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viernes, 29 de julio de 2011

Cristiano (I)

Algunos apuntes más sobre la religión, un ámbito clave en la psique americana, antes de seguir con otros temas.

En América la palabra cristiano tiene un matiz especial y suele escucharse con frecuencia. Cuando alguien dice “I am a Christian” probablemente está diciendo que pertenece a una de las muchas confesiones cristianas que existen en el país pero no a la católica (los católicos se dicen católicos y basta). La palabra cristiano implica un mayor grado de compromiso, un papel de la religión en la vida y visión del mundo de estas personas al que estamos acostumbrados aquí. Implica quizás bendecir la mesa antes de cada comida, realizar donaciones significativas a una iglesia, escuchar rock cristiano o asistir a grupos de estudio bíblicos en la parroquia. Una serie de acciones que también el catolicismo americano tiene más en común con el resto de los cristianos en este país que con los católicos europeos.

También hay excepciones, naturalmente. A veces la palabra cristiano puede tener un matiz denigratorio en el caso de aquellos que se consideran más progresistas y que ven en los cristianos una suerte de fanáticos reaccionarios que se oponen al aborto o al matrimonio homosexual. En todo caso en América este tipo de consideraciones peyorativas suelen generalmente realizarse en privado y nunca desde la tribuna de un partido politico o un medio de comunicación mainstream.

martes, 26 de julio de 2011

Iglesias

Sigamos con Dios y la religión. Unas palabras sobre la iglesia, cuyos caminos en Norteamérica no conducen necesariamente a Roma y son más bien plurales. Los templos cristianos norteamericanos, a pesar de su arquitectura casi siempre tradicionalista aunque sean de nuevo cuño, no tienen la connotación un tanto arcaizante que han adquirido en la vida española. En realidad son los centros neurálgicos de muchas pequeñas y medianas ciudades aunque de una manera muy diferente a la España de hace 50 o 60 años.
Si muchos españoles de una generación determinada creyeron y dejaron de creer sin apenas preguntarse por qué, una mayoría de los americanos creyentes (que son el 90 por ciento) tiene bastante claro que una buena gestión estatal es incapaz de dar respuesta a sus necesidades espirituales. Hay un elemento de pragmatismo en esta perspectiva, sin duda, como corresponde a la psique americana. Un elemento que, sin embargo, puede transformar a estas organizaciones en eficaces focos de activismo y solidaridad sin parangón en las sociedades modernas.
Un ejemplo que viví de cerca recientemente. Hace poco la policía de inmigración efectuó en Ellensburg una redada en la que detuvo a varios inmigrantes mexicanos sin documentación acusados de traficar con drogas y pasaportes falsos. En numerosos casos, ello supuso que muchos de los padres fueran deportados y niños menores abandonados a su suerte. La respuesta más contundente corrió exclusivamente a cargo de las parroquias católica y metodista del pueblo en las que se celebraron reuniones bastante multitudinarias de los habitantes del pueblo sólo unas horas después de la operación policial. En esas reuniones se acordó diligentemente quién se hacía cargo de qué y de quienes. Me pareció una lección ejemplar de eficacia y espiritualidad.

jueves, 21 de julio de 2011

Dios

Hace poco, pasando el fin de semana en la Sierra de Gredos, mi amigo Juan me hablaba del caso de una lectora de su blog de crítica de libros (http://www.desdelaperplejidad.com) que le había confesado, no sin cierto pudor, que la razón por la que le interesaba un nuevo libro del filósofo alemán Jurgen Habermas sobre religión es que era catequista. Una verguenza y un estigma muy comunes en España donde el racionalismo agnóstico, nueva seña de europeidad en las últimas tres décadas, se presupone en cualquier persona con dos dedos de frente.

En contraste, la psique americana es la única psique del mundo occidental capaz de reconciliar dos imposibles: la creencia en Dios y la modernidad. No deja de resultar paradójico que sea el país de la ciencia y la tecnología aquel más religioso del mundo occidental. En Ellensburg forma parte de la vida cotidiana que los cristianos baptistas rezen en público en cualquier de los parques de la ciudad, que al entrar en el comedor de Central Washington University en algunas mesas ocupadas por jóvenes estudiantes se bendiga la mesa e incluso encontrarse full professors de ciencia económica o literatura inglesa asistiendo a un servicio dominical con toda su familia. Todo ello a poco más de una hora en coche de Seattle, sede de Microsoft y Amazon.com, y una de las ciudades más high-tech del mundo.

martes, 19 de julio de 2011

Temperamento

Edward Sapir y Benjamin Whorf crearon la teoría del determinismo linguistico de acuerdo a la cual nuestra mente se modela de acuerdo al lenguaje que hablamos y al significado de las palabras que se asigna en una determinada cultura. Años más tarde matizarían las conclusiones de su teoría que pasaría a llamarse del relativismo linguistico según la cual el individuo podría cambiar su manera de pensar si, por ejemplo, aprendía otro idioma o vivía en otra cultura.

En cualquier caso, como he pretendido poner de manifiesto en American psique, hay que prestar atención al significado de las palabras para entender otras culturas. Uno de los ejemplos que más me llaman la atención es el uso que la psique americana hace de la palabra temperamento o temper. La expresión “to have temper” no equivaldría a la española “tener temperamento” o “tener carácter”, es de hecho una expresión condenatoria empleada para referirse a aquellas personas incapaces de controlar sus impulsos en público, aquellos individuos excesivamente irascibles o sanguineos. Qué diferente de la expresión española tener carácter o temperamento, la cual incluso considera que un punto de mala leche contiene un rasgo de grandeza. Me vienen por ejemplo a la cabeza los numerosos incidentes de personalidades como Fernando Fernán-Gómez o Francisco Umbral con periodistas, los cuáles, si cabe, aumentaban su leyenda a la luz pública.

En cambio, aquel individuo incapaz de dominar sus impulsos carece de futuro en cualquier faceta de la vida pública americana. El antídoto es siempre el mismo, cultivar el sentido del humor en cualquier comparecencia pública por muy inauténtico que nos pueda parecer.

jueves, 14 de julio de 2011

Dólares

El otro día mi hijo, que tiene 7 años, invitó a uno de sus amigos a jugar en casa. Antes de irse, le regaló un billete de un dólar con la efigie de George Washington, lo cual al chaval le hizo una gran ilusión. A su padre le sorprendió que para cantidades tan pequeñas, actualmente un dólar viene equivaliendo a 70 céntimos de euro, se siguiera utilizando papel. No le faltaba razón, de hecho yo mismo experimento a menudo una mezcla de placer y repugnancia al tener en la mano las dollar bills mugrientas por el uso pero que al mismo tiempo simbolizan tan bien lo que es el dinero y el poder. Son no sólo sucias, sino como mínimo poco prácticas ya que están con frecuencia dobladas y suelen causar numerosos problemas para ser aceptadas cuando son utilizadas en la máquinas expendedoras de billetes de transporte público o snacks.

Pero es que nos equivocamos si pensamos que la peseta o el euro eran o son como el dólar. No son meros valores de cambio. El diseño del dólar no ha cambiado ni probablemente cambiará durante muchas décadas. El dólar no es sólo una moneda sino un símbolo de la libertad como la bandera de las barras y estrellas o el himno americano. Los americanos son conscientes de ello. Representa la continuidad de la mejor y más próspera democracia del mundo. Por eso, en el país que ha hecho de la asepsia una forma de vida, aunque cada vez valga menos y su aspecto sea a menudo mugriento, nadie discute que haya reemplazar los billetes de un dólar por el más limpio y reluciente metal.

lunes, 11 de julio de 2011

Diversidad

La palabra diversidad figuraría en el top ten de los vocablos más importantes de la vida pública norteamericana. Políticos, creadores y ciudadanos de a pie utilizan esta palabra con asiduidad y reverencia. El concepto de diversidad ha alcanzado un status tan importante como el de democracia. Frente a la visión siempre brutal de la sociedad estadounidense que tratan de ofrecernos los reportajes periodísticos y otros productos audiovisuales en lo que se refiere a las relaciones raciales en este país, lo cierto es que pocos americanos se oponen a abrazar la diversidad (una idea hasta cierto punto imprecisa de que cuanto más variado sea el origen [no solo étnico sino de todo tipo] de los individuos que componen una sociedad ésta dará lo mejor de si misma) como un valor intrínseco de la sociedad americana.

La mejor prueba de diversidad la encontramos en las universidades norteamericanas donde la cantidad de estudiantes calificados como minorities no tiene parangón. En su libro Cultura mainstream. Cómo nacen los fenómenos de masas, Frédéric Martel ofrece algunas cifras. En Estados Unidos hay 3,3 millones de estudiantes hispanos, 1,3 millones de estudiantes asiáticos y 573.000 procedentes del resto de países del mundo (llamados internacionales). Lo mismo sucede entre el profesorado ya que, no importa como de remota y pequeña sea la universidad, la variedad de orígenes étnicos de los profesores es impresionante. De hecho, una de las conclusiones que uno saca leyendo el libro de Martel es que el dinamismo y la creatividad de la sociedad norteamericana, que a pesar de la multipolaridad de las industrias culturales seguirá siendo la cultura franca en el resto del planeta a lo largo del siglo XXI, es su capacidad de asumir y sintetizar la enorme diversidad de sus habitantes.

martes, 5 de julio de 2011

Sanfermines

El 7 de Julio está a la vuelta de esquina. Invariablemente son los Sanfermines, junto a la tomatina de Buñol probablemente, los escasos momentos en que España tiene algún tipo de protagonismo en los periódicos e informativos televisivos norteamericanos. Es casi un ritual. Si ambos eventos hubieran sido concebidos por una oficina de relaciones públicas no habrían salido mejor. De hecho su notoriedad fue obra de Hemingway, que en muchos aspectos pudo considerarse un publicista. Tienen todo aquello que concita la atención de los norteamericanos: derroche físico, apariencia de autenticidad, el favor cuantitativo de las masas y plasticidad en las imágenes. Lo de menos es que sean tradiciones de relativo cuño realzadas por la pluma de un escritor. Santa Claus no sería lo mismo sin el impulso de Coca-Cola del mismo modo que el bacon en el desayuno no sería considerado clásico sin la perspicacia del mejor publicista de todos los tiempos, Edward Bernays.

Mientras tanto, los españoles, conscientes de que en la era de la economía de la atención estas imágenes y titulares tienen un valor incalculable, cultivamos de forma entusiasta la imagen que los productores y editores norteamericanos nos han asignado. Nos convertimos en el espejo de su deseo aunque sólo sea por un par de días al año.