España no es, como se
creen por ejemplo los nacionalistas catalanes que tratan de borrar cualquier
huella de España en su región, el toro de Osborne, el Que viva España de Manolo Escobar, las corridas de toros o los
souvenirs con flamencas que se venden en las Ramblas.
Que va, en realidad
España es otra cosa y ahí también me dirijo a los despistados coautores de las guías de viajes para extranjeros que tienen veintitantos años, han pasado dos o
tres meses en España y colaboran para actualizar una determinada sección de las
guías de Frommer’s o Lonely Planet por cuatro pesetas. Esos
que encuentran lo que buscan, que nunca se han pasado por Badalona, Santa
Coloma o Tossa de Mar. Los que nunca se han planteado que la condición subjetiva de
cada uno y la realidad raramente son coincidentes.
Lo siento pero España
es ante todo colectivismo y fiesta. Algo que se percibe en Bollullos del
Condado, Azpeitia y Tarragona a partes iguales. España es el grupo, pasar
bastante gente juntos más tiempo del recomendado para pasarlo bien, la pandilla,
la cuadrilla, el grupo. La mesa reservada en el chiringuito para 18 personas,
sentarse en la piscina o en la playa durante seis horas sin abrir un libro
(otra forma de yoga ibérico), los chavales que juegan al fútbol, salen a la
discoteca, se conectan a internet y se beben un calimocho juntos todo en el mismo día.
Es pensar todos igual.
Grupos de amigos que son todos del PSOE, del PP o independentistas. Amigos que
despotrican de Rajoy o Pablo Iglesias al unísono. Grupos de 10 chicas que
llevan el pelo hasta la cintura y shorts. Nueve amigas que hacen la compra en
Mercadona como si fuera una religión. Una cultura gregaria en un país en el que a
fuerza de repetirlo caló ese mito de que los españoles son individualistas.
España es comer o salir de puente todos a la misma hora, ir a Ikea el sábado
por la tarde (me consta que los Ikeas madrileños son de los más rentables del
mundo).
España es el país en el
que se conculcan los derechos individuales en verano, a diario, sin que a nadie
se le mueva un pelo. Es ese sitio extraño en que la fiesta, cualquier fiesta,
en la plaza del pueblo justifica que gente que ni le va ni le viene no pueda
dormir durante algunos días no sólo por la presión de grupo sino con el
beneplácito administrativo. No es el país sólo de la fiesta, sino de la
diversión obligatoria a no ser que uno esté dispuesto a pagar el precio de
convertirse en un personaje huraño o marginal.
España es la música
hasta las 4 de la madrugada, el enésimo cubata, alguien que vomita en la acera
o se orina en una esquina. España es dormir hasta las tres y no retirarse hasta
el final de la noche. España es la inercia, es mandar a tu hijo a mejorar el inglés tres semanas a Glasgow aunque no aprenda nada, preferir siempre el
pájaro en mano y lo malo conocido, refugiarse en las supuestas esencias de la
tribu.
Y esto es bastante más
difícil de borrar que quitar un toro de la carretera o prohibir las corridas.
En esto, y en muchas otras cosas, estamos todos en el mismo barco.
Has pillado el espíritu de los tiempos. Por los ostracismos sufridos
ResponderEliminarLa verdad es que no hay nada como los veranos para que afloren ciertos rasgos colectivos.
ResponderEliminarTotalmente cierto. Lo del ruido y el respeto lo vivi en mis propias carnes ( y conte aqui, pagina 54: http://en.calameo.com/read/002899403f95ae05ffed5 ).
ResponderEliminarHola Erik,
ResponderEliminarCreo recordar que tenías una trilogía sobre el civismo en España.
Y España también es cierto tipo de cosas menos colectivas: un trabajador necesita la ayuda de sus compañeros porque está siendo ninguneado por su jefe y la respuesta entre los que no tienen ese problema es "mejor no meterse en problemas", hay muchos casos de este tipo, en eso no somos tan "colectivos".
ResponderEliminarRaúl
También, aunque en el case que sugieres también creo que hay un rasgo collectivista. Pero bueno, eso pasa en todos los sitios en realidad.
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