Dice Patrick Mouratoglou,
entrenador de Serena Williams, en una entrevista con L’Equipe que Nadal y su equipo se pasan de pesimistas, de sinceros
acerca de la flojera mental que le está costando tantos partidos. Según él,
Serena Williams, número uno mundial del tenis femenino, nunca hubiera
reaccionado de la misma manera.
“Durante unos años,
no ha habido un jugador que pensara que podía ganarle en tierra batida. Salían
a la pista derrotados. Ahora, eso cambiará”, asegura Mouratoglou.
Más allá de lo que
pueda tener de táctica fácil para descargar presión, es verdad que Nadal ha
sido siempre un poco así. Ganaba a Federer una vez tras otra y en la ceremonia
de premios seguía diciendo que el suizo era el mejor jugador de la historia. Su
tío, Toni Nadal, no deja de decir que Federer es mejor, que Djokovic tiene más
talento, que no admira a su sobrino.
Es cierto lo que dice
el francés Mouratoglou, no sólo acerca de Serena Williams sino de prácticamente
cualquier deportista o individuo que aspire a algún tipo de liderazgo en la
sociedad norteamericana. Los trapos sucios, las inseguridades, las lava uno a
solas, con su conciencia, no se airean nunca. Tener confianza, una autoestima
alta es el camino hacia la superación, ya supone haber triunfado de alguna
manera. No en vano, aunque los resultados de los estudiantes norteamericanos
son más que mediocres en el informe PISA, son lo que demuestran mayorconfianza. Algo tiene que ver con el afán por crear empresas incluso a
pesar de haber cosechado fracasos en el pasado.
Esta situación choca
con el carpetovinismo. En su libro España3.0, necesitamos resetear el país, Javier Santiso se cansa de
decir que los españoles tienen que creerse que pueden inundar el mundo con
Start Ups, que hay gran cantidad de historias de éxito, que la calidad de vida
en España no tiene parangón, que la piel de toro puede hacer lo que han hecho
Corea del Sur e Israel, es decir, moverse del modelo económico del turismo y el
ladrillo a la tecnología de valor añadido. Dice muchas veces lo de “hay que
creérselo.”
Me chocó el otro día
un reportaje en TVE, creo que era de Comando Actualidad, en el que el
periodista estaba en Sevilla entrevistando a un empresario de Sevilla y no se
cansaba de resaltar que en la ciudad del Nervión había una empresa de éxito en
la que sus empleados eran sevillanos pata negra, es decir, gente apellidada
García, Gómez o Fernández, supongo. Joder, que proeza, a estas alturas de
siglo.
Algo hay de cierto.
Los españoles conjuran la exageración, generalmente acerca de sus fracasos, con
una mirada limpia, prístina, teresiana de la realidad, que transmite honradez y
crea cercanía pero al mismo tiempo desmitifica todo lo que hacemos. Es aquello
de, después de recibir un halago por una prenda, el halagado dice “lo compré en
las rebajas, 15 euros”.
Luego nos extraña que
los vinos españoles se vendan de media por 4 o 5 veces lo que cuesta un vino
francés, que el aceite de oliva se considere un producto primordialmente
italiano a pesar de que España produce el 40 por ciento del aceite mundial y
acapare los premios en las competiciones internacionales.
Unicamente somos
capaces de vender lo que hacemos, cuando rebajamos y desmitificamos lo que
hacen los demás, en lo que también somos expertos.
Así nos va. Hay que
creérselo, sí, aunque sea porque los demás son, al menos, tan malos como nosotros.
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