La universidad
americana obedece a un modelo marchito y elitista, el inspirado por la
universidad de Harvard. Este modelo estaría basado en la existencia de campus
residenciales, clases reducidas y estudiantes que viven a cuerpo de rey durante
4 o 5 años de su vida. Un modelo agotado, pero imitado en mayor o menor medida
por la mayoría de las universidades en este país, que demuestra que los administradores
de las universidades seguirían viviendo en una torre de marfil y no se enteran
de nada.
Un modelo que ha
degenerado en instituciones más preocupadas de construir instalaciones
deportivas y piscinas suntuosas que en la educación. Un modelo preocupado de
que el campus sea un lugar donde pasarlo bien y la fiesta sea continua. En definitiva, el mismo modelo que ha hecho
que la prestigiosa agencia de calificación Moody’s haya rebajado
sustancialmente las expectativas de las empresas que operan en el sector de las
universidades.
Esa es la tesis de
partida del documental de la CNN titulado La torre de marfil (The ivory tower) que cuestiona la
viabilidad de este modelo que ha posicionado al modelo de universidad americana
como el más exitoso de la historia.
Una de las mejores
cosas de la sociedad americana es su habilidad para cuestionarlo todo y en
tiempo real. La amplia difusión de que ha gozado un documental de este tipo, yo
lo vi en un viaje de avión entre blockbusters,
dice buenas cosas acerca de la vitalidad de su esfera pública.
En cualquier otro
lugar, teniendo en cuenta la admiración que la universidad americana despierta
en todo el mundo, se ahogarían en la complacencia. Sin embargo, en Norteamérica
abundan los libros y documentales de este tipo que cuestionan la eficiencia
y critican la desigualdad que engendra
el sistema.
La crítica se basa
principalmente en que es un modelo excesivamente caro para los tiempos que
corren, que genera deudas entre los estudiantes que tardarán décadas en pagar y
que, en suma, no es un modelo que pueda producir un alto retorno de la
inversión a mucha gente. No está claro que la mayoría de las universidades ofrezcan
la triada clásica, conocimiento, contactos y un diploma, a un precio razonable
y que garantice la igualdad de oportunidades.
¿Puede un estudiante medio pagar una deuda de 140.000
dólares al final de sus estudios teniendo en cuenta que , según el documental,
aproximadamente un 40 por ciento de los mismos están subempleados o con
trabajos de poca cualificación cuando finalizan sus estudios?
Aparentemente no, según
el documental hay una burbuja universitaria que no tardará en explotar ya que
no puede ser que el coste de ir a la universidad haya aumentado un 400 o 500
por ciento en cuestión de dos décadas mientras que al mismo tiempo los estados
han reducido su contribución.
En el documental se
omiten muchos aspectos positivos de la universidad norteamericana. La calidad
de los programas de postgrado, la meritocracia, la internacionalidad de muchos
de sus campus, la fortaleza de la investigación, el estímulo constante para una
búsqueda incansable de métodos de enseñanza más innovadores, el afán por
experimentar o por hacer que los estudiantes aprendan a través de la
experiencia.
Eso no quiere decir que
las críticas del documental no sean legítimas. Sin embargo, el excesivo énfasis
que pone en la gratuidad o semigratuidad del sistema da la impresión de que hay
una cierta élite universitaria que se encontraría cómoda con un sistema a la
europea casi gratuito pero donde la excelencia a menudo no es el ideal
Igual, si conocieran el
modelo europeo actual de universidad, se lo pensaban dos veces a la hora
formular estas críticas.
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