No voy a caer en el
chiste fácil a pesar del título. Donald Trump no es un chorizo. Podrá ser
maleducado, faltón, machista o xenófobo, quizás, pero no chorizo (aunque se le
atribuyen vínculos con la mafia no demostrados). En realidad, no se puede
llegar a presidente de Estados Unidos siendo un ladrón. Los mecanismos de
escrutinio son demasiado buenos.
Pero la América que
propone Donald Trump a sus votantes de clase trabajadora (más o menos el mismo
sociotipo que en Francia se ha pasado del partido comunista al Frente Nacional)
si tiene que ver con el mundo de las carnes curadas.
Es una América a
contracorriente, no podía ser de otra manera, con la que defienden los demócratas
y casi el resto de los republicanos. Trump propone una América a favor de los
aranceles, las tasas a los productos importados y a favor de limitar la mano de
obra extranjera. Una América en contra del libre mercado en la que el Made in
China o el Hecho en Mexico lo tengan mucho más difícil. Esa es su fuerza y no
es moco de pavo.
No tan diferente en el
fondo a lo que hacen los franceses con su agricultura o teniendo un salario
minimo el doble de alto que el español para que el inmigrante recien llegado no
pueda competir por precio con el francés. Para evitar, al contrario de lo que
sucede en España, que se creen puestos de trabajo de ínfima calidad a costa de
los menos cualificados.
Y tiene mucha razón lo que dice García Dominguez al señalar que el proteccionismo tiene mucho que ver
con la tradición americana ya que estuvo plenamente en vigor hasta 1915, justo
cuando las potencias europeas decaen después de la Primera Guerra Mundial. Por
aquellos tiempos, el sindicalismo norteamericano, el de la American Federation
of Labor, también estuvo a favor de limitar los derechos laborales de los
extranjeros y los inmigrantes. Nada nuevo bajo el sol.
La economía que propone
Donald Trump ya existe en determinados sectores como por ejemplo el alimentario
y, más concretamente, el de los embutidos. La prohibición de importer carne de
porcino de numerosos paises sigue vigente en este país.
No es más que
proteccionismo encubierto. La bastante deficiente agencia alimentaria
norteamericana establece que la carne de porcino de numerosos países, entre
ellos España, no se mata en las condiciones adecuadas y no cumple los estándares
sanitarios de este país. Esa es razón por la que a los cada vez menos incautos
españoles han requisado durante décadas en los aeropuertos americanos toneladas
de chorizo y jamón.
Solo hay un matadero en
España que cumple esas condiciones, el de Fermín en la Alberca (Salamanca). Los
chorizos Palacios pueden exportarse porque se matan en un matadero en
Dinamarca, que aunque no muchos lo sepan es un gran país exportador de carne de
cerdo.
Dicen que en origen fue
la mafia italoamericana la que presionó para que esta prohibición se llevara a
cabo. Lo cierto es que la prohibición sigue estando ahí muchos años después. Mientras
tanto, marcas como Columbus, Daniele y otras, muchas de ellas ubicadas en los
alrededores de San Francisco, se forran vendiendo salami, prosciutto, jamon
serrano y jamon York de ínfima calidad con larguísimas y sospechosas listas de
ingredientes añadidos que incluyen los inquietantes y cancerígenos nitratos
artificales (ya que este tipo de carne contiene nitratos naturales tambien).
No pocos americanos se
sentirían satisfechos si este tipo de proteccionismo se extendiera a otros
sectores productivos.
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