San
Patricio acaso sea la única fiesta religiosa en origen que ha traspasado los
estándares de lo políticamente correcto. Si el uso de la palabra navidad ha
sido crecientemente reemplazado de la vida pública por el de “vacaciones”, no
sucede así con el del santo irlandés responsable de la evangelización de
Irlanda. San Patricio sigue siendo San Patricio a pesar del tufo católico que
desprende la mera idea de santidad.
No
es, por supuesto, el 17 de marzo un día festivo en el que no se trabaje (aunque
este año cae en domingo) sino más bien una ocasión para mostrar un talante
distinto, más relajado en el que la herencia irlandesa en Norteamérica se
convierte en una de las señas de identidad de la cultura incluso en aquellos
lugares en que la presencia de irlandeses no es particularmente notable. No en
vano, aunque aproximadamente 35 millones de norteamericanos se consideran de
descendencia irlandesa (unas 10 veces la población actual de Irlanda), una
buena cantidad de ellos sólo tienen un abuelo, tatarabuelo, la sospecha y a
veces basta un nombre de pila irlandés.
Sorprende
la importancia que se le da a este día con la flojedad del contenido. Celebrar
San Patricio en la mayoríaa del país se limita a ponerse alguna prenda de color
verde y acercarse a alguna taberna o pub en los que ese día hay que hacer cola
a beber cerveza Guiness (hoy propiedad de Diageo, una multinacional del sector
de bebidas con sede en Londres) y, si uno tiene los redaños, a comer estofado
de buey curado acompañado de repollo.
Pero
ser irlandés en Estados Unidos es cool desde
hace casi 70 u 80 años pese a que a la mayoría de los americanos contemporáneos
no les gusta demasiado el rugby, no saben quien es John Ford, no ven películas
de John Wayne y les suena de oídas Oscar Wilde o James Joyce. El orgullo
irlandés norteamericano es otra cosa mucho más sentimental, irracional, que
tiene quizás que ver con el prestigio de la víctima, del pobre, simpático y
tierno irlandés acechado por el despotismo de los ingleses.
Por
cierto, un amigo irlandés de San Francisco me comentaba hace poco que sus
hijos, irlandeses por parte de padre y madre pero nacidos en Estados Unidos,
sueñan con ser judíos y tener costumbres judías, como muchos de sus amigos. Puestos
a ser cool, siempre hay quien gane.
De nuevo, no puedo estar mas de acuerdo.
ResponderEliminarMe parece una fiesta un poco sobrevalorada, y una de las mas vacias de contenido.
No sabía que ser Irlandes en EEUU se consideraba cool. Desde luego The quiet man no es tristemente la pelicula de cabecera.
Coincido plenamente contigo, NuevaYorknunaseacaba. San Patricio forma parte de la fiebre que muchos americanos sienten por los eventos como fines en si mismos, formas de enaltecer sus vidas, si se quiere, de una forma artificial.
ResponderEliminarEstoy bastante de acuerdo en que el día de San Patricio se celebra bastante por simpatía hacia "el prestigio de la víctima, del pobre, simpático y tierno irlandés acechado por el despotismo de los ingleses" que lo hace ser tan cool. Pero Saint Patrick's Day no es mas artificial que el "Easter" pagano, que el día de San Valentín (reducido a Valentine's day, sin el santo de por medio), el Halloween o las navidades. Los americanos conocen de forma muy superficial las razones de cada festividad y les importa muy poco el trasfondo de cada cual. Les da exactamente igual el Halloween que el Saint Patrick's Day, es solo una excusa para una celebración que para tener éxito debe ser lo mas simple posible: vestir de verde, llevar un trebol, beber guinness, oir unas gaitas escocesas y largarse a casa.
ResponderEliminarLa prueba de lo que digo es la fiesta del Cinco de Mayo, un invento de los restaurantes mexicanos con menos de dos décadas de antiguedad que se celebra aquí en EEUU cada vez mas cuando en Mexico casi ni se menciona. El objetivo es vender comida tex-mex y two-for-one margaritas en fecha tan señalada y ni se les ocurre contarles a qué viene tanta celebración ni a los americanos les da por preguntar. Puro marketing vacío hecho a la medida de un consumidor entusiasta pero ingenuo y tremendamente superficial (el consumo de masas es lo que requiere).
Un cinco de Mayo hace una década, comiendo en un restaurante aquí en Kentucky, un lugareño vecino de mesa al enterarse que hablabamos español nos ofreció un brindis para celebrar el "Cinco de Mayo" que presumía ante sus comensales de saber que se trataba del Mexican's New Year Day. Le dimos la razón por no aguarle la fiesta al pobre.
A mi lo del cinco de mayo me recuerda un poco a lo que sucede con el cine de Hollywood cuando desarrolla narrativas acerca de lo que sucede en otros lugares y culturas a través de la creación de personajes e historias a la manera americana. Maria Antonieta o un jesuita español en la selva del Amazonas de repente hablan inglés y sus vivencias se nos cuentan utilizando un punto de vista netamente norteamericano pero que al resto del mundo, al estar acostumbrados a sus pautas narrativas, nos resulta familiar. Acabamos viendo nuestro propio mundo, que es lo que sucede a algunos mexicanos que viven en Estados Unidos con el cinco de mayo, a través de las lentes de la cultura 'mainstream' norteamericana. Aunque sé que es una afirmación excesivamente simplificadora, lo cierto es que únicamente hemos conocido una manera de contar las historias, la del cine de Hollywood y las tele series norteamericanas, con las que (y en cierto modo me incluyo) nos sentimos relativamente cómodos. De la misma forma, los eventos, las tradiciones a la americana (como en cierto modo son los San Fermines que empezaron a cobrar relevancia gracias a Hemingway) tienen un cierto tufo desenfadado y festivo, a pesar del riesgo evidente, que no tienen necesariamente las corridas de toros.
EliminarYo siempre quise ver esa fiesta con una perspectiva novelesca hispana, como si la viera con los ojos de Carlos Fuentes en "La muerte de Artemio Cruz". En mi visión ideal el Cinco de Mayo habría sido concebido en su origen como la venganza del pobre, una narrativa en la que el vecino pobre del sur emigrado a la tierra del rico acaba aprendiendo que la única forma de progresar en esta tierra es luchando con las mismas armas de los dueños del tinglado (la mercadotecnia hecha a medida) y tuviese éxito en su empeño, aunque al final ese éxito le hiciese perder sus propios valores. Así como el revolucionario Artemio Cruz después de alcanzar el poder acaba por adquirir los vicios de la élite recién depuesta, el éxito del vacío Cinco de Mayo reforzaría en el inmigrante la idea de que sus viejas ideas y tradiciones no valen mucho cuando se trata de ganar dinero y poder en EEUU, y mantiene solo ciertos elementos que le ayudan (el mariachi, el sombrero, el tequila, el tex-mex) desechando poco a poco lo que no le vale o dejándolo solo para las reuniones familiares (como el "grito de México", la verdadera fiesta nacional mexicana, donde el gringo aún siendo bienvenido no es invitado).
ResponderEliminarAl final es lo que cuentas tú, solo que en mi versión no se abraza la perspectiva sajona por comodidad sino por puro pragmatismo. Si al gringo no le interesan mi cultura ni mis tradiciones le hago unas a medida o, mejor, dejo que las haga él y yo me encargo de la caja registradora (a lo Groucho Marx: si no le gustan mis principios tengo otros). En el fondo estoy convencido de que el dichoso Cinco de Mayo lo inventó un sajón, unos Mad Men, por encargo de la segunda o tercera generación de una familia mexicana, los dueños de la cadena de restaurantes Don Pablo's o algo así.
Un grupo de Mad Men elige que se celebre la "cultura mexicana" con el Cinco de Mayo sin dar pistas sobre su significado mas allá del nombre, simple de recordar y fácil de pronunciar por un sajón. La alternativa a esta fiesta, la celebración del "Grito de México" que marca el inició de la revolución mexicana, le pondría los pelos de punta a Rush Limbaugh, al americano medio de Oklahoma y a los Minute Men de la frontera: ¡qué vienen los rojos de piel oscura!
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Creo que la potencia que las películas de Almodóvar llevan teniendo entre amplios círculos, no mayoritarios, estadounidenses es la imagen que proyectan de una España intemporal, impermeable al paso del tiempo en lo esencial a pesar del diseño de los decorados y de la ropa. Te recomiendo leer La opinión pública de Lippmann para entender porque es prácticamente imposible promover una idea o un concepto si no nos acomodamos de alguna manera a las preconcepciones y prejuicios de nuestros destinatarios.
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