Un chiste popular en los Estados Unidos es aquel que
dice "¿Cómo se denomina a alguien que habla tres idiomas?
Trilingue. ¿Y dos idiomas? Bilingue. ¿Y un idioma? Americano”.
Se lo he oído
decir indistintamente a americanos que hablan otros idiomas pero también a
otros que solo hablan inglés. Pero no me imaginaba que encajaría tan bien con
el perfil del embajador de Estados Unidos en España, James Costos.
Por eso me resultó tan decepcionante la intervención de
James Costos ante las cámaras del programa Masterchef Junior de TVE. Lo que
podría haber sido una eficaz acción de relaciones públicas para demostrar el
buen rollo de las relaciones hispano-norteamericanas y la cercanía del
embajador que ha decidido abrir las puertas de un edificio que a veces parece
más un fortín que una embajada, acabó convirtiéndose en un evento frío,
exhibicionista y protocolario.
Fue fascinante ver la intervención de
Costos. A pesar de que sus intervenciones fueron relativamente
cortas, tanto James Costos como su pareja fueron incapaces de articular una
sóla palabra en español enfrente de una audiencia de varios millones de
españoles.
Supongamos, que es mucho suponer aunque menos en el
caso de los norteamericanos, que uno no tiene que hablar el idioma del país del
que es nombrado embajador.
Sin embargo, no resultaría extravagante pensar que un
embajador al menos toma clases de la lengua del país de acogida en el que
lleva, por cierto, más de dos años. Y, si se diera el caso de que ni siquiera
sus obligaciones le permitieran tomar clases, lo cual resulta dudoso, por lo
menos uno puede hacer el esfuerzo de aprenderse tres o cuatro frases para la
ocasión como hacen algunos cantantes o deportistas (al poco después vi un mensaje
de navidad en español de Paul McCartney, el cual sospecho que no sabía español
en los años ochenta, felicitando las fiestas a los españoles).
Pero no, el principal y sorprendente mensaje del
embajador en Estados Unidos, que principalmente aprovechó la ocasión para
comunicar a los españoles que también hay americanos sofisticados que comen
saludable y que su primera dama está muy preocupado por ello, fue íntegramente
en inglés con subtítulos.
El resultado fue como suele pasar en
estas ocasiones la impresión que el embajador norteamericano ha abierto las
puertas de “su casa” no porque piense que es importante reforzar los lazos con
los españoles sino más bien para vender un concepto y hacerle un poco la pelota
a la Primera Dama Michelle Obama, quien ha hecho su causa particular el
combatir la obesidad juvenil con conceptos como la comida orgánica o el
ejercicio.
Ciertamente con Obama han cambiado ciertos modales,
pero no tanto uno de los rasgos del excepcionalismo norteamericano más
reprobables. Buena parte de las élites económicas y políticas, aunque en
público digan lo contrario, siguen pensando que aprender otro idioma que no sea
el inglés es una pérdida de tiempo y la vida es corta.
Pues mira, voy a estar de acuerdo con los americanos, salvo necesidad específica hablar inglés es suficiente. Me explico, aprender lo que sea tiene siempre un coste de oportunidad, o sea, la dedicación que requiere podría servir para otra cosa, matemáticas por ejemplo. Si no es por razones profesionales, como traductor, o vivenciales, como establecerte en otro país, el inglés basta por su valor de lingua franca. Personalmente preferiría que el tiempo que podrían dedicar a otro idioma lo emplearan en estudiar algo de historia, a ver si ganan algo de perspectiva. Obviamente espero que no me tomes muy en serio este comentario.
ResponderEliminarNo, no te tomo muy en serio. Aun así, tendrás que estás de acuerdo en que para tener algo de perspectiva o engender mejor otra cultura saber el idiom parece relevante.
ResponderEliminarLa verdad es que es vergonzoso que un embajador extranjero que lleva casi dos años en España no sepa hablar como mínimo castellano, y ya no te digo saberse algunas frases de catalán, gallego y vasco. Aunque probablemente el consulado americano en Barcelona probablemente use más el catalán que la Embajada el castellano. El sentimiento de inferioridad de los madrileños es bastante ridículo.
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