Siempre se ha dicho que una de las diferencias entre
el periodismo de los países latinos y el de los países anglosajones recae en el
tipo de relación que se da entre los hechos y la opinión.
Mientras que la escuela norteamericana estaría
obsesionada con una separación exquisita entre hechos y opinión, los
periodistas y las audiencias de los países del norte del Mediterráneo y de
Sudamérica piensan que lo que añade la sal y pimienta es la mezcla de ambas.
Según los manuales académicos de comunicación
internacional el periodismo latino sería opinativo, emocional, algo manipulador
y carente de rigor en algunos aspectos. A cambio, los lectores de estos países
disfrutarían de un modelo más pluralista y vibrante en el que cada uno
encuentra un medio con el que compartir una ideología o visión del mundo.
La verdad es que la fuerza de los muy opinativos
canales de noticias Fox News y MSNBC indica que al menos parte de la
información que reciben los norteamericanos se ha “latinizado”.
Por eso me sigue sorprendiendo tanto que la calidad de
los comentarios en las retransmisiones deportivas televisivas sigan siendo tan
pobre en España y se trate al espectador como si fuera un mero hincha sin
juicio critico. Para algo bueno y distintivo que tiene nuestro periodismo,
usémoslo.
En el país de la opinión, del comentario, de la
observación, resulta que en un partido de fútbol, los comentaristas apenas
comentan más para contarnos lo que ya vemos y animar al equipo español de turno
que si pierde siempre será porque el rival ha sido excepcional y no porque los
jugadores hayan rendido poco, estado desacertados o el planteamiento táctico
haya sido pobre.
La retransmisión del último Italia-España en Telecinco
fue un perfecto ejemplo. Ni una crítica al técnico que dio la sensación de no
haber preparado el partido, ni un solo comentario mínimamente alusivo al bajo
rendimiento de muchos jugadores. Todo eran loas para el equipo italiano cuyas
principales estrellas eran el portero y tres defensas.
En un mundo en el que todos los ciclos se acortan y el
presente lo es todo, al entrenador español se le seguían dando las gracias
cuatro años después de ganar el último título y después de fracasar en los
últimos dos grandes torneos en las primeras rondas.
La apologia del “ser de los nuestros” como sucede en
la política y tantos ámbitos de la sociedad. El desprecio a la rendición de
cuentas para no sacrificar una relación personal.
Y todo ello pasa en uno de los pocos ámbitos en el que
los españoles exigen excelencia como es el mundo del fútbol. Un mundo
darwinista a más no poder en el que el que vale, vale y el juicio critico de
los técnicos de los equipos y los aficionados es afilado.
Los dos mejores jugadores del mundo, Messi y Ronaldo,
no parece que sean las mejores personas pero prima su rendimiento en el campo.
Otro gallo cantaría a este país si, como dice
Pérez-Reverte, en otros ámbitos de la sociedad hubiera tanto afán de excelencia
como en el deporte.
MIentras tanto, llama la atención que quizás el país
con un fútbol profesional más potente, sigue teniendo unas retransmisiones
televisivas bastante peores que, por ejemplo, ESPN en los Estados Unidos.
Por favor, traten al espectador de fútbol como un
adulto, que esto es importante, no como la política.
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