Sin embargo, esta es una explicación que no debería dejarnos satisfechos ya que numerosas familias griegas, portuguesas e incluso españolas se consideraban de clase media (incluso en términos estadísticos) antes de la crisis con ingresos considerablemente más bajos. Aquí, no resulta en absoluto raro que personas que uno sabe reciben cupones del estado para comprar leche, latas de sopa Campbell y mantequilla de cacahuete viven en casas de 200 metros cuadrados, bien acondicionadas, con excelente calefacción y dos coches a la puerta que suelen ser un monovolumen y un 4 por 4. Justo como las familias pudientes de Las Rozas.
Digamos que para los americanos pobres, y para los que no lo son, ser pobre no es carecer de los bienes de consumo de nuestra época sino más bien, en el país de las oportunidades, carecer de la esperanza de poder progresar. Es tener un trabajo mal remunerado, generalmente en el sector servicios, y saber que no podrás jubilarte a los 65; es estar enfermo y saber que no vas a dejar patrimonio a tus hijos y dependerás de la beneficencia o del estado el resto de lo que te queda de vida; es crecer en una familia en un entorno rural con malas escuelas públicas; es haber cometido un delito grave y saber que no vas a tener una segunda oportunidad; es ser feo o gordo o tener los dientes mal y no tener recursos ni educación.
Ser feo o gordo es mucho peor que ser pobre, algo de lo que no se habla pero se percibe.
En Estados Unidos no hay realmente pobres, pero si perdedores. Esos son los pobres de verdad.
Y a pesar de todo, la mano del estado se nota. Un par de datos para los escépticos.
- Gracias a los pagos de la Seguridad Social, la tasa de pobreza es un 54,1 por ciento más baja entre la gente de 65 años o más mayor y un 24,4 por ciento entre el resto de los grupos.
- Sin el efecto redistributivo del impuesto sobre la renta, el promedio de pobreza infantil subiría del 18,1 por ciento al 24,4 por ciento.
Curiosamente, los cupones de comida apenas reducen la pobreza de un 17,6 a un 16 por ciento ya que en América lo que se dice pobres, pobres de solemnidad, hay muy pocos.
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