Digamos lo que digamos.
Aunque nos encontremos en una era de transición en la que lo antiguo no ha
terminado de desaparecer y lo nuevo no ha terminado de consolidar su hegemonía,
hay cosas que no cambian.
América sigue molando a la
gente.
En la piel de toro, las
tradiciones religiosas o incluso las celebraciones del patriotismo
constitucional se transforman en puentes infinitos y son reemplazadas por
festividades surgidas del imaginario cinematográfico cuando no del más obvio
consumismo pasados los años del consumo irónico.
Halloween se
muestra claramente bastante más sólido, y por supuesto más divertido, que la
festividad de todos los santos para la gente menor de treinta e incluso
cuarenta años.
Thanksgiving
siempre ha gustado. Quién no recuerda con delectación a Michael Caine
trinchando el pavo en esa casa de Manhattan acogedora y bien caldeada en la
película Hanna y sus hermanas. Viéndola
casi se paladeaba el pavo aunque en la realidad su carne sea bastante insulsa y
se enfríe con facilidad.
Mientras las fiestas
navideñas se secularizan y no dejan de ser poco más que una ocasión para meterse
una comilona pagada por la empresa entre pecho y espalda, irse a esquiar o tomarse
unas vacaciones en Cabo de Gata, a los Americanos el Día de acción de gracias
que todavía sigue siendo una festividad seria.
En España, en general se
imitan los modos de vida y costumbres norteamericanas con bastante impudicia. En
un país en el que la venta por catálogo fue siempre considerada algo exótico,
hoy día SEUR se forra mandando sobres a las casas con mercancías. Se pasó en un
periquete de que la ropa interior oliera a humo después de una noche de farra
en cualquier local de Malasaña, a ver a los fumadores casi como enfermos.
La campaña comercial con
motivo del Black Friday, el viernes
posterior al jueves de acción de gracias, supera todos los precedentes. No solo
Amazon sino el comercio español al completo se ha puesto de acuerdo en montar
un día de rebajas el día 27 de noviembre. Aunque en España sea un día
laborable, aunque la gente haya dormido bien, aunque no haya resaca y aunque no
haga tanto frío y uno salga a la calle y, a diferencia de la mayoría de los
pueblos y pequeñas ciudades norteamericanas, tenga gente con la que reunirse y
cosas que hacer.
América sigue molando,
reconozcámoslo.
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