Sucede con harto frecuencia en Norteamérica. Allí donde se reúne un
grupo de personas para hablar en un foro público sobre cualquier tema, lo
primero que hacen es contar su historia personal. Sin preámbulos. Sin
dilaciones. Una historia personal contada en primera persona que explique la
conexión entre la biografía del panelista y el tema a tratar deja contentos a
todos. A los ponentes y a la audiencia.
Una historia lo suficientemente gráfica que no de lugar a
elucubraciones o pensamientos rocambolescos. Una historia directa, repleta de
ejemplos a flor de piel, con aroma de veracidad, que se entienda a la primera,
que no precise de explicaciones o aclaraciones sucesivas, que evite tener que
recurrir a los recovecos del pensamiento abstracto que transcienden la mera
casuística.
Sucede en las mesas redondas, en los paneles, cuando un guest speaker se pone enfrente de un grupo de estudiantes.
Cuéntanos una historia, piensan, que nosotros ya te haremos las preguntas que
consideremos oportunas si tu narrativa resulta lo suficientemente interesante.
No te andes con Power Points o con
notas pedantes mecanografiadas en un papel. Mantén el contacto visual, haznos
sonreír, danos buenos ejemplos, se uno de nosotros o por lo menos parécelo. ¿Que
vienes de muy abajo y has trabajado duro para conseguir estar donde estás?
Okay. ¿Que siempre subiste lo que querías desde que eras pequeño? Fine. ¿Que has viajado mucho y has
aprendido del contacto con otras culturas? Excellent.
¿Que creer en Dios te ha ayudado a superar los momentos difíciles? Great. ¿Qué sabes bien convivir con el
caos? Admirable. ¿Qué has fracasado
cinco o seis veces y te has reinventado otras tantas? ¿Qué has encontrado un
mentor extraordinario? ¿Que tus padres te lo han dado todo o que has cuidado de
tu hermana desde que eras adolescente y eso te ha ensenado a superar las
dificultades? Sure.
No esperábamos menos. Ni más, a decir verdad.
Son historias sencillas, casi de escuela de guion de cine clásico, con
distintos actos y un clímax, optimistas, arquetípicas, en las que hay una
moraleja, que han sido contadas muchas veces por muchos otros antes que ellos y
en las que únicamente varían algunos detalles biográficos de escasa
importancia.
Son historias que giran alrededor de uno mismo, con el yo (I) siempre
bien en mayúscula, optimistas, que oscilan entre el narcisismo y el altruismo. Historias
americanas. Historias universales.
Tal cual lo cuentas, tal cual lo vivo. No se si universales, pero desde luego americanas. El arte del autobombo lo traen aprendido desde pequenos.
ResponderEliminarEn mi modesta opinion, el verdadero ethos americano es la autoconfianza. Los americanos no valoran tanto la educacion, sino los guts para llevar a cabo una idea o un proyecto. Para innovar o ser emprendedor no hay que ser culto.
ResponderEliminarSer culto en EEUU es un handicap y para los negocios mas todavía.
ResponderEliminarDesde luego el concepto de cultura que hemos mamado en Europa los pertenecientes a una cierta generacion (de cuarenta anos para arriba), en Estados Unidos ha desaparecido por completo si es que alguna vez ha existido.
ResponderEliminarNunca he pensado que ser culto sea una ventaja para los negocios en EE.UU, pero una desventaja tampoco necesariamente. Cual es tu experiencia?
En mi trabajo los temas de conversación únicos son la caza, las armas de fuego y los deportes, sobre todo del equipo local, los Wildcats de la universidad de Kentucky. Mi experiencia es que si no sabes el resultado del partido de ayer del equipo local te toman por loco y si se enteran de que has ido a la ópera eres "queer". Y si se enteran de que votas demócrata se acabo tu carrera profesional.
ResponderEliminarPero esto no es sólo en el trabajo. Una vez un peluquero tirando a fanático me preguntó mí opinión sobre el partido del día anterior, mientras manejaba sus tijeras cerca de mi oreja. Yo me quedé helado porque para empezar no sabía si el partido había sido de football o baloncesto. En mi vida pasé tanto miedo.
Lo que dices me suena bastante familiar. Recuerdo que hace poco manifesté interés por ver la película "Amour", una película europea nominada a los Oscars y nada extravagante en ningún sentido, y no pude encontrar nadie que viniera a verla conmigo. El concepto de masculinidad, incluso en ambientes más o menos cultos, cohibe a los hombres para hacer según que tipo de cosas (entre las que no incluyo ni la caza, la pesca ni los deportes).
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