En Ellensburg los aficionados al tenis no suelen
quedar para jugar con una persona determinada. No hace falta conocer a nadie,
basta con presentarse a las doce en las canchas de tenis de la universidad que
se encuentran a disposición todo el día. Si aparecen ocho personas, se montan
dos partidos de dobles. Si aparecen siete, en la otra cancha dos juegan contra
uno. Si aparecen cinco, la figura del que sobra se va rotando en el dobles a
cada juego. Al principio era frustrante, yo quería saber con quién iba a jugar
a tal hora al día siguiente, pero nadie se comprometía. Todo el mundo me decía
que hiciera acto de aparición y no me dejarían tirado. De hecho, así es. Perder el respeto a la incertidumbre, al
riesgo aunque sea mínimo y medido es más fácil cuando uno sabe que se da la
cooperación entre las personas como entre este grupo de jubilados, profesores
de universidad y profesionales que se reúnen a jugar al tenis todos los días
sin un plan concreto. Fuera del “negocio del tenis” la relación personal entre
nosotros es casi inexistente.
La capacidad de los americanos para copar con el
riesgo es, por otro lado, conocida e incluso medida. A finales de los 90, el
antropólogo holandés Geert Hofstede entrevistó a los 100.000 empleados de IBM
en más de 90 países y llego a la conclusión de que uno de los aspectos que más
diferencia a las sociedades es su capacidad para tolerar las situaciones
ambiguas. En general, los Estados Unidos y otras sociedades de países fríos
salían ganando en este aspecto debido, según otros antropólogos, a que en estas
latitudes las dificultades promueven mayormente el espíritu cooperativo entre
las personas. Es verdad que hay otros países con alta tolerancia al riesgo,
pero son en su mayoría países en vías de desarrollo cuyos ciudadanos viven en
situaciones de penuria.
Las sociedades del sur de Europa, entre ellas la española,
se caracterizaban por lo contrario, por un afán inveterado por establecer reglamentaciones
y códigos que eliminen la ambigüedad. Y ello incluye las relaciones
profesionales y personales. De hecho en el mundo empresarial español he
escuchado a los managers a veces referirse a tal o cual persona no conocida del
todo y preguntar: “¿y ese de dónde sale?” cuando lo que estaban tratando de
saber es el nivel social o la ideología política del candidato a un puesto de
trabajo para, en caso de que no fuera la previsible, limitar su acceso a la
empresa o al grupo.
Es curioso que esta tolerancia a la incertidumbre y al riesgo se combine con aspectos que parecen opuestos como es la tendencia de los americanos a planificarlo todo incluso en su vida familiar y personal. He conocido gente que planifica las vacaciones con casi un año de antelación, tiene fondos disponibles para aprovecharse de las rebajas de la ropa de invierno en mitad de la canícula y en cuanto te descuidas hay siempre alguien que cuando hay una reunión familiar dibuja un chart con las actividades previstas casi al minuto para el día o la semana. La palabra comité para casi cualquier cosa es el pan de cada día cuando se reúne un grupo de personas.
Los americanos creen en el riesgo, palabra que en
esta sociedad tiene una connotación menos negativa que en la nuestra y sin la
que les parece que a la vida le falta algo de sal y pimienta. Esta querencia
por el riesgo se manifiesta en muchas facetas: la querencia a empezar un
negocio aunque se haya fracasado antes, a deshacer y rehacer relaciones, a
invertir en el mercado de valores, a ponerse a estudiar una carrera con 45 años
y dar un giro completo a la vida o a cambiar de ciudad y amigos.
Supongo que la permeabilidad de los grupos y la idea
de que siempre uno puede encontrarse gente lista para ayudar o cooperar en el
proyecto que corresponda tiene algo que ver con ello.
Seguimos siendo una civilización mediterránea muy apegada al terruño, y así nos va.
ResponderEliminarSi, tiene sus cosas buenas indudablemente pero otras cosas que no estaria mal cambiar.
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