Según TheEconomist el futuro de la universidad será online o no será. En su último
número describe una institución que se verá obligada a dar un vuelco en los
próximos años si no quiere perecer por falta de respuesta a la demanda social.
Los articulistas se basan en que la educación
superior apenas ha cambiado en los tres últimos siglos un modelo
fundamentalmente consistente en que un grupo de estudiantes atiendan las
charlas del profesor a una hora determinada en un lugar fijo y más tarde sean
examinados.
Vaticinan que los MOOCS, massive open online courses o cursos online en abierto, se
convertirán en el método estándar de enseñanza en el futuro para una mayoría de
estudiantes. Según esta teoría, que tiene algo de ciencia ficción aunque haya
MOOCS desde hace años, las grandes estrellas del conocimiento aprenderán
técnicas de comunicación con el fin de que sus lectures puedan ser filmadas y difundidas a una gran cantidad de
estudiantes que pagarán precios mucho más bajos por su educación. Los
mediocres, que es como denominan a una inmensa mayoría de docentes que no
enseñan en las denominadas universidades de la Ivy League, perecerán al igual
que sus mediocres universidades. Sólo
sobrevivirán las universidades de élite en las que su alto coste se ve
compensado por el capital social que proporcionan los contactos y el contacto
con estas superestrellas del conocimiento que, aunque no lo dicen, serán las
que filmen sus clases que todo el mundo se esforzará por ver.
El resultado final, dicen, será positivo ya
que más estudiantes podrán estudiar en los países desarrollados como en vías de
desarrollo expuestos a las clases de los mejores docentes a un coste inferior
al que muchos pagan actualmente por estudiar en estos centros, según ellos, de
baja calidad.
Sin embargo, reconocen, la transición no va a
ser fácil principalmente debido a que las clases masivas online plantean muchos
interrogantes. Para una buena cantidad de estudiantes, las carreras online
constituyen un desafío y hay un alto porcentaje de ellos que no las concluyen
por falta de motivación o incluso de calidad de la docencia a través de este
canal o tampoco se sabe muy bien como se realizarán los exámenes a tanta gente
tan dispersa sin que haya algunos que suplanten su identidad, por citar dos de
los mayores problemas. Se nos dice que tendrán que evolucionar mucho la técnica
para impartir estos cursos pero que no hay duda, siempre según ellos, de que
será posible.
En realidad, la experiencia actual demuestra
a muchos docentes que para un elevado número de estudiantes, la mayoría de
ellos que han crecido con las nuevas tecnologías, las clases online son
indeseadas y prefieren el formato presencial a no ser que se lo impidan
obligaciones profesionales u otras derivadas de la lejanía geográfica. Muchos
de ellos carecen simplemente de la motivación y la fuerza de voluntad para
hacerlo todo por su cuenta. Los formatos híbridos son la respuesta y proliferan
cada vez más, pero no dejan de ser un sucedáneo de lo que había antes.
Si se cumpliera la improbable profecía de The economist, la sociedad, sería cada
vez más dual. Un mundo en el que los titulados de las universidades de élite y
las escuelas de negocios seguirán dirigiendo la sociedad y ocupando los puestos
de responsabilidad. Sí, habrá un pequeño grupo de estudiantes de mérito que
lograrán meterse en ese codiciado grupo merced a su aprovechamiento de los
MOOCS, pero no serán muchos. Los MOOCS nunca van a crear el capital social
imprescindible para romper ciertas barreras sociales todavía existentes.
El conocimiento, después de todo, como nos
demuestra la escena del bar de la película Elindomable Will Hunting, lleva siendo accesible desde la invención de la
imprenta al menos en lo que concierne a materias de humanidades como la
historia o la filosofía. Ahora lo es en muchas más ramas del conocimiento, de
hecho cuantos no se atreven a desafiar a sus doctores en sus diagnósticos
realizando búsquedas en Google. Quizás todo consista, como confiesa el pijo
sabelotodo de la película, en que el titulado de Harvard gracias a su título se
comerá cuando tenga 50 años unas patatas fritas servidas por aquel que quizás
sepa más que él, Will Hunting, pero que no tuvo la oportunidad de estudiar en
Harvard sino quizás de presenciar algunas lectures
por internet de los grandes nombres. Habrá tantos como él que será inevitable
que bastantes de ellos tengan que dedicarse a servir patatas fritas y cerveza.
The Economist no está solo. Cada vez son más
los autodenominados gurús de la educación que parece sentirse bastante cómodos
con esta hipótesis de dos tipos de universidades, las online para una mayoría y
las del tipo Ivy League o escuelas de negocios para una élite. Es un tema, no cabe duda, demasiado extenso
para agotarlo en una entrada de blog, pero si transmite que hay una visión, o
quizás convendría decir deseo, de una parte las clases dirigentes de apuntalar
desde sus cimientos una sociedad cada vez más dual.
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