Nadie discute que la hegemonía estadounidense
se sustenta, entre otras cosas, en su capacidad para seguir atrayendo gente de
todo el mundo que en un tiempo relativamente corto se sienten parte de la
sociedad americana. Es una idea tan obvia que no hace falta dar ejemplos. Con o
sin Donald Trump, la sociedad americana es y seguirá siendo la más integradora
del mundo y su modelo no es tan fácil de imitar como a muchos les gustaría.
Sin embargo, al mismo tiempo, a
pocos ciudadanos en el mundo les cuesta más penetrar en las culturas ajenas que
a los norteamericanos. Entender otras sociedades, conocer su cultura popular,
su política o sus escritores. Más allá de los susodichos restaurantes de comida
étnica que profileran por doquier, el americano medio, y no tan medio, se sigue
inyectando por vía intravenosa fundamentalmente cultura americana o anglosajona
en el mejor de los casos. Uno no tiene más que poner la televisión o entrar en
cualquier librería para darse cuenta.
Podría decirse que si bien la
sociedad de los Estados Unidos ha sido un gran ejemplo de integración y de
tolerancia, al menos en comparación con el resto del mundo, no lo ha sido tanto
de eso que se denomina “abrazar otras culturas”) (to embrace other cultures), es decir, tener interés por lo que pasa
en otros países más allá del gran evento de turno. Y este es un aspecto en el
que la sociedad americana se diferencia
de otras en que no son solo las que podríamos llamar clases populares las que
no se interesan por lo que pasa fuera sino también buena parte de la gente más
educada o las élites las que tienen problemas entender la perspectiva que
tienen del mundo en países más pequeños con un déficit crónico de atención.
Y no faltan recursos ni atención
al problema: clases de comunicación intercultural en todos los curricula,
oportunidades a mansalva para ayudar en países en vías de desarrollo a través
de organizaciones como U.S. Peace Corps, becas Fulbright, programas para
enseñar inglés en el extranjero y un larguísimo etcétera.
En muchos sentidos se olvida lo
más importante. La enseñanza de lenguas extranjeras. Pocas situaciones ponen a
una persona en una situación más vulnerable que tener que hablar en una lengua
que no es la suya y no domina. Incluso el más poderoso se siente frágil,
inferior en cierto modo.
Tanto o más importante que
recibir un curso estándar sobre taxonomias culturales es hacer sentir a la
gente esa vulnerabilidad que también es la capacidad de ver y sentir el mundo a
través de otros ojos ya que las lenguas son formas de entender el mundo.
Hasta que esto no cambie,
Estados Unidos seguirá siendo una sociedad paradójica: hospitalaria y
ombligista al mismo tiempo en la que sus ciudadanos tienen evidentes
dificultades para relacionarse con gente de otras culturas fuera de un ambiente
transaccional.
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