Por fin hemos decidido eliminar de nuestra casa un elemento tan
genuinamente americano como es la moqueta. No en vano, el olor a moqueta húmeda
mezclado con el de las grasas animales empleadas para la fritura de las patatas
fritas en los puestos de comida rápida, es el primer aroma que a uno le llega
cuando pisa suelo norteamericano. Uno tiene que pensárselo dos veces antes de deshacerse
de la moqueta. De niño, cuando vivía en un barrio de la periferia de Madrid e
iba a jugar a los clics a casa un compañero de clase que la tenía, me parecía
lo último, el colmo de la modernidad.
La moqueta se sigue imponiendo en los hogares americanos. Es económica
de instalar y reemplazar, aporta calidez cuando el termómetro es inmisericorde
afuera y tiene la nada desdeñable cualidad de disimular durante largo tiempo la
roña y la suciedad y ofrecer un aspecto
decente y contemporáneo, que no elegante, a cualquier habitación.
¿Por qué quitar, entonces, la moqueta a la que adornan todas estas
espléndidas cualidades? Despegar la moqueta y poner un suelo de madera, y no
digamos de baldosa, es sincerarse, asumir que el mundo puede ser un lugar frío
e inhóspito, que la mugre no puede ocultarse, que la
realidad no es postiza y podemos hacerla y deshacerla a nuestro antojo, que cualquier cambio de envergadura es difícil, que el mundo que nos ha tocado vivir no es un lugar naturalmente cálido sino un perpetuo toma y daca y que
las apariencias no engañan.
Hay algo infantil y carente de riesgo al mismo tiempo en la moqueta.
Un niño que se cae en la moqueta, suele quedar ileso. En la moqueta se puede
jugar con los pequeños sin tener que recurrir a sentarse en las sillas
alrededor de la mesa, que hace parecer todo demasiado serio e importante. En la
moqueta uno se siente joven. Incluso ofrece una alternativa cómoda y fácil a
aquellos conservadores que quieren sentirse innovadores por un día en
cuestiones de sexo y dejar la cama a un lado.
Pero la moqueta, a diferencia del papel, no lo aguanta todo. Por
ejemplo, no aguanta las meadas de los perros que acaban dejando un olor perenne
que por mucho producto de limpieza que se aplique sale a relucir en cualquier
momento en que la brisa cambia de dirección.
A los americanos les sigue gustando la moqueta de la misma forma que
toleran la hipocresía como un defecto menor comparado con otros. Acaso no les
falte razón en que fingir lo que uno no siente o embellecer una realidad que se
ha revelado sórdida puede cambiar el mundo.
Quizás el precio de quitar la
moqueta sea demasiado alto.
Hola, César:
ResponderEliminarAcabo de descubrir tu blog y me ha llamado la atención esta entrada.
Yo hace 17 años que vivo en Massachusetts, aunque tengo muy buenos recuerdos del semestre que pasé estudiando en el estado de Washington. No conozco bien las costumbres de la costa oeste del país, pero en Nueva Inglaterra apenas se encuentra moqueta en las casas. De hecho cuando compras una casa, la mayoría de las cuales son muy antiguas, lo primero que hace el nuevo propietario es quitar la moqueta, si había, y lijar y barnizar los suelos de madera. Si además son los suelos de madera originales del siglo XVIII o XIX, el propietario los muestra orgulloso a las visitas. De hecho también he notado que en los anuncios de las inmobiliarias se suelen mencionar los suelos de madera como una característica de las viviendas mucho más valorada que la moqueta. Una tendencia más reciente, parecida a la que mencionas con relación al césped, es a preferir los acabados que no sean excesivamente brillantes, o sea, que se vean más naturales. Lo irónico de los suelos de madera, como comprobé cuando compré mi casa, es que aunque tengas suelos de madera, los americanos luego te recuerdan que los tienes que cubrir con alfombras, para que no se rayen ni se manchen, incluso en la cocina, con el consiguiente gasto que ello conlleva si la casa es un poco grande.
-Fernando
Gracias por tu contribución, Fernando. Por supuesto, Massachussets está poblado por gente en general de más nivel educativo y gusto más burgués que las zonas rurales del estado de Washington y no digamos del medio oeste en general. Aquí hay ejemplos de lo que tu dices pero son escasos. En general, la costumbre, justificándola por la frialdad del clima, es mantener en cualquier caso la moqueta en las habitaciones como numerosos agentes inmobiliarios nos han dicho para poder revender la casa por el máximo precio si se diera la circunstancia.
ResponderEliminarComo tu bien dices, hay que recubrirlos con alfombras. Yo ya tengo previsto un presupuesto para tal concepto.
Creo que hay algo de gusto por lo infantil en la moqueta que encaja bien con la mentalidad americana a la que gusta consumir las bebidas gaseosas con pajita o comer las patatas fritas con las manos.
César