algo más de la cuenta. Le hablaba de su potencial, y no se refería a que adelgazara o mejorara su aspecto físico, sino a que se anunciara en webs de contactos como Match.com y mencionara su trabajo como técnico cualificado en una conocida empresa del mundo digital. Según ella, las mujeres se rifan a todo aquel que trabaja en Amazon, Apple, Microsoft o incluso cualquier empresa desconocida que suena a Start Up. Son los nuevos reyes del mambo por detrás de los jugadores de fútbol americano, baloncestistas o beisboleros (el último reducto de épica y heroicidad que queda en estos tiempos tan blandos es el deporte).

Son los modelos de referencia a los que todo el mundo quiere parecerse. No los define tanto su manera de pensar como su expertise en el mundo digital y su actitud flexible ante la vida. Los que van a salvar los países, las economías, el mundo con la riqueza y los empleos que generan. Hay algo inquietante en estas ciudades de plástico y en estos nuevos mesías que, en el fondo, nadie sabe de que van.

Por eso me ha gustado que el diario The Times considerara a Palma de Mallorca como la ciudad mejordel mundo para vivir. Es imposible decir que ciudad es la mejor para vivir, pero estamos de enhorabuena que, por primera vez en bastante tiempo, no se trate de una ciudad de plástico sino de otra en la que, aparte de algunos turistas, hay bastantes apartamentos de ladrillo visto, plazas y jubilados que toman el aire en la calle.

Gente real, como diría Javier Bardem.

lunes, 16 de marzo de 2015

¿Qué se come en las escuelas norteamericanas?


Lunes, para desayunar un trozo de pizza y un zumo de fruta preparado; para comer alubias con queso, un burrito de segundo, verduras congeladas y fruta, generalmente de lata (pueden ser mandarinas, piña o similar almibaradas. Martes, una barra energética de sirope y chocolate y un zumo de fruta preparado; a las once de la mañana, pan de pizza, ensalada verde con aliño de sobre, verduras congeladas y fruta en conserva. Miércoles, un donuts con un zumo de fruta preparado por la mañana; a mediodía, nuggets de pollo, alubias en salsa dulce de tomate, verduras congeladas y unos gajos de manzana envasados al vacío.

Un desayuno tipo, de una escuela pública americana tipo en cualquier estado de la unión. La comida se sirve en bandejas similares a las de los aviones aunque, y parece mentira, sea mucho menos apetitosa que la que sirven las compañías aéreas. Es tan mala, que los únicos que la comen son los chicos que provienen de familias muy humildes, a menudo con ingresos por debajo del salario mínimo. La desigualdad llevada a su maxima expresión.

Sorprende que en un país donde los niños se han convertido en la autoridad, los grandes tomadores de decisiones acerca de todo, donde ir, qué comprar o que colegio o profesor es mejor, al mismo tiempo se les trate tan mal en cuestiones tan básicas. Siempre me ha parecido triste condenar a un niño a comer un sandwich frío de mermelada y mantequilla de cacahuete todos los días o que tengan que llevar la comida en un termo a falta de un microondas o cualquier otro sistema para calentar la comida. La comida es nutrición pero también placer y educación del paladar.

Los edificios de las escuelas norteamericanas son acogedores, concebidos como enclaves donde los niños exponen sus dibujos y otros trabajos en los pasillos, lugares de diversión en los cuáles a menudo se sacrifica el conocimiento por el entretenimiento. Son lugares amables, calurosos. Sin embargo, falta algo en las cafeterias, faltan  las perolas, los pucheros, los cocineros, el olor de los guisos a menudo reemplazado por el de los platos de comida rápida precocinada.

Siempre he pensado que uno de los pocos motivos de orgullo que le sigue quedando a las escuelas en España es la calidad de la comida y ese momento de compartir experiencias y saboresc (o sinsabores) entre los compañeros.

No les privemos de ese rato con comida servida en bandeja de plástico y donde las diferencias de sabor entre los ingredientes y sus texturas apenas se perciben. No sacrifiquemos el placer por las economías de escala y las obsesiones antibacterianas. El sistema ha funcionado bien hasta la fecha y a un precio razonable. ¿Comida casera de calidad y además siguiendo un modelo en el que se informa a los padres de lo que los niños comen y no comen? Un modelo imbatible aunque los españoles no se den cuenta. En Estados Unidos hay muchas escuelas que cuestan dos mil dólares mensuales en la que esto no sucede.

Es cierto que, como dice el artículo publicado en El País la semana pasada, la comida de catering puede cumplir en material de nutrición con los requisitos legales, al igual que sucede en las escuelas norteamericanas, pero todos sabemos que no es lo mismo.

Comer mediocremente es un recorte al estado de bienestar, una pérdida de capital social y económico tan grande como el recorte de cualquier subsidio. Como dicen Ferrán Adrià, comer es una de las pocas cosas que los humanos hacemos desde el principio al fin de nuestras vidas.

sábado, 7 de marzo de 2015

Política y comida en EE.UU

Hay una relación entre la comida qué se consume y la ideología política en Estados Unidos? Entre consumir pepperoni, el infame embutido,  en la pizza y ser republicano? No me gustan las etiquetas pero Paul Krugman tiene algo de razón.

http://economia.elpais.com/economia/2015/03/06/actualidad/1425655126_410925.html

martes, 3 de marzo de 2015

Vidas americanas en dos horas y media

Todos sabemos lo difícil que es llevar a cabo relatos totalizadores de cualquier experiencia, tanto más si se trata de reflejar como es una infancia y adolescencia tipo en Estados Unidos. Siempre se acaba cayendo en el cliché o el estereotipo. Pero Boyhood, la película del injustamente no oscarizado Richard Linklater, no es así.
Tomando lo mejor de la Nouvelle Vague y el Neorrealismo, libertad formal y afán por reflejar la realidad de un modo verídico, Linklater logra su objetivo. No faltan los sucesivos divorcios o rupturas de pareja, las familias que crecen sin el padre, las casas suburbiales, los desayunos copiosos, las bebidas gaseosas por doquier, la falta de autoridad de los padres, el primer partido de béisbol, una rama de la familia en la que abundan los rifles y otra en la que abunda el rock and roll, los cambios constantes de ciudad, la vuelta a la universidad para reinventarse, los chicos que con diez o doce años pasan las tardes solos en casa, las experiencias sexuales precoces, las drogas, el alcohol o la universidad como meta y al tiempo como rito de paso. Todo ello con transiciones y ellipsis que resultan naturales, en las que no choca que el protagonista vaya con el pelo más largo, un pendiente o que la madre, Patricia Arquette, se vea más rechoncha.
Al ver Boyhood uno ve la vida pasar enfrente de uno y eso es complicado de conseguir en cualquier arte. Y lo más importante para lograrlo no es que Linklater y sus actores se hayan tirado doce años haciendo la película. Cuando uno ve Boyhood es cuando, aunque suene absurdo, uno se da cuenta que las vidas americanas no son lineales, siempre en progreso y llenas de grandes desafíos y oportunidades como nos ha hecho creer el cine de Hollywood. Que va, son como todas: hasta cierto punto lentas, insustanciales, silenciosas, pero con un átomo de interés por el futuro que mantiene el suspense.
Hay una cierta tristeza tranquila en Boyhood, si se quiere llamar existencialismo, una cierta impresión de haberlo visto todo antes, de que no hay gran cosa que contar, de que ya nos sabemos la historia pero que no nos importa porque no hay mejores alternativas. Una impresión de que no van a pasarles grandes cosas a esos niños y jóvenes cuando se hagan mayores. Como a casi todos nosotros.
Y está bien que así sea. Y reflejar lo que es la vida, contradiciendo a Hitchcock (y yo lo extendería a toda la filosofía del cine clásico) que hablaba del cine como de “trozos de pastel, no de vida”, lo ha conseguido el cine Americano mejor que el europeo pese a haberlo intentado menos veces. De la misma forma, que ha conseguido reflejar mejor el mundo del deporte o de los aficionados al vino, a pesar de que en Europa matemos por el fútbol y nos preciemos de la cultura vinícola no tenemos películas sobre el deporte o el vino tan buenas como los americanos.

Y viendo Boyhood se diría que tampoco sobre la vida.

Entrevista en El Mundo - Por qué los profesores universitarios son más jóvenes en Estados Unidos?

EDUCACIÓN

Radiografía de los docentes

El declive demográfico del campus

  • Los recortes han provocado una pérdida de profesores

  • Han impedido también la normal renovación de las contrataciones

  • La edad media del profesorado de las universidades públicas es de 49 años

  • El 73% de los docentes proceden del propio centro en el que imparten clase


La universidad pública española ha quedado mermada y envejecida por la crisis. Los recortes han provocado una pérdida de profesores y han impedido la normal renovación de las contrataciones. Lo ponen de manifiesto las cifras del propio Ministerio de Educación, que señalan que, en una década, la edad media del personal docente e investigador ha pasado de 45,9 a 49 años. Sólo el 7% de las plantillas tiene menos de 35 años.
Dos cursos antes, cuando el Ministerio de Hacienda redujo al 10% la tasa de reposición (el número de contrataciones públicas por cada baja), había un 11,8% de profesores jóvenes. Ahora las perspectivas de recuperación han llevado a elevar esta tasa hasta el 50%, lo que significa que por cada 100 profesores que se vayan entrarán 50, pero los años malos han dejado consumida a la universidad pública. Éste es el diagnóstico, según la Estadística de personal de las universidades de 2013/2014:

Acceso tardío

La edad media del profesorado de las universidades públicas es de 49 años; la de las privadas, es de 43 años. Las primeras tienen un 7% de plantilla joven (menor de 35 años), mientras que las segundas, un 22%. La brecha entre ambos modelos se ha agrandado. Las públicas han perdido 3.889 profesores desde 2010/11, mientras que las privadas tienen ahora 1.433 docentes más.
César García, profesor de la Central Washington University, apunta que, además del declive demográfico español y del estancamiento en las contrataciones, en España «es increíblemente complicado lograr una plaza de profesor titular con menos de 40 o 45 años». ¿Por qué? «Porque tener que pasar por el calvario de laAgencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación(Aneca) normalmente provoca que, después de hacer el doctorado, tardes en optar a una plaza -que no lograrla- entre cinco y siete años».
¿Y en EEUU, donde él enseña? «Basta con tener algo de experiencia como teacher assistant para que un recién doctorado sea contratado como assistant professor, una categoría laboral que no existe en España y que te posiciona ganando un salario superior a 55.000 dólares en el que se valora tu trabajo en función de las clases, la investigación y el servicio a la universidad».

Falta de movilidad

En EEUU, casi nunca se contrata a nadie que haya estudiado en la propia universidad, a no ser que haya tenido trabajo en otros campus. «Da igual las relaciones o los contactos que tengas, un departamento que hace eso queda descalificado», señala César García. En las mejores universidades estadounidenses, sólo el 10% del personal procede de su centro de origen. Aquí es al revés: el 73% del profesorado de los campus públicos trabaja en la misma universidad en la que leyó la tesis. Esto indica falta de movilidad por la ausencia de la libre contratación y por las barreras antes descritas, pero también es un indicador de la tan denunciada endogamia -que consiste en favorecer a los candidatos domésticos frente a los foráneos en la contratación- y de que no hay incentivos a los centros para luchar por tener a los mejores en sus filas. El pasado martes, el Congreso rechazó una proposición no de ley deUPyD para combatir la endogamia y fomentar la movilidad. Su propuesta era obligar a las universidades a contratar sólo al candidato que hubiera estado al menos tres años en otro campus distinto a aquel donde obtuvo el doctorado. Votaron en contra PP y la Izquierda Plural.

Más preparados

Los sexenios son una retribución complementaria y voluntaria que se abona a los funcionarios cuando cumplen seis años de servicio docente y acreditan suficientes créditos de formación. Pueden servir como indicador para medir lo preparado que está un profesor. AAntonio Cabrales, catedrático de Economía de la University College London, le parece «un poco escandaloso» que una cuarta parte de los profesores no tenga ni siquiera un sexenio y que más la mitad no tenga el máximo de sexenios posibles, como indica la estadística del Ministerio. Eso sí, lee en estos datos una «muy buena noticia»: el 100% de los catedráticos menores de 40 años y el 91% de los profesores titulares de esta franja de edad tienen el máximo de sexenios posibles. «Esto quiere decir que los incentivos funcionan, porque no es posible acreditarse para titular o catedrático sin tener el mínimo de calidad que los sexenios exigen. Por tanto, poner estándares mínimos de calidad hace que los profesores jóvenes no den vergüenza», resalta este miembro de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea). Conforme va avanzando la edad, eso sí, el número de sexenios óptimos disminuye. «Los profesores son ahora mucho mejores que los de hace 30 años. O sea, que no todo tiempo pasado fue mejor», resume Cabrales. «Lo que hace falta ahora es que Hacienda permita rejuvenecer la universidad».