Hace un par de semanas, un sábado por la mañana los vecinos de mi
ciudad acordaron hacer limpieza general. No es que la ciudad no disponga
de servicios de limpieza costeados por los impuestos vecinales, de hecho las calles suelen estar bastante impolutas, pero los voluntarios se centraron
fundamentalmente en restaurar o mejorar zonas a las que los empleados de la
contrata del ayuntamiento no pueden dedicar tanta atención a diario: limpiar
manchas de grasa, quitar la maleza que crece en el cemento, limpiar de papeles
y objetos las orillas del río, borrar alguna pintada, etc…
Reinaba el buen rollo pero no era una fiesta. Había estudiantes
universitarios nacionales e internacionales, jubilados, amas de casa,
profesores, familias, miembros de asociaciones cívicas, etc… Las tiendas
locales aportaban refrescos, comida, utensilios pero lo interesante es que no
se trataba de una situación catastrófica o de extrema necesidad.
La única recompensa de los allí
reunidos era hacer algo por el pueblo, hacer comunidad, crear capital social en
un lugar en el cual la mayoría de ellos no han nacido y están viviendo
temporalmente. A nadie se le ocurrió argüir que ya pagan suficientes impuestos
como para tener que estar trabajando por la cara un fin de semana o que el
municipio se debería encargar de esa labor. El cinismo reinaba por su ausencia,
nadie se planteaba que se estuvieran aprovechando de ellos, que las
instituciones estuvieran en deuda con ellos. La idea de crear comunidad era más
importante que todo eso, no en vano empresas como Starbucks gastaron por esas
fechas ingentes cantidades de dinero en una iniciativa denominada Global Month
of Service destinada a la mejora de barrios y ciudades. Y nadie mira a Starbucks con recelo o
desconfianza por ello.
No es por casualidad que el país más individualista del mundo sea
donde la idea de community,
comunidad, más ha arraigado. Comunidad en América significa asociarse con otras
personas que tienen parecidos intereses para lograr cosas. En español comunidad
no equivale a community, casi siempre
se refiere al vínculo que une a personas que proceden o viven en el mismo sitio
aunque no se unen para fines concretos (si no ver las definiciones del
diccionario de la RAE). De hecho, casi siempre que se utiliza esta palabra en
la vida cotidiana se refiere a la comunidad de vecinos y tiene un matiz
posesivo, malrollista, egoísta, casi opuesto a la idea de community. La otra acepción más frecuente es la de las comunidades
autónomas. Pocos ejemplos más demoledores de nuestro concepto de comunidad que
el modus operandi y las motivaciones
clientelistas que imbrican la vida de las comunidades autónomas.
Individualismo y comunidad van de la mano de la misma forma que el
asociacionismo y la entrega a los demás. No es casualidad que sea precisamente
en el país del lucro por antonomasia en el que la filantropía y el altruismo
están más extendidos y en el que haya más organizaciones no lucrativas.
Tampoco es coincidencia que en países de cuyo nombre no quiero
acordarme con altos niveles de desempleo y de número de ni-nis el asociacionismo
sea casi inexistente así como el bajo número de voluntarios en las
organizaciones no lucrativas. Lo decía
hace poco un informe paneuropeo del BBVA. Un informe serio.
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