Por si a alguien le cabe alguna duda, lopeor de España no es la ineficacia sino, visto con perspectiva, probablemente sushorarios. Sobre todo esa idea diabólica de la jornada partida. Ese demonio que
nunca desaparece, haya paro o pleno empleo, expansión económica o recesión.
Simplemente abominable. Se que hay quien se enorgullece de ello así como de que
el fútbol empiece a veces a las diez o de que las fiestas comiencen en las
proximidades de la medianoche.
Distinguirse en asuntos tan primarios no
deja de ser síntoma de brutalidad y estulticia. Renuncia al mérito y búsqueda
de refugio en la costumbre, la tradición sin sentido, lo fácil.
No quiero ni pensar que la incapacidad ontológica
que la sociedad española muestra para racionalizar los horarios se deba a no
querer enfrentarse a problemas de más difícil solución. Que a la gente le de
miedo tener más tiempo libre, no saber que hacer por las tardes con sus
maridos, mujeres e hijos, sentir pavor a cultivar pasiones que no sean siempre
las más bajas e incluso plantearse lo implanteable como aprender idiomas,
dedicar algo de tiempo a la lectura o volver a la universidad aunque uno sea
cincuentón. No, no quiero pensar que sea por eso.
Nada embrutece más que entrar a las 9 a
un trabajo y salir a las siete y media u ocho, como pasa tanto en nuestras
ciudades. Todos guardando cola a la misma hora en el supermercado, el gimnasio
o los bares. Todos (los que todavía se lo pueden permitir) haciendo cola para
tomar el menu del día. Todos tomando las vacaciones los mismos puentes o los
meses de Julio y agosto. Todos yendo a los mismos barrios céntricos de Madrid o
Barcelona a salir de copas porque en los barrios periféricos no hay donde ir.
Se que muchos estos días siguen buscando
el Santo Grial de porque falla España, a que se debe el atraso relativo con los
países con los que a los españoles les gusta compararse, a que se debe la
crisis. Parecería, por la cantidad de informaciones que se publican al
respecto aunque ninguna concluyente, que hay algo difuso en el ambiente que
hace a los españoles peores, negados para construir una sociedad más avanzada.
Niego la mayor: que debido a causasculturales los españoles sean ineficientes. ¿Ineficientes en qué? ¿Quizás menos productivos debido a
cuestiones de estructura económica, pero ineficientes?
Por poner como término de comparación la
sociedad norteamericana, considerada (con poca razón por cierto) como la más
eficiente del mundo, la verdad es que muchos servicios relativamente communes
son igual o más eficientes en España.
Quizás los camareros o los cajeros de
los bancos sean adustos o excesivamente broncos en la piel de toro (el ejemplo
estelar serían los llamaods Vitorinos del fenecido Café Comercial), pero es
fácil darse cuenta de que en general la gente que le atiende a uno en bancos o
bares es bastante más experta que en América donde estas profesiones están
dominadas por gente junior. Por no hablar del denostado funcionariado, que en
España es de primera por mucho que se diga y en los Estados Unidos no siempre
es así. Podemos seguir con el transporte público, los trenes, autobuses e
incluso el personal del sistema médico de salud que en algunos aspectos
funciona de manera mucho más fluida que el enrevesadísimo sistema
norteamericano de seguros privados.
En España funciona mal la justicia (muy
mal), la universidad, el sistema de partidos politicos, en fin, grandes pilares
del sistema, pero nunca me ha sucedido que pongan a mi hija una vacuna por
error que no le correspondía por un despiste. En Estados Unidos, sí.
Anecdótico? Por supuesto, pero suficiente para probar que en todas partes
cuecen habas.
Lo que hace falta se sabe sin sacar del
armario los viejos fantasmas: iniciativa, empuje, ambición, menos conformismo,
menos miedo a fracasar, más ilusión por triunfar y dejar de criticar a aquellos
que sienten el trabajo como una pasión.
Y ni siquiera en esos males España es
excepcional.
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