La charlas TED, ahora en libro
Juan Cabrera
Se puede decir que en España tenemos un déficit grande de elocuencia. Uno oye a un aspirante a presidente de Gobierno en este país y tiende al bostezo. Lo mismo cabe decir de los empresarios cuando salen en televisión o tienen que dar una charla sobre los planes de futuro de su compañía o sobre la justicia en el mundo. Muchos líderes locales no despegan los ojos del papel en que sus asesores han plasmado unas ideas que muchas veces no van más allá de cuatro lugares comunes. Creo que a la élite local le falta poder de seducción, lo que probablemente esté detrás de algunos de los problemas que tiene el país.
En esto, como en otras muchas cosas, los anglosajones nos ganan por goleada. En Estados Unidos, sobre todo, el storytelling y la charla seductora se empieza a cultivar casi desde el parvulario, y eso se nota en los discursos de políticos y hombres de negocios, muchas veces deudores de una ficción asumida por todos. Y si no me creen, comparen los discursos de Rajoy con los de Obama.
En vivo y en directivo he podido comprobar el poder de seducción que desplegaban políticos tan distintos como Arnold Schwarzenegger o Rudolph Giuliani ante auditorios poco cómplices que al final acababan volcados y riendo a mandíbula batiente con esos dos dirigentes con dotes de showman. Si nos vamos al mundo de los negocio, tampoco aguantamos la comparación. Y si no, enfrenten a Aliertas y Botines con personajes como Steve Jobs, Richard Branson o Steve Ballmer (el de “developers, developers, developers...”).
Una muestra de los poderes de esa elocuencia anglosajona se puede encontrar en la página web de TED, una organización sin ánimo de lucro creada en 1984 con la intención de difundir las mejores ideas de las mejores cabezas pensantes del planeta. En TED.com hay colgados monólogos –que nunca duran más de 18 minutos- de 1.800 personalidades destacadas del mundo de la tecnología, los negocios, la política, los derechos humanos, el periodismo, las artes, la ciencia o el diseño que han hablado prácticamente de todo, y de una manera rigurosa, pero también persuasiva, entretenida y asequible a cualquiera con un mínimo de curiosidad intelectual. Bill Gates, Edward Snowden, Stephen Hawking o Bill Clinton han pasado por TED.
La novedad ahora es que, desde finales del año pasado, Ediciones Urano está publicando una colección de libritos donde varios de los speakers de TED desarrollan su charla, aunque sin perder la capacidad de síntesis, pues los títulos están pensados para ser leídos de una sentada. Así, casi de una sentada, me leí El arte de la quietud, del periodista de viajes estadounidense Pico Iyer, que nos habla de una de las grandes paradojas de la vida moderna: la necesidad de parar y prestar atención a nuestros sentidos en un mundo donde cada vez estamos más atareados, recibimos más información, viajamos más y también tenemos la sensación de trabajar más.
Pico Iyer nos explica por qué el viaje más fascinante puede ser el de no ir a ninguna parte, recuperando el famoso pensamiento de Pascal:"Todas las desgracias del hombre se derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentado y solo en una habitación". Además de Pascal, por las páginas del librito de Iyer pasan algunos de los que han encontrado la verdadera riqueza en el autoconocimiento que promete la quietud, como Marcel Proust, Emily Dickinson, Leonard Cohen o Phillipe Starck.
En fin, que promete la colección de Urano con varias de las mejores charlas que se pueden encontrar en la estimulante página de web de TED. Hace poco apareció Las matemáticas del amor, donde la científica británica Hanna Fry intenta demostrar que dar con nuestra media naranja tiene que ver con los números. Recientemente también Urano ha publicado una librito de Marc Kushner donde nos propone un viaje por cien edificios de todo el mundo con el fin de que luego seamos capaces de exigir una arquitectura en nuestras ciudades que mejore nuestro bienestar y nuestra salud.
Y para los próximos meses están previstos títulos tan sugerentes como¿Por qué trabajamos? En busca de sentido, del psicólogo Barry Schwartz; ¿Cómo viviremos en Marte?, del divulgador tecnológico Stephen Petranek: El futuro de las grandes ideas. En busca del próximo Jefferson, Darwin o Marx, de David Rothkopf, editor de la revista Foreign Policy; o Desde tu intestino. La gran influencia de los diminutos microbios, de Rob Knight, profesor de la Universidad de la California. En fin, unas buenas pildoritas de divulgación, elocuencia y entretenimiento con el sello TED.
Hola César:
ResponderEliminarQué tal. Hacía tiempo que no intervenía por aquí pero, tras leer tu entrada sobre TED, no he podido resistirme a dejar unas líneas.
Resulta que conocí las charlas de TED hace algunos años y, tal y como cuentas, me fascinó la capacidad que tenían sus participantes para enganchar.
En concreto hubo uno que, dada mi afición al cine, me encandiló. Fue James Cameron. De esto hará ya un lustro o así. No era, ni de lejos, el mejor de los que habían pasado por allí, pero es que el "jodío" sabía como ganarse a la audiencia. Se explicoteaba muy bien y tenía esa cualidad que te hace mantener la atención al 100%.
Lo curioso es que TED no siempre ha contado con admiradores. Recuerdo también que hace tiempo leí un artículo en donde los ponían a tirar de la burra y los acusaban, en esencia, de ser unos falsos.
Te dejo aquí el artículo:
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/03/01/actualidad/1330602827_526759.html
Debo reconocer que, dada la capacidad de convicción y de contar historias de quienes intervienen, me resultó algo descorazonador el ataque.
De todas formas, y aun cuando no todo el monte sea orégano, sigo creyendo que muchas de las ideas que se exponen en TED son muy válidas y, como bien dices, la capacidad para relatar, para estimular y para convencer de sus oradores es sobresaliente.
A modo de anécdota en plan "abuelo cebolleta", te puedo decir que, en la universidad (española, entiéndase), conocí a compañeros que, siendo muy buenos en su campo, eran unos completos negados cuando se trataba de expresarse en público. Pero negados, negados, ¿eh? Lo más surrealista es que algunos se definían como gente con grandes dotes sociales y "don de gentes", pero luego los veías dirigirse a sus compañeros y daban ganas de echarse a llorar. Había quienes se montaban una empanada mental antes de un minuto y no eran capaces de articular más de cinco o seis palabras coherentes (hubo un caso de un estudiante del que llegué a pensar que le estaba dando un ictus). XD
En fin, poco más que decir. Como casi siempre, suscribo tus palabras.
Un saludo y sigue publicando.
Muchas gracias por tu comentario, Antonio. En realidad el post es de Juan Cabrera, un colega que tiene un blog de libros llama do Desde la perplejidad y que me he permitido citar.
ResponderEliminarPero, desde luego, tienes toda la razón. A veces me causa sonrojo escuchar como se expresan en público mis compatriots y tengo que decir que a mi mismo me gustaría mejorar en este aspecto.
Un saludo cordial.