Tengo
para mí que debido a su afición por vestir ropa casual en la mayoría de las
situaciones, los americanos tienen una mal merecida fama de gustar de las
situaciones informales. Nada más lejos de la realidad. En realidad, el amor por
los símbolos y el respeto a las formas de los americanos encarna un sentimiento
opuesto.
La
presencia de la bandera americana que tanto parece irritar a muchos españoles
en numerosos edificios así como en algunas casas particulares es el ejemplo más
conocido del amor americano por la simbología pero hay muchos más. Los bailes
de graduación como rito de paso a la vida adulta, las ceremonias de graduación
como ritos de paso a la vida profesional, las baby showers como ritual de paso a la maternidad o el pledge of allegiance antes de los
eventos deportivos como expresión de lealtad a los valores de los Estados
Unidos son otros ejemplos conocidos de presencia de ceremonias simbólicas en la
vida americana.
Si
tuviera que citar una diferencia entre Estados Unidos y Europa hoy, la
presencia de símbolos en la vida pública sería una de ellas. Los símbolos
suelen abundar en sociedades en las que se considera que la vida tiene una
cierta transcendencia, que no es sólo cuestión de administrar los recursos
disponibles eficientemente para lograr una determinada calidad de vida. En este
sentido, Europa es un continente mucho más posmoderno que la América del Norte
donde la gente todavía se hace preguntas acerca del sentido de la existencia y
la considera un hecho transcendente, a diferencia de la sociedades, como las
europeas, en las que ese tipo de preguntas o presuposiciones se consideran
propias de otra época o de sociedades atrasadas.
En
las sociedades, como la americana, en las que los símbolos cuentan, hay todavía
muchas personas dispuestas a jugarse la vida por su país a pesar de las
tentaciones que ofrece una sociedad con estupendos centros comerciales y
vacaciones pagadas por la empresa. Hay gente dispuesta a dar una parte
importante de su riqueza por propia voluntad, y no porque lo diga el ministro
de hacienda de turno, para sufragar su iglesia o para atender a gente que lo
necesita.
Una
cosa es ir en pantalones cortos o zapatillas de deporte a todas partes. Otra
cosa muy diferente es pensar que los símbolos, rituales y las ceremonias son siempre plasmaciones
de estructuras de poder que, al modo foucaultiano, siempre favorecen a la ideología
de las clases dominantes o a los poderes fácticos de turno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario